Culiacán, un sendero de sangre y violencia
Nota del Editor: Arturo Argente Villarreal es columnista. Experiencia en asesoría legal corporativa. Especialista en Derecho mercantil, derecho concursal, derecho corporativo y litigio internacional. Egresado de la Universidad de Derecho de Tulane. Analista político y legal.
(CNN Español) — El mes de octubre del 2019, representa una breve biopsia del año más violento en la historia del México moderno.
El jueves 17 de octubre se llevó a cabo un precipitado operativo militar para capturar a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán y extraditarlo a Estados Unidos. Esta operación se ejecutó sin previa orden judicial de cateo y sin la autorización de los miembros del gabinete de seguridad, conformado por el Secretario de la Defensa, general Luis Cresencio Sandoval, y el titular de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, Alfonso Durazo Montaño.
Según la versión oficial, Ovidio Guzmán López estuvo brevemente en manos de elementos de la policía y el ejército en la ciudad de Culiacán, Sinaloa. Este intento desató una respuesta violenta por parte del Cartel de Sinaloa, en la cual se demostró orden, convocatoria y estrategia hacia el agresor. Al final, se logró alcanzar el objetivo, la libertad del hijo del “Chapo” Guzmán.
Culiacán representa un “parte aguas” en la administración de López Obrador y pone en “tela de duda” la estrategia de seguridad del gabinete de seguridad de la actual administración, con una Guardia Nacional que no funciona y que se encuentra totalmente rebasada.
Ante estos hechos, el coordinador de Morena en el senado, Ricardo Monreal, buscó cerrar filas con el presidente López Obrador al referir: “Es lamentable lo acontecido en Sinaloa, Guerrero y Michoacán en días recientes. Refleja el proceso de descomposición y destrucción del tejido social, que se heredó. Es hora de cerrar filas para recuperar nuestra tranquilidad, no más impunidad no más descomposición; el Poder Legislativo lamenta lo ocurrido y expresa su total solidaridad con los pueblos, las personas y con el presidente de la República”. Esta declaración causó molestia en las redes sociales al deslindarse de su responsabilidad y se le exigió actuar con carácter y decisión en la forma de gobernar.
Sin duda, este descalabro provocará a un hampa altiva, orgullosa y arrogante en todo el país; que le ha tomado “la medida” al ejército y evidenciado la carencia de las autoridades, tanto estatales como federales, y que manifiesta a un Estado sumiso, cediendo ante las embestidas del narco.
Lo sucedido en Culiacán evidencia la ingobernabilidad de una entidad y extiende un mensaje de “declaración de guerra” de la delincuencia organizada al gobierno.
Es necesario entender que el giro del crimen organizado ya no solo se enfoca en el trasiego de la droga, sino que ha ampliado su campo de acción a la extorsión y el secuestro, destruyendo la confianza de los habitantes de los estados donde operan. Esta incertidumbre genera desarticulación y miedo entre la población que se encuentra atrapada en un escenario de violencia e impunidad donde la falta de autoridad provoca miedo entre los miembros de una sociedad y devalúa la confianza de la población en sus instituciones de seguridad y justicia. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública (ENVIPE) en 2017, cerca de un 87% de la población tenía mucha o algo de confianza en la Marina y el Ejército, respectivamente. Después de lo sucedido en Culiacán, la desconfianza será mayor.
Mira: Culiacán no vuelve a la normalidad tras la captura de Ovidio Guzmán
Sin duda, la espiral de violencia va a seguir creciendo y con esto el incremento en la compra de armas en la frontera norte del país, ya que de acuerdo con la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), “ 7 de cada 10 homicidios y otros crímenes de alto impacto se cometen con armas provenientes de la frontera norte, específicamente de estados como Texas, California y Arizona”.
El Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados, estima que son más de 15 millones de armas ilegales en México, y de éstas, la mayoría son estadounidenses.
México se ha convertido en un enorme camposanto donde la desigualdad social ha aumentado, el consumo de drogas se ha incrementado y el Estado ha perdido gran parte de su soberanía. La única solución para enfrentar al narcotráfico se acota a la costosa opción de lo militar que nos ha hundido en una violenta guerra civil sin atender un sistema de justicia corrupto e ineficiente. Si el uso de las balas es la única opción para enfrentar la inseguridad, entonces Culiacán es la crónica de una muerte anunciada de una nación.