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En Mixquic, el Día de Muertos florece entre incienso, pétalos y tradición familiar

Por Rocío Muñoz-Ledo y Max Saltman, CNN

La ruta desde la tierra de los muertos hasta San Andrés Mixquic, un pequeño pueblo a las afueras de la Ciudad de México, está marcada por flores de cempasúchil. Ángel Jiménez del Águila, quien murió en 2010, solo tiene que seguir el camino de pétalos, el aroma del copal y el ritmo del danzón para encontrar la puerta de su antigua casa, donde su esposa e hijos lo esperan.

Cada año, durante los dos primeros días de noviembre, según la tradición mexicana, la frontera entre el mundo de los vivos y los muertos se abre: es el Día de Muertos.

Aunque a veces se malinterpreta con Halloween, esta celebración puede significar distintas cosas: un momento para recordar a los familiares que ya no están, una muestra de mexicanidad, una festividad con raíces aztecas, una versión mexicana no tan antigua del Día de Todos los Santos o incluso la inspiración de la película de Disney “Coco”.

“Es un acto de fe, de amor, de paz”, dice Martha Nashieli Jiménez Bernal, hija de Ángel. Para ella, sobre todo, el Día de Muertos es “un momento mágico donde la vida y la muerte se unen”.

“Son las doce, ¡bienvenido, papá!”, dice Martha, mientras mueve de un lado a otro un incensario humeante sobre las flores naranjas que se extienden desde la puerta del jardín hasta la sala de la casa donde creció. “¡Bienvenido!”.

El camino de pétalos de cempasúchil conduce a un altar repleto de flores, telas coloridas, fruta, calaveritas de azúcar y fotos de Ángel y otros familiares.

Martha rompe trozos de copal en su incensario y se arrodilla ante el altar. Luego sostiene un plato con pan de muerto. “Papá, bienvenido a tu casa, con tus hijos”, dice con la voz entrecortada por la emoción. “Sabes que te amamos, y he estado esperando tanto este día, para poder estar contigo de nuevo. Bienvenido, Ángel Jiménez”.

En años recientes, el Día de Muertos ha incorporado nuevas influencias, algunas tomadas de Hollywood.

Mientras la familia Jiménez daba la bienvenida a sus seres queridos en la intimidad de su hogar, un popular desfile del Día de Muertos llenaba las calles de la Ciudad de México. Esta atracción surgió después de que la película de James Bond de 2015, “Spectre”, mostrara a Daniel Craig abriéndose paso entre un animado desfile del Día de Muertos en su escena inicial.

Incluso en San Andrés Mixquic, conocido por sus celebraciones tradicionales, algunos jóvenes llegan disfrazados al estilo Halloween, aunque las familias locales no se disfrazan.

Para la familia Jiménez, el Día de Muertos sigue siendo una tradición profundamente personal. Preparan su altar con frutas del mercado local y limpian cuidadosamente las lápidas de sus seres queridos. Martha recolecta las flores a mano de la chinampa familiar, un jardín flotante tradicional azteca, manteniendo vivo un ritual íntimo y conectado con su historia familiar.

“Es un tesoro, es un regalo, es una herencia, que la estamos viviendo, una herencia viva, y que mi obligación y deber es transmitirla a mis hijos, a mis nietos, a todas mis generaciones”, dice Leonor Bernal Roque, madre de Martha. Su primer recuerdo es el de su abuelo decorando el altar familiar cuando ella tenía cinco años.

“Desde los cinco años”, dice, “empecé a sentir amor por mis antepasados”.

El Día de Muertos enseña “que la muerte es una transición, no es un castigo”, dice. Las personas “deben manejar la gratitud hacia sus antepasados”.

“La memoria debe ser importante”, dice Leonor.

El Día de Muertos se celebra durante tres días en San Andrés Mixquic: el 31 de octubre se recuerda a los niños, el 1 de noviembre se reciben a los adultos, como Ángel, y el 2 de noviembre las familias acuden al cementerio para decorar tumbas y despedirse.

Aunque tiene raíces en el Imperio Azteca, la versión actual mezcla elementos indígenas con la tradición cristiana europea del Día de Todos los Santos.

Poco después de llegar a América, los monjes españoles notaron que los aztecas tenían sus propias celebraciones para comunicarse con los antepasados fallecidos, según el historiador Héctor Zaraus.

