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Necesitamos la historia real de por qué Trump vendió a los kurdos

Nota del editor: Frida Ghitis, exproductora y corresponsal de CNN, es columnista sobre temas internacionales. Colabora con frecuencia para la sección de opinión de CNN, para The Washington Post y es columnista para World Politics Review. Puede seguirla en Twitter en @fridaghitis. Las opiniones expresadas en este artículo son propias de la autora.

(CNN) — ¿En qué estaba pensando el presidente Donald Trump cuando abruptamente anunció que había acordado revertir años de política estadounidense en Siria y retirar las fuerzas estadounidenses, abriéndole paso a Turquía para lanzar un ataque contra los que habían sido leales aliados de EE.UU., entregándole una victoria buscada desde hacía tiempo a los enemigos de Estados Unidos, entre ellos Irán y Rusia?

De hecho, la decisión de Trump tomó desprevenidos a los kurdos sirios, amigos de Estados Unidos, que supuestamente se enteraron de la traición estadounidense por un tuit. “Nos dejan para ser masacrados”, dijo un líder kurdo sirio a un diplomático estadounidense.

Los estadounidenses en el terreno lo sabían. Sabían que muchos morirían. Algunos boinas verdes dijeron sentirse “avergonzados”. A los aliados estadounidenses les preocupó que Trump (es decir, Estados Unidos) pudiera de repente traicionar a sus amigos sin aviso, y que ellos pudieran ser el próximo.

La decisión, tomada después de un llamado telefónico con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, provocó una reacción en cadena previsible de desastres tan indignantes, que incluso muchos de los republicanos más leales a Trump estaban consternados. El líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, que ha torcido y violado reglas y normas para defender a Trump, advirtió que un retiro repentino de las fuerzas estadounidenses “solo beneficiaría a Rusia, a Irán y al régimen de Assad.” El senador Lindsay Graham denominó la medida como “la torpeza más grande de la presidencia [de Trump]”. La representante Liz Cheney la denominó “un desastre vergonzoso”.

A final del lunes, Trump anunció nuevas sanciones económicas contra Turquía por sus “acciones desestabilizadoras en el noreste de Siria”. Si no hay otra opción, este es un reconocimiento de que la retirada de los efectivos estadounidenses fue un grave error. Pero eso no es una justificación de ningún tipo; más bien resalta lo desastrosamente incoherente, caótica y contradictoria que es la política.

La decisión de Trump respecto de Siria es tan dañina, que es imperativo que descubramos qué hay detrás de ello. ¿Qué se dijeron exactamente Trump y Erdogan en ese llamado telefónico? ¿Por qué acordó Trump retirarse y permitirles a las fuerzas de Erdogan -al ejército y a las milicias islamistas- que se movilicen?

Estas son preguntas válidas que exigen respuesta. El Congreso debería solicitar que Trump entregue una transcripción completa o una grabación de la llamada con Erdogan. De hecho, también necesitamos averiguar de qué habló exactamente Trump con Putin sobre este tema. No hace falta que las transcripciones se hagan públicas. Quizás una comisión conjunta del Congreso o incluso un panel de jueces puede oír las pruebas. Pero los pasos y el razonamiento que llevó a esta catastrófica herida autoinfligida, a la seguridad y a la posición de Estados Unidos en el mundo, deben ser escrutados.

Si Trump se rehúsa, sabremos que oculta algo.

Los presidentes estadounidenses disponen de mucha latitud para actuar, particularmente en política exterior. Trump, como sus predecesores, tiene el derecho a tomar decisiones estratégicas equivocadas. Tiene el derecho a cometer errores tontos. Dios sabe que otros presidentes de EE.UU. los han cometido. Pero los mandatarios deben tomar estas decisiones, incluso las insensatas, basándose en lo que creen que es más beneficioso para Estados Unidos.

La orden de Trump de abrir paso al ataque de Turquía contra los aliados estadounidenses no pasa esta prueba básica. No hay razón para creer que EE.UU. sacará ventaja alguna de este costoso giro de política. Va en contra de todo objetivo geopolítico de Estados Unidos. La afirmación de Trump de que esta es una movida para “poner fin a las guerras interminables” es infundada. Esta fuerza ya era un mecanismo de bajo costo para poner fin a las guerras interminables, para impedir otras nuevas y para evitar que las existentes empeorasen.

Aun cuando quisiera retirarse, ¿por qué hacerlo sin preparación?

Sin duda, el presidente Obama cometió errores terribles en Siria, pero esta pequeña fuerza, conformada a lo largo de media década, logró resultados impresionantes. Los kurdos sirios fueron un multiplicador de las fuerzas. Fueron los que más combatieron contra ISIS, perdieron a miles de guerreros y guerreras. (Sí, las mujeres son parte integral de las fuerzas kurdas que Turquía ve como una organización terrorista).

La presencia de bajo costo de EE.UU. fue una historia de éxito: ayudó a conseguir cierta estabilidad en el noreste de Siria, limitó el avance de Irán y bloqueó los esfuerzos de Teherán para construir un paso continuo por tierra hacia el Mediterráneo, con la intención en parte de amenazar a Israel, y puso coto a los avances de Rusia.

Las probabilidades de guerra entre Irán e Israel son ahora mayores. La fuerza de Rusia se afianza a medida que su aliado, Assad, vuelve a capturar más terreno en Siria y emerge más endeudado con Rusia, Irán y Hezbollah.

Y luego está ISIS. Si la retirada de Obama de Iraq ayudó a dar vida a ISIS, la retirada de Trump de Siria podría traerlo de regreso, casi de la muerte.

La mancha no se lavará pronto. La traición de Estados Unidos dejó a los kurdos sirios, que han intentado desarrollar una democracia que funcione, sin otra opción que pedirle ayuda a Assad (el dictador de Siria que masacró civiles usando armas químicas y tácticas de hambruna).

Estados Unidos ha traicionado antes a sus amigos, pero fue siempre enfrentado a un profundo dilema moral. Un compromiso moral para evitar algo peor, o para conseguir algo distinto. Pero aquí no había ningún dilema.

¿Por qué lo hizo Trump?

El presidente ya nos lo dijo, antes de asumir su cargo, que tenía un “pequeño conflicto de intereses” con Turquía, donde tenía sustanciosas inversiones, entre otras, no una sino dos torres Trump. Pero quizás no tenga nada que ver con esto. Quizás sea solo arrogancia, negligencia, orgullo desmesurado.

En circunstancias normales, podríamos mostrar nuestra desaprobación de la decisión de Trump; llamarlo un terrible error y sacarle el mayor provecho. Pero estas no son circunstancias normales, y esto no es solo una movida táctica errónea. Es una farsa de política exterior que exige respuestas.

Traducción de Mariana Campos

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