OPINIÓN | Tomás Sánchez, un pintor del trópico más místico y bello
Nota del editor: Mari Rodríguez Ichaso ha sido colaboradora de la revista Vanidades durante varias décadas. Especialista en moda, viajes, gastronomía, arte, arquitectura y entretenimiento. Productora de cine. Columnista de estilo de CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente suyas. Lee más artículos de opinión en cnne.com/opinion
(CNN Español) — Tomás Sánchez habita dentro de sus cuadros, y también en los videos de su hábitat que publica en Instagram. De lo que lo rodea: el bosque de Costa Rica, las montañas y —de vez en cuando—. el mar.
Es impresionante ver cómo un artista nos lleva al mundo en el que vive, un mundo que plasma en su obra.
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Desde que conocí sus paisajes – —y sobre todo la soledad de su paisaje— – me intrigó saber quién era Tomás Sánchez, el artista cubano que vive en Costa Rica, que está considerado hoy en día uno de los mejores pintores de Latinoamérica, y cuyas obras se venden en casas de subastas como Sotheby’s o Christie’s. Su éxito es muy merecido y por eso lo admiro- —además de que me lleva a Cuba, mi propia patria— – y a esos paisajes de palmeras y nubes que tanto me hacen soñar con el lugar en el que nací.
Tomás Sánchez es un pintor del trópico y todos lo que hemos nacido en el trópico comprendemos lo muy exuberante – —y a la vez lo místico-— de su obra. Recientemente lo entrevisté en exclusiva para CNN en Español y esto fue lo que conversamos.
Mari Rodríguez Ichaso: —Alguien dijo que tus pinturas han “redescubierto” la forma como miramos el paisaje. ¿Me comentas sobre esto? ¿Cómo te marca la naturaleza?
Tomás Sánchez: —Desde muy niño he tenido una estrecha relación con la naturaleza. Mi abuelo fue jardinero del central azucarero donde vivíamos. Mi padre, en su tiempo libre, trabajaba en el campo y me llevaba con él. Íbamos a pescar, pero más que eso recuerdo los paseos por un lugar que se llamaba Baracaldo. La Ciénaga de Zapata, cerca de ahí, se declaró un lugar protegido, una reserva y las imágenes de ese lugar, de la Laguna de las Piedras, de la Laguna del Tesoro, calaron profundamente en mí. Mi madre, además, cada tarde nos hacía parar la televisión o lo que estuviéramos haciendo para ver la puesta de sol. El respeto por la naturaleza es instintivo en mí, y un valor inculcado por mi familia.
MRI: —¿Por eso ves el paisaje de una forma muy personal?
TS: —Sobre la mirada al paisaje en mi trabajo, no creo que lo vea como el resto de los paisajistas, no tengo la pulsión inmediata de reproducirlo. He hecho muchos trabajos de lo natural como ejercicio, pero lo que me interesa es abordar el paisaje desde la experiencia de la meditación.
MRI: —¿La meditación?
TS: — Tengo 50 años practicándola, y, a veces, he tenido la experiencia, al salir de una buena meditación, e que cuando me enfrento de nuevo a la naturaleza me doy cuenta de que estoy percibiendo todo lo que me rodea y todos sus detalles. Tiene algo de alucinante esa experiencia y me produce mucha alegría. Cuando se habla de que he redescubierto el paisaje pienso que realmente lo que los demás ven en mi trabajo es esa singularidad que tiene mi aproximación a la naturaleza a través de la práctica de la meditación. Creo que eso se percibe en mi obra.
Aislarse, Tomás Sánchez, 2001
MRI: —Sí… existe algo místico en tu obra. Es etérea. Busca la perfección y el orden. Será por esa práctica del yoga y la meditación…
TS: —La práctica de la meditación, esa sensación de estabilidad, de inclusión, de pertenecer a un todo, aporta una experiencia y una idea de orden a mi obra. Hay en mi trabajo una búsqueda de la perfección, de un paisaje idealizado, un paisaje que representa la naturaleza y un paisaje de la meditación.
MRI: —¿Es cierto que te pintas en algunas obras como un testigo pequeñito de la naturaleza que te rodea?
TS: —En muy pocas ocasiones, el personaje, el testigo que aparece en mi trabajo es conscientemente un autorretrato. Aunque yo me identifico con esa figura y muchas personas la relacionan conmigo, no es mi propósito retratarme en el paisaje.
MRI: —¿Tienes una disciplina para trabajar? Mi amigo Fernando Botero, por ejemplo, pinta todos los días sin falta, dondequiera que esté.
