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Sea cual sea el resultado, la reunión Xi-Trump es una victoria para China

Análisis por Simone McCarthy, CNN

Para el presidente Xi Jinping, una reunión histórica con Donald Trump prevista para esta semana es un momento para mostrar algo que Beijing ha buscado durante mucho tiempo: que China se presenta como un igual ante Estados Unidos en el escenario global.

La guerra comercial del presidente estadounidense contra China ha desafiado el impulso de Xi hacia el crecimiento y la innovación, pero también le ha dado a Beijing el regalo no deseado de un foco brillante bajo el cual exhibir su fortaleza económica.

Mientras gran parte del resto del mundo se apresuraba a halagar a Trump y negociar la reducción de los aranceles globales que él implementó esta primavera, China contratacó con sus propias medidas, hasta que ambas partes se vieron obligadas a sentarse a la mesa para negociar una tregua.

En las últimas semanas, después de que las normas estadounidenses afectaran el acceso de China a la tecnología estadounidense y apuntaran a su industria naviera, Beijing contratacó anunciando una amplia expansión de los controles de exportación de minerales de tierras raras críticos, una medida que sacudió a Washington y empujó a Trump a amenazar con imponer aranceles adicionales del 100 % a los productos chinos.

Ambas partes parecieron retractarse de esa última escalada tras las conversaciones comerciales de última hora entre los principales negociadores este fin de semana en Malasia.

Xi y Trump se reunirán el jueves en el marco de una cumbre internacional en Corea del Sur, su primer encuentro presencial del segundo mandato de Trump, donde se espera que acuerden un marco para gestionar sus vínculos económicos. (Sin embargo, Beijing, a diferencia de Washington, aún no ha confirmado las conversaciones).

Aún no está claro qué ha acordado conceder cada parte para llegar a ese punto, y esto es solo una piedra de toque en una competencia compleja y volátil entre superpotencias.

Pero también será un momento en el que Xi entrará a la sala después de consolidar una nueva realidad en las relaciones con Estados Unidos: China negociará, pero no se dejará intimidar.

Todo esto no significa que Xi no tenga mucho en juego.

En lugar de que Estados Unidos y China trabajen juntos frente a las amenazas globales como un “G2” de las economías más poderosas del mundo, Beijing ve a Estados Unidos buscando obstaculizar su ascenso con aranceles, controles de exportación de alta tecnología y fricción política.

Los aranceles actuales de Estados Unidos sobre los productos chinos, que ascienden en promedio a más del 50 %, están ejerciendo presión sobre la economía del país, que ya está en desaceleración, y podrían más que duplicarse si los dos líderes no pueden encontrar un terreno común.

Pero mientras los funcionarios estadounidenses elogian la capacidad de Trump de “crear influencia” para presionar a China, en la mitad de la pantalla dividida de Beijing, China también ve éxito en su estrategia.

Allí, el sentido común es que China está lista para esta competencia: ha creado una influencia natural a través de su dominio estratégico sobre la cadena de suministro global de tierras raras; ha diversificado su comercio para volverse menos dependiente del mercado estadounidense y ha estado presionando para acelerar la innovación que le permitiría desprenderse de productos estadounidenses como los semiconductores de alta gama.

Beijing estaba “totalmente preparado” para cómo Trump podría actuar hacia China en caso de un segundo mandato, según Wang Yiwei, director del Instituto de Asuntos Internacionales de la Universidad Renmin en Beijing.

“Pero desde el lado estadounidense, cualquier arancel o cualquier medida adoptada por el lado chino ha ayudado al propio presidente Trump a comprender que la capacidad de China es diferente a la de hace ocho años… y entiende que lo que ha cambiado es que Estados Unidos ya no es la potencia dominante”, dijo Wang.

Beijing también sigue intentando aislarse de futuras crisis, incluso en su próximo plan quinquenal, que apunta a profundizar un impulso desde arriba hacia abajo para la autosuficiencia tecnológica e industrial.

“China se mantiene muy tranquila al afrontar todos estos conflictos y dificultades planteadas por Estados Unidos”, dijo Wang Wen, decano del Instituto Chongyang de Estudios Financieros, un centro de la Universidad Renmin de Beijing, en una reunión de periodistas la semana pasada en la capital china.

“Estados Unidos sigue siendo un socio importante, sin embargo, en el panorama chino, está perdiendo su importancia”, añadió Wang.

Ambas partes dieron señales positivas después de las conversaciones comerciales del fin de semana, cuando el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, sugirió que Beijing aplazaría sus controles sobre las tierras raras, mientras que Estados Unidos retiraría su amenaza gravámenes del 100 % y extendería la tregua arancelaria anterior.

Pero China no ha hecho tales declaraciones, y aún existe el riesgo de que ambos líderes no se pongan de acuerdo o de que un comentario erróneo altere la delicada distensión.

Y, como suele ocurrir con la diplomacia de Trump, mucho podría depender de la química que haya existido entre ambos líderes, cuya última reunión fue en 2019.

Dicha dinámica se evidenció el martes en Japón, donde Trump conectó con la nueva primera ministra conservadora del país, Sanae Takaishi, y prometió que si el país necesitaba algún favor, Estados Unidos estaría allí.

En su reunión con Trump, las principales prioridades de Xi serán lograr que Estados Unidos reduzca los aranceles y desmantele los controles a la exportación, según los analistas.

Para lograrlo, podría estar dispuesto a flexibilizar o aplazar los últimos controles de exportación de tierras raras impuestos por China.

Beijing impuso esos controles para “coaccionar a EE.UU. a no imponer sanciones generalizadas a China”, sino para que limite esas medidas a “muy pocos campos de seguridad nacional”, dijo el analista de asuntos exteriores con sede en Shanghái, Shen Dingli.

Si eso funciona en la práctica se pondrá a prueba el jueves en una reunión en la que Beijing espera que Trump trate a Xi con el tipo de respeto y calidez hacia el líder chino que ha profesado en los últimos meses y durante la campaña electoral.

El principal diplomático chino, Wang, dio un sutil recordatorio de eso en su llamada con Rubio el lunes.

Xi y Trump fueron “ambos líderes de talla mundial, que han interactuado entre sí durante un largo período y con respeto mutuo”, manifestó Wang, según un resumen de la conversación. “Mantener el espíritu de igualdad, respeto y beneficio mutuo”, añadió, era una condición clave para “avanzar en la relación bilateral”.

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