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Una joven parisina llegó a Nueva York el día de Halloween. Allí conoció al hombre de sus sueños

Por Francesca Street y Sebastián Jiménez Valencia, CNN en Español

Claire Chabaud-Tropéano llegó a Nueva York en octubre de 2019, justo para Halloween, con la esperanza de que la ciudad de sus sueños le diera un giro a su vida. “Recuerdo caminar por las calles de Nueva York y pensar: ‘Esta fiesta podría serlo todo. Tal vez pueda ser un nuevo comienzo’. Porque me sentía tan mal en mi vida”, cuenta Claire a CNN.

Las luces, los disfraces y la energía de la ciudad le recordaban las películas que veía de niña. Era, dice, como caminar dentro de una historia.

La joven parisina, entonces de veintitantos años, había viajado a Estados Unidos “por impulso”, buscando inspiración para su sueño de ser emprendedora y vivir en Nueva York. Pero la realidad distaba de la imagen romántica que tenía: no tenía visa, ni apartamento, ni dinero suficiente para quedarse. “Estaba viendo mi sueño americano desvanecerse”, recuerda. A eso se sumaba una ruptura amorosa reciente y una sensación persistente de vacío. “Realmente estaba en un momento de colapso. Lloré mucho”, admite.

Una amiga neoyorquina, emprendedora a quien había conocido meses atrás en Costa Rica, la convenció de quedarse unos días más. “Me dijo: ‘Es mi cumpleaños este fin de semana. Quédate solo para eso. Y después viene Halloween. Quédate para esas dos fiestas, y luego te vas. Mientras tanto, te puedes quedar conmigo’”. Claire aceptó sin muchas expectativas. No imaginaba que esa decisión cambiaría el rumbo de su vida.

La fiesta de cumpleaños fue divertida. Pero la verdadera sorpresa llegó en Halloween, durante un festejo en un edificio del siglo XIX en Brooklyn, con paredes de ladrillo, techos altos y una decoración que parecía salida de un set de película: luces parpadeantes, calabazas talladas, música envolvente y un aire de euforia compartida. “Desde niña, Halloween ha sido mi fiesta favorita”, dice. Por eso, preparó con esmero su disfraz: un enterizo negro cubierto de luces diminutas que la convertían en una galaxia viviente.

La casa estaba llena de jóvenes disfrazados. Claire se movía entre la multitud con una mezcla de timidez y determinación. “Necesito dejar ir a mi ex. Vamos a ver qué pasa esta noche”, se dijo. Entonces lo vio: un joven con traje oscuro y un parche en el ojo. “Recuerdo haberlo visto y pensar: ‘Vaya. Si todos están así de guapos esta noche, esto va a ser genial’”, ríe.

El hombre del parche era David Redd, músico de Los Ángeles. También atravesaba un momento de transición personal. Músico afincado en Los Ángeles, acababa de terminar de grabar su primer álbum. “Era el primer trabajo como artista del que me sentía realmente orgulloso. Pensé que iba a lanzar mi carrera”, cuenta. Pero esa noche decidió dejar de pensar en el futuro y simplemente disfrutar.

Durante buena parte de la noche, Claire y David se observaron de lejos. Ella, atrapada en conversaciones insulsas; él, entre grupos de desconocidos. “Recuerdo que me sentía atascada en una charla aburrida en la azotea, y pensé en un consejo que me dieron una vez: ‘Siempre puedes salir de una habitación cuando estás atrapada’. Así que bajé a la sala principal”, relata Claire.

Entre luces de colores y música, se encontró con el joven del parche. Él sonrió. Claire lo miró y, con su espontaneidad característica, le dijo: “Tu disfraz es muy patético”. David se echó a reír. La tensión se rompió al instante. “Fue una cosa química extraña”, dice él. “Seguíamos girando uno alrededor del otro hasta que simplemente… nos quedamos ahí, conectados”.

