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Coronavirus: En busca de respuestas

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Alvaro Colom de Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(CNN Español) – En estos días de incertidumbre, cuando buscamos tener más información y respuestas a nuestras inquietudes, hablé con expertos en la materia para entender mejor.

1. ¿Cuánto va a durar la pandemia?

Durará probablemente un par de inviernos, como lo comenté en mi primer artículo sobre el tema. Las últimas cuatro pandemias de influenza, otra enfermedad respiratoria, duraron un par de inviernos y luego se volvieron una epidemia más.

2. El coronavirus cambia (muta) todo el tiempo. ¿Quiere eso decir que la protección adquirida al infectarse desaparece?

Los virus sufren distintas mutaciones, pero las más radicales son las que ocurren al saltar el virus entre especies (es lo que ha causado las pandemias de influenza más graves).

Las mutaciones dentro de una misma especie suelen ser más leves y mucha de la inmunidad adquirida contra el virus inicial suele preservarse.

3. No hay suficientes pruebas. ¿Podemos entonces hacernos una idea de la magnitud real de la pandemia en nuestros países?

Es cierto que, con un número insuficiente de pruebas, es difícil saber cuántos enfermos nuevos hay cada semana y también resulta difícil evaluar uno de los índices más importantes: la tasa de letalidad.

Esta cifra se distorsiona aún más porque los pocos tests que existen suelen usarse primero en hospitales, que son los que reciben a los enfermos graves. Por lo cual, para comparar el impacto entre dos países y en ausencia de pruebas suficientes, es mejor comparar la cantidad de muertos y extrapolarla para obtener el número esperado de casos cada semana (dependiendo del progreso de la enfermedad). Usando esta técnica, Estados Unidos podría bajar la curva y no seguir, como hasta ahora, la tendencia de otros, incluyendo Italia, China, España, Francia e Irán, sin contar a China, porque tienen menor población.

Hay una salvedad con los gobiernos totalitarios, que a veces pueden esconder sus muertos, al menos por un tiempo.

4. ¿Hay suficientes respiradores para salvar a todos los pacientes?

Este es uno de los tantos problemas, resultado de la poca preparación de gobiernos que escogieron ignorar la ciencia sobre la inevitabilidad de las epidemias. Sin embargo, la creatividad humana es enorme para buscar soluciones e internet permite intercambiar ideas a una velocidad increíble. Por ejemplo, en Nueva York el gobernador Andrew Cuomo ha autorizado el uso de un mismo ventilador simultáneamente para dos pacientes. Los ventiladores son máquinas de bastante potencia. Al duplicar el número de pacientes más pueden beneficiarse.

5. ¿Caerá la economía mundial en una depresión a causa del coronavirus?

Eso es lo que muchos piensan hoy, guiados por el temor y la incertidumbre de cómo evoluciona esta pandemia. Pero probablemente tras un par de inviernos, el problema habrá disminuido hasta límites manejables. Recordemos asimismo que esta pandemia suele afectar más a los muy ancianos y menos a los niños (el futuro de la economía) y la gente en edad de producir (su presente).

Así que la economía podría resurgir inmediatamente tras la pandemia. Hay otros virus como el ébola, el sarampión, la peste, etc. que han sido mucho más crueles. Como dice Hausman “este es un problema de distribución, no de demanda”, lo cual es más fácil de resolver. También Friedman nos da muchas pautas de cómo manejar este tipo de crisis.

Este virus nos ha obligado a adaptarnos -¿no es eso lo que Darwin decía?- haciendo cosas que muchos creíamos imposibles. Por mencionar unas pocas: hemos aprendido a comunicarnos mejor en línea, a entender que somos interdependientes, a ser solidarios.

Asimismo, es posible que hoy más gente crea más en la ciencia, incluyendo el calentamiento global (una amenaza peor pero, por hoy, menos visible que el coronavirus), que en las “fake news” o noticias falsas.

Por último, debemos dejar claro que los países en los cuales hay democracia, transparencia y políticas que se han apoyado en la ciencia (más que en la demagogia, retórica o negligencia) se han preparado mejor y tienen mayores probabilidades de combatir esta pandemia. Estos países deberían progresar más rápidamente tras la pandemia.

6. ¿Es la cuarentena absoluta la única solución? ¿Pueden cumplirla los países más pobres?

Todo tiene un precio y el comprador debe poder pagarlo. Hay ejemplos como el de Holanda que, cuidadosamente adaptados, tomando lo que sirve más, podrían ayudar para desarrollar medidas alternativas que incluyan el aislamiento cuidadoso de las personas de alto riesgo.

Los países en riesgo de una catástrofe económica y social tendrán que evaluar con realismo las alternativas de prevención disponibles para su situación particular, incluyendo la factibilidad, costos y beneficios para la salud, la economía y la estabilidad social a corto y largo plazo de cada medida que se proponga, pues la salud es multifactorial.

7. ¿Habrá tratamientos accesibles para los países más pobres?

Tarde o temprano los habrá, pero de momento ningún tratamiento específico ha sido aprobado. Cuando los haya, esperemos sean accesibles a todos. Hay posibles tratamientos que se están explorando, que incluso los países más pobres podrían usar, por ejemplo, el suero de pacientes convalecientes.

8. ¿Cómo determinaremos cuándo es adecuado terminar la cuarentena? ¿Contando casos?

En realidad, el número de casos depende mucho de la disponibilidad de pruebas, que varía de país a país y de un rincón a otro. Por otro lado, un individuo puede haber sido infectado y no tener síntomas. Por ello, sería mejor considerar otras alternativas. Por ejemplo, en epidemias de sarampión y rubéola, los gobiernos determinan el nivel de protección de la población evaluando la proporción de personas vacunadas, o la proporción de seropositivos.

Aunque todavía no existe vacuna para el coronavirus -la habrá-, se pueden hacer encuestas serológicas, tomando muestras de sangre al azar en la población que interesa (por ejemplo, Nueva York), para ver cuántos están ya protegidos con inmunoglobulinas específicas contra este coronavirus. Si la proporción de individuos con anticuerpos positivos para el coronavirus es alta, ellos formarán una barrera (inmunidad de rebaño) que protegerá a los más frágiles. Entonces se podrían, por ejemplo, relajar las medidas de cuarentena en esa población. Luego, estos datos extrapolarse a otras poblaciones usando modelos ya desarrollados.

Recordemos siempre que evitar el desempleo es también promover la salud, y demos gracias a aquellos trabajadores que, muchas veces a cambio de un sueldo mínimo, nos protegen trayendo nuestras compras, sirviendo en los supermercados y hospitales, etc. en medio de la que podría ser la peor pandemia en 101 años.

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