OPINIÓN | El 2020 trajo grandes penas a EE.UU., pero también un gran triunfo
Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Actualmente, Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion
(CNN Español) — Se nos acaba 2020 y para muchos es un año que debería ser borrado de la historia. Año de ausencias y dolor. De fatales pronósticos cumplidos y amenazas, de cómo el sueño americano pudo convertirse poco a poco en pesadilla, y de cómo fue la muerte para más de 330.000 habitantes del país. Ha sido un año de dolor, de incertidumbre y de muerte.
Pero como nada se puede borrar completamente del pasado, 2020 quedará allí, en su puesto, después de 2019 y antes de 2021. Archivado, un poco sudoroso y también avergonzado, como para esconder la cabeza, con lo que le trajo al mundo en sus 366 días de existencia y en especial, a Estados Unidos.
A medida que la pandemia se fue poniendo peligrosa, también nos contagió el “excepcionalismo estadounidense”. Recuerdo que le dije a Carmen Rosa, mi esposa, un día en que las noticias de la televisión se pusieron aún más preocupantes: “Bueno, pase lo que pase, venga el virus que venga, estamos en el mejor país del mundo para enfrentarlo. Tenemos toda la tecnología y toda la preparación, ¡tenemos a los CDC! ¿Te acuerdas de la película “Outbreak” –– le dije ––con Dustin Hofffman como experto en enfermedades contagiosas? Al fin y al cabo, estamos ni más ni menos, que en Estados Unidos”. Y me senté, más que tranquilizado, adormilado, a seguir viendo las noticias, imaginando a decenas de miles de Dustin Hofmann luchando inteligentemente contra cualquier epidemia que osara meterse con el país.
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Hoy de nuevo me sorprendo con aquella tontería. El diario The Washington Post publica que el 13 de enero de 2020, la Organización Mundial de la Salud hizo público un protocolo de diseño del test para detectar el covid-19. Diversos países no perdieron tiempo en comenzar con aquello. Mientras tanto, los responsables de los CDC se empeñaron en crear una prueba más ambiciosa y complicada que, sumada a problemas por un laboratorio contaminado, resultó en que tardaron 46 días en desarrollarla. Los científicos tailandeses, por ejemplo, tardaron solamente horas en comenzar con las instrucciones de la OMS para lograr el nuevo test, reporta el diario.
Hoy Tailandia reporta apenas 60 fallecidos por covid-19, con unos 70 millones de habitantes, mientras que Estados Unidos ocupa el número uno, con más de 338.000 muertes en más de 330 millones de habitantes. Una buena diferencia, alcanzada tal vez gracias al “excepcionalismo estadounidense”, una doctrina que explica la superioridad, la excelsitud de propósitos y la capacidad al decidir, de los que viven y deciden en Estados Unidos. Pero, ¿qué pasó en esta ocasión? ¿Nos funcionó el ser excepcionales? ¿Es verdad que somos excepcionales?
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Pero al igual que hubo grandes derrotas, penas y errores para la población de este país en el año 2020, también hubo un gran triunfo. El más importante. Lo esperado para el país con la historia del más largo, sólido y eficiente sistema democrático. El intento de regresar a la normalidad política, a la decencia, al compromiso social. Porque el actual presidente Donald J. Trump fue derrotado tanto en el voto electoral (por 74 delegados) como en el popular (por más de 7 millones de personas). Eso muestra que el sistema funcionó y puso a salvo la posibilidad de una estabilidad política de Estados Unidos. O por lo menos apunta a ello.
La electa y próxima administración Biden tiene propuesta como tarea fundamental unir de nuevo al pueblo estadounidense. No una unión política e ideológica en un país radicalmente dividido por las elecciones de 2020, que dieron a Donald J Trump -no lo olvidemos- más de 74,2 millones de votos. Eso continúa siendo un fuerte apoyo al ahora candidato derrotado en la votación electoral estadounidense, con más concurrencia a las urnas de toda la historia de este país. ¿Qué nos deparará 2024? ¿Un nuevo intento de Trump para conquistar el poder? Depende de la coherencia política de Trump, cada vez más dañada en su constante deslegitimación del proceso electoral estadounidense. Pero también depende de Biden, de su éxito en el mandato que le ha conferido el pueblo. Esperemos a ver qué nos depara realmente 2021.