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Cómo trabajaron juntos los equipos de Biden y Trump para lograr el acuerdo sobre el alto el fuego y los rehenes en Gaza

Por Kevin Liptak, Michael Williams, Nikki Carvajal, Alayna Treene y Arlette Saenz, CNN

Cuando el primer ministro de Qatar declaró este miércoles –por fin– que se había alcanzado un acuerdo de alto el fuego por rehenes en Gaza, representantes de dos administraciones estadounidenses estaban presentes en Doha para disfrutar de la victoria.

La cooperación entre ambas fue “casi sin precedentes”, dijo un alto funcionario de la administración Biden después de que se cerrara el acuerdo, posible gracias a una rara intersección de intereses entre rivales acérrimos que vieron una oportunidad tras la victoria de Trump.

Brett McGurk, el veterano negociador en Medio Oriente del presidente Joe Biden, llevaba semanas plantado en la capital qatarí con la esperanza de lograr un acuerdo definitivo. En los últimos días se le unió Steve Witkoff, enviado del presidente electo Donald Trump para Medio Oriente, para dar el último empujón.

En algunos momentos, McGurk y Witkoff se repartieron las reuniones por Medio Oriente para impulsar el acuerdo, incluidas las conversaciones cruciales entre Witkoff y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, la semana pasada, a las que McGurk se unió por teléfono. Si McGurk se centró principalmente en los parámetros del acuerdo, Witkoff se encargó de hacer hincapié en el deseo de Trump de que el acuerdo estuviese cerrado para el día de la toma de posesión.

Tras anunciarse el acuerdo, tanto el presidente entrante como el saliente se atribuyeron todo el mérito, señal de que la envenenada relación entre ambos perdura.

En última instancia, sin embargo, el acuerdo permite tanto a Biden como a Trump cantar victoria. Supone una última noticia positiva para un presidente que está a punto de dejar el cargo con el índice de aprobación más bajo de su mandato. Y refuerza la buena fe de un presidente electo que prometió que “estallaría el infierno” en Gaza si no se liberaba a los rehenes antes de su segunda toma de posesión.

La realidad sobre quién es el responsable del acuerdo es compleja. Funcionarios de la administración Biden dicen que el impulso hacia un acuerdo comenzó antes de las elecciones, después de que se alcanzara un alto el fuego por separado entre Israel y Hezbollah en el Líbano. Los contornos del acuerdo final con Hamas se asemejan mucho a una propuesta que Biden presentó por primera vez en mayo, pero que no pudo completar.

En un discurso pronunciado en la propiedad de Trump en Mar-a-Lago a principios de este mes, Witkoff dijo que el equipo de Biden era la “punta de lanza” en las conversaciones.

“Nadie tiene el orgullo de la autoría. Estamos totalmente orientados a los resultados. Llevémoslos a casa”, dijo entonces Witkoff, antiguo inversor inmobiliario.

Aun así, después de cerrar el acuerdo, incluso los funcionarios de Biden reconocieron que el plazo de la entrada en funciones de Trump fue un factor motivador para encontrar por fin el éxito tras meses de fracasos. Y Trump, que seguía los acontecimientos desde Florida, se apresuró a declarar que el acuerdo solo había sido posible gracias a su victoria.

“Este acuerdo de alto el fuego épico solo ha sido posible gracias a nuestra histórica victoria en noviembre”, escribió en las redes sociales.

Biden se mostró más circunspecto.

“Es una tarde muy buena”, dijo Biden este miércoles desde el Cross Hall de la Casa Blanca, a pocos pasos de donde miembros del equipo entrante de Trump se reunían con sus homólogos de la administración Biden en el ala oeste para tratar asuntos de seguridad nacional.

El presidente, que cuenta con décadas de experiencia en política exterior de alto nivel, describió las conversaciones que condujeron al acuerdo de alto el fuego como “una de las negociaciones más duras que he vivido nunca”. Dijo que su equipo había estado “hablando como uno solo” con los funcionarios de Trump.

Pero cuando se le preguntó quién merecía el mérito por el acuerdo de este miércoles, si Trump o él mismo, el presidente mostró su enfado:

“¿Es una broma?”, dijo antes de marcharse.

En la recta final de la campaña presidencial de 2024, pocos dentro de la Casa Blanca creían que se pudiera lograr un acuerdo sobre los rehenes antes de que se conocieran los resultados de las elecciones.