Hablaron durante horas. No hubo beso, pero la intimidad era evidente. “Ella estaba recostada sobre mí, hablando, y había una naturalidad en esa escena que me sorprendió”, recuerda David. “Éramos completos desconocidos, pero se sentía como si ya nos conociéramos”.

Cuando la noche terminó, Claire le dio su número. O eso creyó. Días después, David intentó escribirle, pero el mensaje no llegó. Tres días más tarde, decidió buscarla en Instagram. “Le escribí: ‘No sé si el número equivocado fue intencional, pero por si acaso no lo fue… hola, soy yo.’” Claire sonrió al ver el mensaje. “No podía creerlo. Pensé que ya lo había perdido”.

Con el contacto entre ellos establecido a través de mensajes, Claire volvió a París y David a Los Ángeles. La distancia y la diferencia horaria complicaban las cosas, pero la conexión persistía. Claire, que había terminado con su ex porque no quería una relación a distancia, se sorprendió al no poder dejar de pensar en David. “Cada vez que intentaba hablar con alguien más, pensaba: ‘No está ese sentimiento. No está esa intensidad’”, dice.

Finalmente, Claire lo invitó a París. David dudó. “Llamé a mi mamá, que es muy adversa al riesgo, y le dije: ‘¿Esto es una locura? ¿Debería volar a París para ver a una chica que conocí durante 16 horas?’”. Su madre respondió: “En el peor de los casos, estarás en París. Eso nunca es una mala idea”.

El reencuentro confirmó la química. Pasearon por Montmartre, rieron con amigos y compartieron largas conversaciones en cafés. “Estoy seguro de que ambos lo sentíamos, pero ninguno de los dos lo verbalizó”, dice David. A partir de entonces, comenzaron a encontrarse en distintas ciudades: Londres, Nueva York, San Francisco. Pero cuando llegó la pandemia de covid-19, la distancia volvió a separarlos.

Durante meses, solo pudieron comunicarse por videollamada. “Había un ritmo fácil, un espacio para simplemente sentarnos y hablar”, cuenta David. Claire agrega: “La pandemia nos obligó a ralentizarlo todo. Y en esa calma, nos conocimos de verdad”.

Cuando las restricciones se relajaron, David voló a Francia y pasó tres meses con Claire en casa de sus abuelos. “Pasamos de encontrarnos en los lugares más románticos del mundo a hacer cuarentena en un pequeño pueblo francés con mis abuelos”, recuerda ella entre risas. Los abuelos no hablaban inglés, así que David aprendió francés para comunicarse con ellos y adaptarse a la vida familiar. “Fue una prueba de fuego. Si sobrevivíamos a eso, sobrevivíamos a todo”.

Después vivieron juntos en México y luego en Estados Unidos, sorteando obstáculos migratorios y profesionales. Finalmente, en 2022, se casaron en Tourrettes-sur-Loup, en el sur de Francia, en una ceremonia sencilla frente al mar. “Fue muy lindo. Muy simple. Un martes caluroso. Nos casamos en el ayuntamiento y luego cenamos en la playa, en la arena”, cuenta Claire.

Hoy viven en Los Ángeles. Ella dirige una empresa tecnológica; él sigue con su música. La vida, dicen, tiene altibajos, pero la base que construyeron sigue firme. “El hecho de que tengamos esto incluso en los días en los que nada sale bien —cuando los sueños no se cumplen, lo cual pasa—, sabemos que lo nuestro es sólido”, reflexiona David.

Cada 31 de octubre, cuando los disfraces y las luces vuelven a llenar las calles, Claire y David recuerdan aquella noche en Brooklyn. “Estoy tan agradecida”, dice ella. “Él era todo lo que esperaba poder encontrar algún día, pero pensaba que no lo merecía”.

David asiente. “Si tienes claridad sobre lo que quieres y te mantienes fiel a lo que crees, la vida encuentra la forma. Conocer a Claire me mostró eso. Y me devolvió la fe”.

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