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Hace 40 años, un sismo arrasó con la Ciudad de México. Hoy, algunas heridas siguen abiertas y aún hay mucho por hacer

Por Mauricio Torres, CNN en Español

Arturo Valverde tenía 12 años y apenas unas cuantas semanas de haber entrado al primer grado de secundaria cuando el sismo del 19 de septiembre de 1985 cambió su vida y la de millones de habitantes de la Ciudad de México.

Valverde estudiaba en la Escuela Secundaria Diurna 3, también conocida como “Niños Héroes”, un plantel ubicado en la céntrica avenida Chapultepec. A la hora a la que se empezó a sentir el temblor, las 7:19 de la mañana de ese jueves, la mayoría de los profesores y alumnos estaban en el patio esperando formarse para pasar a sus salones.

Al principio —recordó—, el movimiento de la tierra generó entre los adolescentes “gritos de relajo”, que se transformaron en silencio, sorpresa y miedo cuando las ventanas comenzaron a romperse y la construcción colapsó. El desplome se produjo en solo unos segundos y generó una extensa nube de polvo que cubrió todo el lugar.

“Fue un instinto alejarnos del edificio”, dijo Valverde, convencido de que él y algunos de sus amigos lograron salvarse porque corrieron de inmediato.

No todo su círculo cercano pudo escapar del derrumbe. Juan Gabriel Pacheco Islas, también estudiante de primer grado y amigo de Valverde, fue una de las siete víctimas que el sismo dejó en la escuela: seis alumnos y una madre de familia cuyos nombres están inscritos en una placa colocada en las actuales instalaciones.

El terremoto tuvo una magnitud de 8,1, de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional (SSN). Comenzó a las 7:17 de la mañana con epicentro a 45 kilómetros al noroeste de La Mira, en el estado de Michoacán.

Instantes después, se sintió en otros estados como Colima, Jalisco, Guerrero y la Ciudad de México, entonces conocida como Distrito Federal, donde residían unos 6 millones de habitantes —según el censo de 1980— y donde el siniestro causó más daños.

Edificios desplomados, polvo en el aire, vidrios rotos en las calles, interrupciones en los servicios de energía eléctrica y teléfono, olor a gas y un ir y venir de personas que querían ayudar a remover escombros en busca de quienes estuvieran atrapados fueron la constante tanto ese día como las jornadas siguientes, según testimonios de ciudadanos y rescatistas recabados por CNN.

“Uno que estaba en eso no se percataba del alcance hasta que ibas viendo en cada lugar al que ibas”, dijo Gabriela Armendáriz, quien entonces era estudiante universitaria y se unió a los grupos de voluntarios que llevaban alimentos u otros insumos a los puntos donde se realizaban trabajos de rescate.

Marcos Hernández, veterano de la Cruz Roja Mexicana y quien participó en la atención a la emergencia, recordó una experiencia similar. Cuando ocurrió el sismo —relató—, se encontraba con otros compañeros en el área de ambulancias de la institución en la zona de Polanco, en el poniente de la capital. Desde ahí, los enviaron al centro, donde vieron el colapso de sitios como el famoso Hotel Regis y algunos hospitales públicos.

“Nunca imaginé la magnitud de lo que había sucedido, nunca me imaginé, fue algo tremendo, la peor desgracia que ha vivido México, yo siento”, dijo.

Carlos Concha, otro veterano de la Cruz Roja Mexicana quien destacó la ayuda internacional que llegó frente a la tragedia, señaló que para él, al igual que para muchas personas, el terremoto representó un antes y un después no solo para la capital sino para todo el país.

En su opinión, este parteaguas puede sintetizarse en una frase: “Tenemos que prevenir desde la casa, desde la escuela, desde el trabajo”.

El sismo de 1985 puso en marcha cambios en diversos campos, entre ellos, el político y social, dijeron especialistas consultados.

Anavel Monterrubio, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Azcapotzalco (UAM-A), subrayó que en los momentos más inmediatos la ciudadanía se organizó para enfrentar la emergencia ante lo que consideró la lentitud de los gobiernos local y federal. En esa época, la capital estaba a cargo de un Departamento del Distrito Federal (DDF), cuyo titular era nombrado por el presidente.

Una de las expresiones de esta organización fue el nacimiento de los “topos”, grupos de jóvenes que adquirieron ese nombre porque se metían entre los escombros en busca de personas atrapadas. Tras el sismo, estas organizaciones se constituyeron formalmente, se capacitaron en tareas de rescate y desde entonces han brindado ayuda en situaciones de desastre en México y otros países.

Luis Gerardo Reyes, quien en esa época tenía 17 años, fue uno de esos primeros “topos”. “Sin saber, me apresté con los vecinos, amigos que vivían en la calle, y empezamos a meternos a sacar a gente de entre los escombros… En ese momento fue un parteaguas en la vida, al menos para mí”, recordó.

Mientras tanto, en términos políticos el sismo intensificó las acciones de movimientos urbanos que desde antes demandaban políticas incluyentes de acceso a la vivienda, así como la exigencia de reformas para que hubiera democracia y mayor participación en la ciudad, dijo Monterrubio.

Para la década siguiente —expuso la académica—, esto derivó en una reforma política que convirtió al DDF en Gobierno del Distrito Federal y estableció que su titular fuera elegido por la ciudadanía, entre otros cambios.