“En el calendario azteca, zapoteca y maya, uno de los meses estaba dedicado a los muertos, y fue adaptado al primero y segundo de noviembre con la llegada de los españoles”, dice Zaraus, investigador del Instituto Mora en la Ciudad de México.

Las tumbas adornadas con cempasúchil y las fotografías en los altares son ejemplos de estas raíces indígenas que se mantienen vivas, dice Zarauz, que explica que los aztecas “usaban figuras de barro para representar a los muertos”.

María del Carmen Eugenia Reyes Ruiz, profesora de la UNAM, señala que la celebración varía en México y que muchos de sus elementos son más recientes de lo que se cree.

“En cuanto a la forma en que lo celebramos en México —con colores, velas, altares y caminos de flores—, creo que también vale la pena señalar que no es común en todo el país, y ciertamente no es tan antiguo como a menudo se hace parecer”, dice Reyes. “Es una idea muy romántica y hermosa, pero no del todo precisa”.

Muchas otras culturas tienen ceremonias similares, algunas más antiguas que las de México, dice Reyes. Durante miles de años, las familias en China han celebrado el Qingming después del equinoccio de primavera, limpiando y decorando las tumbas de sus antepasados y ofreciendo platos de dumplings dulces.

“Aunque pueda sonar un poco poco romántico, hay algo que me gustaría dejar claro”, dice Reyes. “La idea de la celebración del Día de Muertos, aunque sí es parte de la cultura mexicana, no es exclusiva de México”.

Al caer la noche, el cementerio en San Andrés Mixquic se ilumina con velas. Casi todas las familias del pueblo están aquí para celebrar y recordar a sus seres queridos: “Salucita para nuestros muertos”, dice Jesús Jiménez desde la tumba de su padre. La puerta entre este mundo y el siguiente está a punto de cerrarse, y es hora de decir adiós.

Después de días limpiando tumbas y decorando lápidas, el panteón está inundado de color y velas encendidas. Es ruidoso: la gente conversa alegremente, recuerda a sus seres queridos, toca música, come y brinda con mezcal. Las campanas de la iglesia cercana repican.

Incluso cuando turistas de todo el mundo pasean por el cementerio, la familia Jiménez trata la festividad como una comunión sagrada, invitando a los extranjeros solo a presenciar y participar respetuosamente. Martha dice que incluso estos turistas, algunos de los cuales vienen de lugares tan lejanos como Japón, desempeñan un papel en la celebración: su curiosidad es parte de lo que mantiene viva la tradición.

“Se convierte en una especie de comunión”, reflexiona mientras está junto a la tumba de su padre. “Se hace un vínculo, una comunión con ellos. Aunque no los conocemos, sabemos que vienen por respeto y también a conocer nuestras tradiciones. Entonces los invitamos a que vengan de manera respetuosa, a vivir nuestra tradición, a conocerla, a preservarla, a llevarla de regreso a sus propios hogares”.

“Nosotros sí creemos que vienen nuestras ánimas y que ellos también reciban a quienes se les fueron”, agrega.

Diana, la sobrina de 19 años de Martha, está de acuerdo. Ella lleva el rostro maquillado como una calavera y sostiene una vela bajo su barbilla.

“Los turistas pues si tienen algún familiar pues también puedan poner ellos su ofrenda y así no dejar morir esta tradición”, dice Diana. “Mi familia, en especial mi tía (Martha), es quien nos ha inculcado esta tradición”.

Cuando la noche termina en el panteón, la familia brinda por Ángel.

“Mi familia está feliz y alegre porque estos fueron días de mucho trabajo, días de gran esfuerzo”, dice Martha. “Algunos hermanos vinieron de lejos; otros no pudieron estar aquí”.

Martha no tiene hijos, pero sabe que ha confiado a sus sobrinos y sobrinas las tradiciones para mantener vivo el Día de Muertos mucho después de que ella misma esté enterrada en este cementerio.

“Solo quiero que ellos también me reciban el día que yo parta”, dice Martha. “Quiero que no me olviden, que sepan que su tía vendrá, y que los amo de la manera más orgánica posible. Que me reciban con todo el amor que les di. Y sé que lo harán. Estoy segura de ello”.

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