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Facebook les permite a los políticos mentir abiertamente. Es hora de reglamentarlo

Nota del Editor: Dipayan Ghosh es becario Shorenstein y codirector del proyecto Plataformas digitales & democracia en Harvard Kennedy School. Fue asesor de políticas tecnológicas y económicas en la Casa Blanca de Obama, y luego se desempeñó como asesor sobre temas de políticas privadas y públicas en Facebook. Sígalo en Twitter @ghoshd7. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.

(CNN) — En el debate demócrata del martes ocurrió algo que no habíamos visto en anteriores episodios: 15 minutos completos de intercambios abiertos sobre cómo debería lidiar el gobierno con el poder cada vez mayor de Silicon Valley.

En el centro del intercambio estuvo la polémica entre la senadora Elizabeth Warren, quien ha estado abogando por la separación de gigantes tecnológicos como Facebook y Google, y la senadora Kamala Harris, quien intencionalmente le preguntó a Warren si se le uniría para exigir que Twitter suspenda la cuenta del presidente de Donald Trump en la plataforma.

Este hecho prepara el camino para lo que indudablemente será una disputa en el período electoral en cuanto al tipo de reglamentaciones que deberían tomarse en contra de las empresas de internet.

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Esta es una pregunta de fuerte carga y muy politizada, en particular para los candidatos demócratas. El mes pasado Facebook formalizó una nueva y audaz política que impactó a muchos observadores. La empresa anunció que no verificará lo que digan los políticos ni los censurará, ni siquiera en el contexto de su publicidad política o durante la campaña electoral.

En los últimos días, este decreto ha arrojado a los avisos publicitarios políticos estadounidenses a algo así como al Lejano Oeste. El presidente Donald Trump, que probablemente se enfrentará al candidato demócrata en las elecciones generales el año próximo, ya ha tomado la oportunidad para diseminar mentiras políticas sin rendir cuentas.

Un aterrador nuevo mundo de comunicación política

Después del anuncio de Facebook, la campaña presidencial de Trump difundió un comercial en la plataforma de Facebook en la que afirmaba que el aspirante presidencial demócrata Joe Biden había usado su poder cuando era vicepresidente para intentar influir en Ucrania y ayudar a su hijo Hunter Biden.

Los “hechos” detrás del comercial de Trump que implicaba a Biden (visto en Facebook no menos de 5 millones de veces) han sido desmentidos por completo, y CNN se negó a transmitir el comercial por esa razón.

Esta nueva política de Facebook abre un escalofriante mundo a la comunicación política y a la política nacional. Ahora resulta que políticos destacados pueden diseminar mentiras políticas sin repercusión alguna. De hecho, la campaña de Trump ya estaba esparciendo otras falsedades mediante comerciales en línea inmediatamente antes de que Facebook hiciera ese anuncio; y, como alguien pronosticó, la mayoría de esas publicidades no han sido retiradas de la plataforma.

Si nuestros políticos no reforman las reglamentaciones de las plataformas de Internet y publicidades digitales, nuestro futuro político estará en riesgo. Las elecciones de 2016 revelaron el tremendo daño al proceso democrático estadounidense que pueden ocasionar las campañas de desinformación coordinada; 2020 será mucho peor si no hacemos nada por contener la capacidad de los políticos de mentir en las redes sociales.

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La misma herramienta que permitió a las campañas políticas reducir los segmentos de audiencia en 2016 para los comerciales de Facebook seguirá existiendo en 2020. La diferencia será que esta vez las mentiras podrán ser distribuidas por los agentes de la campaña de Trump, en lugar que por las cuentas vacías operadas por el gobierno ruso y otros.

Al derogar la verificación de los hechos, Facebook solo les brindará mayor credibilidad a las operaciones de desinformación coordinadas, como en el caso del reciente comercial de campaña de Trump.

