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OPINIÓN | Nuevo plan de Biden es un derroche mal enfocado

Nota del editor: Carrie Sheffield es miembro senior del Foro de Mujeres Independientes. Las opiniones expresadas en este comentario pertenecen exclusivamente a la autora. Ver más opiniones en CNN.

(CNN) — Este miércoles el presidente Joe Biden presentó su inmenso plan de infraestructura, su esfuerzo más reciente por expandir la influencia del gobierno sobre la economía de Estados Unidos, en el que expone un gasto en dos partes que hará crecer nuestra deuda nacional, nos hará menos competitivos con otros países y probablemente llevará a la pérdida de puestos de trabajo entre los estadounidenses de clase trabajadora.

Es difícil ver cómo este plan, que se promociona como el Plan de Empleo Estadounidense, ayuda a una economía que sigue tratando de salir de un agujero inducido por el covid, especialmente cuando llega menos de un mes después de que el Congreso aprobó un proyecto de ley de gasto de US$ 1,9 billones que no estaba tan bien diseñado como debería para ayudar a los más necesitados: los desempleados y aquellos cuyos salarios fueron recortados. Y esto es especialmente impactante porque hay pocas pruebas que sugieran que los anteriores paquetes de estímulo hayan funcionado de forma eficiente, ya que la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) estimó que sólo el 60% de los cheques de estímulo de US$ 1.200 del año pasado generarían actividad económica. Mientras tanto, un estudio sobre el estímulo de la primavera de 2020 realizado por la Oficina Nacional de Economía descubrió que más del 80% de los beneficiarios del estímulo ahorraron el dinero o lo utilizaron para pagar deudas, «y sólo un 15% declaró haberlo gastado en su mayor parte».

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Ahorrar y pagar las deudas es algo que vale la pena, pero no impulsa el crecimiento económico. Es mejor que los estadounidenses ganen más dinero en los trabajos existentes en lugar de vivir de las generaciones futuras. Por lo que sabemos hasta ahora del nuevo plan de Biden, parece una bolsa de proyectos de gasto sin límites, lejos de atender a los más afectados por la pandemia.

Como informó CNN, una parte del plan pretende invertir en «la fabricación nacional, la investigación y el desarrollo, la economía asistencial, la infraestructura climática y las carreteras, los puentes y vías férreas» y una segunda parte en «las guarderías, incapacidad pagada por maternidad, atención médica e infraestructura educativa».

La Casa Blanca dice que quiere pagar el plan elevando el impuesto de sociedades del 21% actual al 28%, aumentando el impuesto mínimo global, acabando con las subvenciones federales a los combustibles fósiles y añadiendo la obligación de que las empresas multinacionales paguen la tasa tributaria estadounidense. Sin embargo, la experiencia demuestra que la introducción de nuevos impuestos acaba con la creación de empleo, justo en un momento en el que la competitividad de Estados Unidos es frágil, especialmente en la carrera con China.

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Un análisis realizado en febrero por la Tax Foundation concluyó que aumentar la tasa federal del impuesto de sociedades al 28% elevaría a un 32.34% la tasa impositiva combinada federal-estatal de Estados Unidos, convirtiéndola en la más alta de la OCDE y de los países del Grupo de los Siete (G7). La CBO ha señalado que el aumento del impuesto de sociedades disminuye los salarios de los trabajadores y hace que Estados Unidos sea menos atractivo en comparación con otros países. La Tax Foundation también estimó que el alza de Biden reduciría la producción económica a largo plazo en un 0,8%, eliminaría 159.000 puestos de trabajo y recortaría los salarios globales en un 0,7%.

Pero lo peor es que con la contracción económica los más vulnerables son los más golpeados, ya que la Tax Foundation estima que «el 20 por ciento más bajo de los asalariados vería en promedio una caída del 1,45 por ciento en los ingresos después de impuestos en el largo plazo». Como señalé en diciembre de 2019 (justo antes de que la pandemia golpeara) los recortes de impuestos liderados por los republicanos aprobados en 2017 y la reforma regulatoria ayudaron a estimular el crecimiento récord del empleo, la riqueza de los hogares y el empleo para los estadounidenses negros.

Una parte importante del paquete de Biden es el gasto en infraestructuras, y aunque algunos ingenieros civiles abogan por un nuevo gasto en este sentido, algunos economistas cuestionan el impacto económico general del gasto en infraestructuras. ¿Por qué tomar decisiones de gasto tan grandes en este momento, en lugar de iniciativas más centradas en ayudar a los barrios más pobres? Especialmente cuando el covid-19 ha empezado a rediseñar el mapa demográfico de Estados Unidos, lo que hace que las futuras necesidades de infraestructuras cambien, ya que el Pew señala que en 16 estados se produjo un descenso de la población el año pasado, con flujos migratorios fuera de estados como California, Nueva York e Illinois y hacia estados como Texas y Florida.

En resumen: el nuevo plan de Biden es un derroche mal enfocado que necesita una revisión importante para ayudar a los más necesitados.

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