El primer jefe de Gobierno electo en la capital, Cuauhtémoc Cárdenas, del ahora extinto Partido de la Revolución Democrática (PRD), asumió el cargo en 1997. Tres años después, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había gobernado México desde 1929, perdió la presidencia por primera vez frente al Partido Acción Nacional (PAN).

A 40 años del terremoto, no hay claridad sobre la cifra total de víctimas que dejó. Laura Velázquez, coordinadora nacional de Protección Civil, dijo a CNN que los recuentos de la época sitúan el número entre 5.000 y 6.300 personas fallecidas. Algunos reportes de prensa publicados hasta la fecha estiman que la cantidad fue mayor.

Más allá de los números, lo que sí está claro es que el sismo cambió el rostro de la Ciudad de México y activó medidas de fondo tanto en el ámbito local como en el federal, dijeron especialistas consultados.

Algunos edificios emblemáticos fueron demolidos, como el Hotel Regis. Otros tuvieron reconstrucciones, como el Hospital General, el Hospital Juárez —de donde fueron rescatados “niños milagro”— y la propia Escuela Secundaria Diurna 3. Según la asociación civil de arquitectura FUNDARQMX, 1.200 inmuebles colapsaron por el temblor y unos 5.700 tuvieron algún tipo de afectación.

En mayo de 1986, el Gobierno del entonces presidente Miguel de la Madrid (1982-1988) publicó el decreto que creó el Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc), una instancia diseñada para articular a autoridades de todos los niveles en la atención de una emergencia, y poco después también se fundó el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).

Raúl López Roldán, ingeniero que entonces trabajaba para la empresa ICA, recuerda que también se formó una comisión para revisar las normas de construcción en la capital, un punto que Naxhelli Ruiz Rivera, académica del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera uno de los “hitos” que dejó el sismo.

“En ingeniería, se creó un reglamento de construcciones donde ya se ponían de manifiesto escenarios de peligro más reales de lo que pasaba en la ciudad, que antes no se tenían porque eso se aprendió en ese momento”, dijo la especialista.

Sin embargo —agregó—, a pesar de estos aprendizajes, existen diversos desafíos aún pendientes de respuesta.

Los ciudadanos, rescatistas y expertos consultados coincidieron en que México aprendió lecciones de 1985, pero también en que tiene desafíos por encarar en prevención, protección civil, desarrollo urbano y política de vivienda.

Una muestra de esto —dijeron— se observó justo 32 años después de ese terremoto, el 19 de septiembre de 2017, cuando un sismo de 7,1 impactó la capital y otros estados con un saldo de 369 personas fallecidas y unas 250.000 damnificadas, según cifras oficiales.

Si bien las afectaciones humanas y materiales fueron menores que en 1985, el temblor de 2017 evidenció irregularidades en construcciones, desigualdades y una insuficiente cultura de protección civil, señalaron los especialistas. Además, recordó que la Ciudad de México está en una zona sísmica, una situación que se agrava por distintos factores.

Naxhelli Ruiz Ramírez, del Instituto de Geografía de la UNAM, consideró fundamental atender al menos tres aspectos: lograr que las autoridades sean “más vigilantes” del cumplimiento de los reglamentos de construcción, actualizar la información sobre los edificios más antiguos y reforzar aquellos que lo requieran, y hacer que los proyectos de ingeniería —por ejemplo, cuando un grupo de vecinos necesita un dictamen sobre un inmueble— sean un servicio público, no uno exclusivo de particulares.

Anavel Monterrubio, de la UAM-A, agregó que, a su juicio, los gobiernos no están tomando en cuenta cómo fenómenos como la gentrificación pueden aumentar la vulnerabilidad, ni que prevalece la falta de coordinación entre instituciones.

“En realidad, no hay una cuestión transversal que nos diga: ‘Así hay que actuar en materia de vivienda, de ordenamiento territorial, de movilidad, de planeación para hacerle frente a los riesgos’. La cuestión de la transversalidad es un gran pendiente. Y la otra parte que es un gran pendiente también es la participación ciudadana”, dijo.

CNN pidió entrevistas con las secretarías de Gobierno y de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil de la capital para hablar del tema, y está en espera de respuesta.

En tanto, Laura Velázquez, coordinadora nacional de Protección Civil, reconoció que existe el reto de “fortalecer las acciones preventivas” y aseguró que el Gobierno federal avanza en tres frentes: aplicar los reglamentos “con rigor”, fomentar la prevención desde las escuelas y familias, y reforzar la planeación territorial.

“Hemos avanzado mucho como país, pero el compromiso es permanente: prevenir más, responder mejor y mantener viva la cultura de la autoprotección y la solidaridad”, dijo.

Mientras el país llega al 40 aniversario del sismo y se habla tanto de lo aprendido como de los desafíos por resolver —ahora con una capital con al menos 9,2 millones de habitantes, según el censo de 2020—, algunas personas que vivieron la tragedia piensan cómo pasarán la fecha y repasan qué enseñanzas les dejó el terremoto.

Arturo Valverde, hoy profesor universitario, planea acudir a su vieja secundaria. Ahí, a las 6:50 de la mañana, se realizará un homenaje para las siete personas que fallecieron en el lugar, y él recordará un principio que dice haber aprendido ese 19 de septiembre: “Sácale provecho a la vida hasta el último minuto, porque tú no sabes qué puede pasar después”.

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