Funcionarios estadounidenses y europeos consideraban que Netanyahu estaba ganando tiempo, esperando a ver con qué presidente estadounidense trataría en adelante, y manteniendo abiertas sus opciones ante cualquier resultado.

Horas de airadas llamadas telefónicas entre la Casa Blanca y la oficina de Netanyahu habían producido escasos avances, e incluso la muerte del líder de Hamas, Yahya Sinwar, no agitó inmediatamente un acuerdo.

La victoria de Trump –ampliamente vista dentro de la Casa Blanca como el resultado preferido de Netanyahu– no era el resultado que esperaban los ayudantes de Biden. En su pérdida, sin embargo, algunos vieron una nueva oportunidad.

Por eso, durante una reunión postelectoral con Trump frente a la chimenea del despacho oval, Biden hizo una petición al hombre que le sustituirá dentro de unos meses: trabajar con el equipo de la administración para sacar a los rehenes de Gaza.

En las conversaciones entre los equipos de seguridad nacional entrante y saliente, los ayudantes de Biden dejaron claro que, independientemente de la acritud que existiera entre los dos hombres –y a pesar de su amistosa charla en el despacho oval, seguían estando amargamente enfrentados–, la cuestión de los rehenes era un punto en el que debían trabajar juntos.

“Estamos dispuestos a trabajar con el equipo entrante en una causa común sobre una base bipartidista para hacer todo lo que esté en nuestro poder colectivo estadounidense para garantizar la liberación de los rehenes, tanto vivos como fallecidos”, declaró Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, la semana después de las elecciones de noviembre.

En su conversación junto al fuego, Biden y Trump llegaron al acuerdo de que el asunto de los rehenes podía y debía resolverse antes del traspaso de poderes del 20 de enero, según personas que se enteraron de la reunión posteriormente.

El momento convenía a ambos hombres.

Los asesores de Trump consideran desde hace tiempo que cualquier acuerdo alcanzado después de su victoria, pero antes de su toma de posesión, le permitiría atribuirse el mérito. También le quitaría el problema de encima, ya que comienza una segunda presidencia centrada en cumplir sus promesas de campaña sobre inmigración, aranceles y desmantelamiento de las normativas de la era Biden.

Para Biden, haber conseguido por fin el acuerdo sobre los rehenes que ha pasado más de un cuarto de su presidencia intentando cimentar revalidaría el tiempo y la energía -–y el capital político– perdidos para la causa.

Así que, con el beneplácito de ambos, los dos bandos se pusieron manos a la obra en un último esfuerzo de una semana para lograr lo que durante tanto tiempo había parecido imposible.

Según el alto funcionario de la administración, uno de los puntos críticos que habían surgido en los últimos meses era la negativa de Hamas a reconocer cuántos rehenes seguía reteniendo o a identificar a los rehenes que liberaría como parte de la primera fase del acuerdo.

Los funcionarios estadounidenses dejaron claro a Hamas a través de sus intermediarios que no se podría llegar a ningún acuerdo sin una lista completa de los rehenes que serían liberados como parte del acuerdo.

La presión pareció funcionar. A finales de diciembre, Hamas había accedido a proporcionar la lista, acelerando las conversaciones para llegar a la fase final de las negociaciones hacia un acuerdo.

McGurk permaneció en Medio Oriente trabajando para completar el complejo acuerdo, incluida la finalización de los detalles sobre la secuencia de cómo y cuándo se liberaría a los prisioneros.

Atrincherados en un edificio de Doha, los negociadores de Estados Unidos, Israel, Qatar y Egipto, junto con funcionarios de Hamas, hablaron hasta las 3:00 a.m. de la madrugada mientras las partes intentaban ultimar lo que había sido un frustrante y esquivo acuerdo para poner fin al conflicto.

Hamas planteó una serie de exigencias de última hora durante las negociaciones finales. Pero las partes estadounidense e israelí se mantuvieron firmes y presionaron a Hamas para que llegara a un acuerdo.

La aplicación del acuerdo podría comenzar ya este domingo, según un funcionario.

Cuando el acuerdo se hizo realidad, Netanyahu se puso al teléfono con sus homólogos estadounidenses. Su primera llamada fue a Trump, para darle las gracias y concertar una reunión en Washington. A continuación, llamó a Biden y “también le dio las gracias”, según un comunicado de la oficina del primer ministro.

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