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Por qué Bernie Sanders se equivoca en cuanto a las mujeres

Nota del editor: Jill Filipovic es una periodista que vive en Nueva York. Es autora del libro “The H-Spot: The Feminist Pursuit of Happiness”. Sígala en Twitter. Las opiniones expresadas en este artículo son propias de la autora.

(CNN) — ¿Puede ganar la presidencia una mujer? Según una explosiva historia destapada por CNN, Bernie Sanders no lo cree posible. Supuestamente escuchó a Warren explicar sus puntos fuertes como candidata, entre ellos, que apelaría a una amplia franja de votantes con sus políticas económicas y que se llevaría el apoyo de las votantes mujeres, y le aseguró que una mujer no podía ganar.

Sanders niega haber dicho nada de eso. La vocera de Warren se negó a comentar la historia de CNN, que fue referida por dos personas al tanto de la reunión, y por dos personas con las que Warren habló inmediatamente después.

Esta historia llega también, según Politico, cuando la campaña de Sanders (que no ofreció ningún comentario sobre la nota) está redoblando sus ataques contra Warren, criticándola por ser una elitista que no está en contacto con la realidad (a diferencia, aparentemente, de Sanders, que se ha pasado toda su carrera en la política).

Como lo hizo en el 2016, la campaña de Sanders y los seguidores de Sanders recibieron críticas por lo que con frecuencia parecen ataques desproporcionados contra incluso las críticas más ligeras. Entre ellos se cuentan en particular las mujeres y las personas de color en la izquierda, percibidos como los alentadores de la “política de identidad”, que creen que el sexismo, el racismo y las clases sociales se entrecruzan e impactan nuestras vidas, pero que las clases no es ni la única ni más importante o influyente categoría (y que no creen que poner fin a las clases sociales o al capitalismo significa por definición eliminar el sexismo y el racismo).

Sanders se ha quejado en el pasado de lo que parece ser un fortalecimiento de la política de identidad en el electorado demócrata: la idea de que es importante tener a mujeres, a personas de color y a otros grupos marginados en posiciones de poder. “No alcanza con que alguien diga ‘¡soy mujer! ¡Vote por mí!’” dijo Sanders en 2016.

Por supuesto, nadie nunca ha dicho que “¡soy mujer! ¡Vote por mí!” sea suficiente. Esa caracterización de por sí es humillante e insultante y sugiere que hablar sobre identidad en lo más mínimo es como pedirle a alguien que baje los estándares. En realidad, las mujeres se enfrentan a barreras muy altas para ingresar a los campos tradicionalmente masculinos (como la política). Vea sino a Elizabeth Warren: casi debió poner fin a su carrera en la enseñanza porque le costaba encontrar quien cuidara a su hija.

Ella sabe, hasta el tuétano, cuánto potencial se desperdicia porque EE.UU. no cubre las necesidades de las mujeres: su propio potencial estuvo a punto de ser víctima de una mala política. Si queremos un gobierno que represente al pueblo, entonces debe ser representativo. Y eso significa más mujeres funcionarias, que rompan una racha de liderazgo 100% masculino desde hace más de 200 años.

¿Será difícil? Sí. Quebrar el techo de cristal siempre lo es. Pero lo desconocido siempre parece imposible hasta que sucede. Pensemos en Barack Obama, el primero (y todavía único) presidente negro estadounidense. Somos una nación nacida del pecado fundador de la esclavitud, donde se imponían las leyes de segregación racial; una nación marcada todavía por el racismo y las intolerancias tanto sutiles como agresivas.f ¿Quién hubiera creído que un hombre negro podía ser elegido presidente por abrumadora mayoría nada menos?

O un ejemplo menos inspirador: ¿quién hubiera creído que un niño rico y agente inmobiliario de Nueva York notoriamente corrupto y famosamente chabacano devenido presentador de programas de juegos malintencionados y feliz tuiteador, podía ser elegido presidente de EE.UU. ? Parecía una broma –un imposible— hasta que ocurrió.

En comparación, imaginar a una mujer en el Despacho Oval no parece tan increíble.

Si Sanders realmente le dijo a Warren que una mujer no podía ganar, estaba siendo sexista y expresando lo que muchos estadounidenses parecen creer: que el destino presidencial de Hillary Clinton probó las debilidades electorales de las mujeres. Y no hay duda de que la misoginia jugó un papel en la derrota de Clinton (si bien cabe señalar aquí que más millones de estadounidenses votaron por ella que por Donald Trump).

Pero no analizamos las pérdidas de los hombres blancos (y un hombre blanco perdió cada cuatro años durante más de 50 ciclos electorales) y sacamos la conclusión de que los hombres no pueden ganar. Solo llegamos a la conclusión de que ese hombre no ganó.

Sabemos que existen barreras particulares para que las mujeres consigan puestos ejecutivos. Pero también sabemos que aunque hay menos probabilidades de que se postulen, cuando lo hacen les va tan bien como a los hombres. Y cuando se postulan a cargos públicos, lo hacen más tarde en la vida que los hombres, como Elizabeth Warren que ganó su primera elección y consiguió una bancada en el Senado a los 63, en comparación con Bernie Sanders, que se postuló a un cargo en 1972, a los 30 (se postuló y perdió, una elección a gobernador de Vermont con el partido Unión por la Libertad).

Sanders debería saber mejor que nadie que incluso un prejuicio público significativo no lo convierte a uno en una causa electoral perdida: casi la mitad de los estadounidenses dicen que no votarían a un socialista como presidente, independientemente de sus calificaciones como candidato. Por supuesto, lo que la gente les dice a los encuestadores y lo que de hecho hacen no siempre coincide, y cuando los votantes van conociendo a un candidato y aprenden más sobre su personalidad y lo que promete hacer, sus decisiones cambian.

Pero casi la mitad de la población que vota ha descartado a Sanders de entrada. En comparación, el 94% de los estadounidenses dice que votaría a una mujer. Sanders, en otras palabras, tiene una subida aún más empinada. Creo que puede lograrlo. Pero si a él (o a alguien más) le preocupan que los candidatos simplemente no puedan sobreponerse a los profundos prejuicios estadounidenses, bueno, la candidatura de Sanders plantea una preocupación mucho mayor.

Sanders continúa en la campaña, con lo que sugiere que cree que los estadounidenses pueden sobreponerse a sus preconcepciones y votar por alguien que es marcadamente distinto a la mayoría de las personas que accedieron con anterioridad a la presidencia. En eso, tiene toda la razón.

Traducción de Mariana Campos

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