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ANÁLISIS | El apoyo de Ryan Routh a Ucrania es una victoria propagandística para Moscú, en un momento muy delicado para Kyiv

Julia Hernández

(CNN) — Es exactamente el tipo de atención que Ucrania no necesitaba. Desde el inicio de los enfrentamientos con Rusia sobre su futuro en 2003, Ucrania ha evitado cuidadosamente el tipo de violencia política de la que se acusa a Ryan Wesley Routh.

Sin embargo, ahora, en el momento posiblemente más crucial del conflicto, el apoyo de Routh a Kyiv ha sido de alguna manera aprovechado por las cámaras de eco rusas después de que fuera detenido el domingo en relación con un aparente intento de magnicidio contra el expresidente estadounidense Donald Trump.

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Era bastante fácil encontrarse con alguien como Routh en Ucrania en los primeros meses de la guerra a gran escala de Rusia en 2022. Los pasos fronterizos y las estaciones de ferrocarril eran a menudo frecuentados por expatriados susurrantes y sin afeitar de dudosa procedencia militar, que trataban de conjurar la idea de que la muy real y dolorosa lucha de Ucrania era algo en lo que ellos tenían un papel fundamental. A medida que el conflicto se ha ido prolongando, los fantasiosos se han ido desvaneciendo, y los currículos de docenas de voluntarios occidentales han sido investigados, o han perdido relevancia a medida que su supuesta experiencia se ha puesto a prueba en combate. El frente ucraniano, la lucha más brutal que ha vivido Europa desde la década de 1940, nunca ha sido un lugar menos propicio para los aficionados a las emociones fuertes.

Sin embargo, Routh hizo todo lo posible por asociarse a la lucha contra Rusia, expresando su apoyo a Ucrania en docenas de mensajes X ese año, diciendo que estaba dispuesto a morir en la lucha y que “tenemos que quemar el Kremlin hasta los cimientos”.

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Protestó en Kyiv tras la invasión rusa, e incluso intentó alistarse, pero, a sus 56 años y sin experiencia militar, fue rechazado. Intentó ayudar a reclutar extranjeros para luchar, pero parece que fracasó. El diario The New York Times llegó a entrevistarle sobre un plan para obtener pasaportes falsos para que veteranos afganos pudieran venir de Pakistán o Irán a Ucrania para ayudar a resistir la embestida rusa. Oleksandr Shaguri, oficial del Departamento de Coordinación de Extranjeros del Mando de las Fuerzas Terrestres, afirmó que sus ofertas de reclutar a un gran número de personas de todo el mundo para luchar por Ucrania “no eran realistas”. Dijo a CNN: “La mejor manera de describir los mensajes [de Routh] es: ideas delirantes”. Routh nunca trabajó con ellos, un estribillo común en todo el Ejército ucraniano que se escuchó este lunes.

Kyiv ya tiene bastante con lo suyo, aparte de explicar lo poco que tenía que ver con el autor de “Ukraine’s Unwinnable War: The Fatal Flaw of Democracy, World Abandonment and the Global Citizen: Taiwan, Afghanistan, North Korea and the end of Humanity”. Este –el título de Routh para su libro autopublicado– no exige que las ideas de su autor se tomen demasiado en serio.

Pero las prolíficas cámaras de eco de Moscú ya han empezado a crear una narrativa en la que el apoyo de Estados Unidos a Ucrania es de algún modo extremista. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, a la pregunta de qué pensaba sobre el intento de magnicidio, dijo, según Reuters: “No somos nosotros los que debemos pensar, son los servicios de inteligencia estadounidenses los que deben pensar. En cualquier caso, jugar con fuego tiene sus consecuencias”.

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RT.com, un medio de noticias en inglés dirigido por el Kremlin, también destacó el interés de Routh por Ucrania, escribiendo que “la congresista republicana Marjorie Taylor Greene declaró que, si se confirma la identidad del sospechoso, está claro que está ‘obsesionado con la guerra de Ucrania, financiada por Estados Unidos'”.

No esperen que en las próximas semanas surjan argumentos nuevos o inteligentes sobre la guerra de Ucrania. En su lugar, prevean un lento goteo de algunas voces nuevas, y algunas de las habituales, que sugieren que la guerra en Ucrania no se puede ganar, que hay que dar a Putin la oportunidad de negociar un acuerdo (incluso uno que le permita quedarse con el trozo de Ucrania que ha robado), y que hay una infección malsana de extremistas en las filas de quienes sienten que deben –como dijo una vez Routh– “luchar y morir” por Ucrania.

Personas se reúnen cerca del complejo deportivo de una universidad después de los ataques con misiles rusos en Kyiv, Ucrania, el 2 de septiembre. (Crédito: Maxym Marusenko/NurPhoto/AP)

Nada de esto ayuda a los ucranianos que realmente deben luchar y morir para proteger sus hogares y familias. Esto perjudica especialmente al presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, días antes de que presente un plan de victoria al Gobierno de Biden. El clamor de apoyo para que Ucrania reciba el permiso de EE.UU. para disparar misiles de mayor alcance suministrados por este país contra objetivos situados al interior del territorio ruso había ido creciendo. La semana pasada parecía probable que el presidente Joe Biden siguiera el curso que ha seguido cuando se le han presentado decisiones anteriores sobre armar a Ucrania, y diera su consentimiento –aunque muy, muy tarde– tras la presión pública de los aliados.

Pero ahora las comparecencias de Zelensky ante la prensa pueden verse acosadas por preguntas sobre Routh, por muy absurdamente alejado que estuviera de la agenda de Kyiv su aparente ataque en un campo de golf de Florida. Alimentará la paranoia definitiva de los aislacionistas estadounidenses: que las acciones en el extranjero que parecen beneficiar a los intereses globales de Estados Unidos conllevan el riesgo de fomentar la violencia en casa.

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Las inclinaciones políticas y la visión del mundo de Routh estaban lejos de ser consistentes, si no eran delirantes. Pero en el susurrante foro de incoherencias aleatorias que es las redes sociales, contribuyen a una narrativa, para quienes la buscan, de que el apoyo a Ucrania está causando caos en Estados Unidos y que debería simplemente mantenerse al margen de la guerra de Putin.

Nada de esto conecta con la salvaje realidad a la que se enfrentan los ucranianos cada noche, sacudidos por misiles rusos, o perdiendo a sus seres queridos en el espantoso desgaste del frente.

El apoyo de Washington a Kyiv tiene peso y consecuencias cuando entra en juego, pero es terriblemente frágil cuando está sujeto a la política electoral estadounidense y al voluble control de la geopolítica por parte del Partido Republicano. La repentina inserción de un extremista caprichoso como Routh es un comodín ruidoso y confuso, en un momento en el que el apoyo a Ucrania necesitaba urgentemente una voz calmada y equilibrada.

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