Warren respondió a la publicidad de Trump con atrevimiento: en un comercial que ha circulado sobre Facebook, la senadora afirma que “Mark Zuckerberg y Facebook acaban de respaldar la reelección de Donald Trump”. Luego, en la publicidad, ella reconoce que eso es una falsedad, y argumenta que “lo que hizo [Mark] Zuckerberg le ha dado a Donald Trump rienda libre para mentir en su plataforma; y luego para pagarle a Facebook mucho dinero para extender sus mentiras a sus votantes estadounidenses”.

La burla de Warren a su publicidad –y la política subyacente que permitió su diseminación— permite resaltar cómo la nueva política de Facebook tendrá graves implicaciones para nuestro futuro político. La decisión de Facebook de no eliminar el comercial de Trump equivale a habilitar conscientemente la insidiosa manipulación política de los votantes estadounidenses.

El poder de Facebook y la “libre expresión”

La ironía es que Facebook ya censura comerciales, entre otros los colocados por campañas presidenciales en Estados Unidos, por muchas otras razones. Una investigación halló que la empresa había retirado contenido pago de cuatro candidatos demócratas, que incluían 117 publicidades colocadas por la campaña de Biden, por razones que iban desde el uso de insultos a la exhibición de botones falsos.

Es desconcertante pensar que, por decreto, Facebook puede considerar que una publicidad política es deshonesta porque contiene botones falsos (que pueden engañar al espectador para que ingrese con un clic a una encuesta cuando en realidad la publicidad no es interactiva), pero la empresa se rehúsa a actuar contra las publicidades que contienen mentiras políticas abiertamente desbancadas, incluso durante las elecciones presidenciales estadounidenses.

Esta peligrosa incoherencia en las decisiones de políticas de Facebook es una señal de que su poder corporativo ha crecido demasiado. La preocupación por el interés público y la salud de nuestra democracia debería impulsarnos a actuar. Y la única entidad que tiene el poder de hacer algo para mejorar la situación para el pueblo estadounidense es el Congreso.

Facebook tiene un contraargumento principal para objetar la reglamentación: que la empresa debe mantener su fuerte compromiso con la libertad de expresión y la libertad de expresión política. Esto surgió en el discurso de Mark Zuckerberg en la Universidad de Georgetown el jueves, cuando describió a las redes sociales como un quinto estado, y caracterizó los llamados de los políticos a la acción como un intento de restringir la libertad de expresión. Citando por momentos a Frederick Douglas y jurisprudencia de la Corte Suprema, Zuckerberg dijo: “Estamos en una encrucijada”; y aseveró: “Cuando no está del todo claro qué se debe hacer, deberíamos errar a favor de la libre expresión”.

Desafortunadamente para Facebook, este argumento no se sostiene demasiado. Si uno decide que una publicidad que contiene un botón falso no cumple con las condiciones porque “[tientan] a los usuarios a seleccionar una respuesta”, entonces ciertamente no debería con conocimiento de causa transmitir publicidades que tientan a los votantes a consumir inconscientemente mentiras públicamente sabidas, ya sea que sean distribuidas por el presidente o por cualquier otro político. De hecho, como señaló un funcionario de la campaña presidencial de Biden, el argumento de Zuckerberg equivale a una insidiosa “elección de disfrazar la política de Facebook como una fingida preocupación por la libre expresión” para “usar la Constitución como un escudo para el rédito económico de su empresa”.

Detrás de lo que la empresa presenta como un compromiso con la libre expresión hay una conveniencia comercial.

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La reglamentación es el futuro

Si Facebook no puede tomar medidas adecuadas y remover las mentiras políticas pagas de su plataforma, la única respuesta debe ser la seria reglamentación de la empresa. Una reglamentación que fuerce a Facebook a ser transparente sobre la naturaleza de las publicidades políticas e impida la propagación de falsedades políticas, aun cuando sean entusiastamente distribuidas por el presidente Trump.

Nuestra nación siempre ha aspirado a poner los intereses de nuestro propósito democrático por sobre los intereses de los mercados. No debería hacerse una excepción con Silicon Valley.

— Traducción de Mariana Campos

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