TS: —Tal y como te ha comentado Botero, el que se siente pintor no deja nunca de pintar. Es así. Hay un poema de Luis Rogelio Nogueras que tiene una imagen con la cual identifico mi trabajo: “Como el panadero amasa el pan de los pobres cada mañanita de Dios”. Trabajo cada día, donde esté. A veces me tengo que obligar los fines de semana para no trabajar y salir a visitar la naturaleza fuera del lugar donde vivo, porque me encanta, pero la pintura me absorbe.
El río va, Tomás Sánchez, 2020
MRI: —¿Cómo es tu vida? Siempre veo tus videos en Instagram y es como si vivieras dentro de tus cuadros.
TS: Llevo una vida ordenada, me levanto, medito, hago ejercicios, paseo por el jardín y pinto. Los horarios de comida también son ordenados. Pintar es parte esencial de mi vida, yo pinto como decía Miró, como un acto vital: como me alimento, como camino, como respiro.
MRI: —¿Sabes cuándo has terminado un cuadro?, ¿o te es difícil y sigues volviendo a él?
TS: —A veces doy un cuadro por terminado, y, en efecto, ya lo está; pero otras me quedo con deseos de seguir volviendo a él. Siempre trabajo muchas piezas al mismo tiempo y cuando insisto en una pieza que visiblemente está terminada, la dejo ir y luego, en otra pintura logro volver y resolver aquello que me incomodaba en la anterior.
MRI: —Vives rodeado de una jungla tropical, de un bosque desordenado por la propia naturaleza, pero tus pinturas son ordenadas. Siguen cierta simetría. Dan paz, porque en la vida real las montañas y los bosques son a veces muy dramáticos e irregulares …
TS: —La naturaleza tiene su propio orden. Cuando la naturaleza se ve desordenada es porque el hombre ha intervenido en ella y entonces las cosas se salen de control, es una puja entre el hombre y ella. Pero cuando voy a un bosque virgen lo que percibo es un orden absoluto en todo.
MRI: —Descríbete por favor. Como persona y como artista.
TS: —A mí no me gusta siquiera decir que soy un artista. Nunca he dejado de ser un campesino. Desde niño, aún viniendo de una familia de origen obrero-campesina, me gustaba mucho leer, la filosofía, me interesaba mucho estudiar sobre religión, por este camino llegué a interesarme por las culturas orientales, el yoga, la meditación. Para mí la meditación es lo más importante en mi vida, incluso por encima de la pintura. No debería decir eso porque tampoco puedo dejar de pintar, es una necesidad vital, pero no podría dejar de meditar, ambas cosas se complementan. Yo soy un individuo un tanto ermitaño. De niño hubiera querido ser un monje, pero no era mi camino. Cuando conocí a mi gurú, ella me mostró que mi camino era precisamente la pintura y que la pintura era parte de mi práctica espiritual.
También soy un ser humano con los deseos y anhelos de cualquier ser humano, pero siempre lo que más ha pesado en mi vida es la necesidad de conocerme, de saber quién soy y cuál propósito tiene esta vida. Desde niño he pensado mucho en la muerte y eso me ha ayudado a conciliarme con esa idea, no le tengo miedo a la muerte. La experiencia de la meditación me ha enseñado que somos más que este cuerpo que hoy habitamos, como escribió Walt Whitman: “Yo no soy solo esto que se extiende entre mi sombrero y mis zapatos”.
Adoración, Tomás Sánchez, 2005
MRI: —Cuba en ti,. ¿cómo dejó su marca?
TS: —Nunca he dejado de sentirme cubano. Eso también me define. No he renunciado a Cuba, no la he entregado a los demás, aún siento que me pertenece y de ahí resurge constantemente mi amor y preocupación por ella. Y tampoco renuncio al afecto que recibo de la gente en Cuba, y el que doy.
MRI: —¿Sueñas con esos paisajes de tu niñez? ¿Con tu vida en el campo? ¡Yo sueño con La Habana que adoro! Me fui de Cuba a los 19 años, después de muchos años de Revolución… Los cubanos padecemos de esta nostalgia. Creo que todos, aunque ahora tengamos vidas felices. ¿Y tú?
TS: —Sueño con mi niñez en mi pueblo. Con las escapadas de mi casa para irme a pasear al campo. Mi madre no tenía idea que llegué a ir casi 30 km lejos de mi casa, rumbo a la Ciénaga de Zapata. Tengo una mezcla de paisajes e imágenes. La nostalgia te hace volver mentalmente a los lugares donde has sido feliz. Hay una idea de la cultura oriental, muy presente en mucha de la poesía occidental. De hecho, la usa nuestro compatriota el poeta Delfín Prats, que explicita que a los lugares donde has sido feliz no debes regresar.