Democracia latinoamericana: hechos que marcaron 2019 e impactarán en 2020
Nota del editor: Geovanny Vicente Romero es abogado y politólogo, con experiencia como profesor y asesor de políticas públicas y gobernanza. Es un estratega político y consultor de comunicación gubernamental. Actualmente está finalizando una maestría en Comunicación Política y Gobernanza en la Universidad George Washington. Es fundador del Centro de Políticas Públicas, Desarrollo y Liderazgo RD (CPDL-RD). Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Ciertamente las protestas ciudadanas, los movimientos sociales, las elecciones dudosas y los resultados inesperados marcaron la política latinoamericana en 2019. Sin importar la bandera política del gobierno de turno, América Latina se vio sacudida por violentas manifestaciones ciudadanas que devinieron en graves crisis políticas como nunca antes se habían visto, de manera simultánea en el sur de la región.
En esta ocasión, la mayoría de estos fenómenos sociales surgidos en la región no se debieron a la lucha de fuerzas antagónicas por la obtención del poder. Contrario a la costumbre, la regla que observamos no fue la oposición organizada para hacer resistencia al gobierno o partido en el poder. En cambio, vimos ciudadanos de todos los colores partidistas, grupos étnicos y estratos sociales luchando contra el sistema imperante.
Sin temor a equivocarme, en términos de consolidación democrática y participación ciudadana, podría asegurar que el año 2019 fue el año de la “ciudadanía antisistema”, lo cual no debe confundirse con sentimiento anarquista y mucho menos contaminarse con asumir que surgió de iniciativas fascistas, socialistas o comunistas.
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De forma pura y simple, lo que vivimos como región fue la experiencia de ver a un grupo de personas disconformes con el establishment, ciudadanos que se cansaron de ser la voz pasiva que legitimaba el statu quo a través de una democracia representativa decadente que se afianza en un modelo económico agotado que ya no trabaja para todos, por todos y con todos. Este anhelo latinoamericano de gobierno es el tipo de democracia que hace más de un siglo Abraham Lincoln definía como un tipo de gobierno de colaboración y redistribución equitativa con el pueblo (hoy, el ciudadano) como el centro del gobierno.
No solo los modelos dejaron de funcionar para todos. También la democracia enfrenta una de sus mayores pruebas en la Latinoamérica de hoy, si entendemos la democracia como un sistema donde la mayoría debe entender que algún día será minoría y viceversa.
El problema en América Latina es que la mayoría, aún siendo la mayoría, es la menos escuchada e históricamente ha sido gobernada por élites insaciables de poder que no han querido ceder un pedazo del pastel porque ellas mismas saben que el poder no se cede, se arrebata y por ello no piensan aflojar la tuerca. Esto último, también la ciudadanía lo ha aprendido y ya no se conforma con elecciones que pueden ser amañadas. Ahora los políticos reciben doble presión para llevar adelante mejores administraciones, gobiernos más abiertos y participativos.
En la democracia en general y en la latinoamericana en particular, encontraremos innumerables defectos, pero siempre tendremos que recurrir a lo que Winston Churchill dijo en una ocasión: “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”. En otras palabras, democracia no es el mejor sistema, pero es el que mejor funciona.
No por casualidad las protestas encontraron caldo de cultivo en América Latina como terreno fértil en primavera. Como he destacado en el pasado, Latinoamérica continúa siendo la región más desigual del planeta y la gente se cansó. A continuación, mencionamos algunos de los momentos de 2019 que definieron la democracia más empoderada, participativa y justa que nuestras ciudadanías tendrán en 2020:
Bolivia: Evo Morales pasó de la gloria histórica a la desgracia inesperada
Evo Morales, primer presidente indígena en un pueblo de mayoría indígena. Esto fue un hecho realmente histórico. En el poder desde 2006, los logros económicos son innegables, seamos honestos: Roma no se construyó en un día, pero un presidente que después de casi 14 años en el poder quiso perpetuarse en el tiempo, estaba obligado a lograr grandes cosas. ¡Poco logró con un gobierno tan largo!
El libertador Simón Bolívar –cuyas frases son empleadas por la izquierda latinoamericana, desde Nicolás Maduro hasta el mismo Evo- fue un hombre avanzado para su tiempo y una muestra de esto es que hace casi 200 años, anticipándose a personajes como Evo Morales, Daniel Ortega y Nicolás Maduro dijo que “la continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término (sic) de los gobiernos democráticos… el pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía”.
Como región no podemos permitir que el crecimiento económico sea la justificación de la perpetuación de liderazgos. Que no nos vendan ese cuento, pero sobre todo, no lo compremos. Siempre que se pueda debe pasarse de la continuidad personalizada a la continuidad de Estado para garantizar los relevos. El sistema – refriéndome a la fórmula del éxito– puede continuar hasta que esa pócima mágica se agote totalmente como pasó con el milagro chileno, pero si los rostros no cambian periódicamente la democracia deja de ser un fin y pasa a convertirse en un medio para los políticos continuar.
Chile: Sebastián Piñera termina doblegándose ante su pueblo
Por mucho tiempo Chile fue el modelo. Literalmente, Chile fue el modelo económico, social y el espejo que debíamos mirar para reducir la pobreza. Así lo vimos desde los informes técnicos financieros. El alza de las tarifas del metro les brindó a los chilenos la oportunidad de decirle al mundo que ellos no son cifras, que el crecimiento económico no es fórmula infalible de desarrollo económico y que este último no siempre será sinónimo de desarrollo humano. Tras las grandes protestas que generaron una crisis política, el presidente Piñera dejó el alza sin efecto y no le quedó otra opción que escuchar al pueblo.
Ya debemos dejar de decir que los “pueblos tienen los gobernantes que merecen”. No señor, esa máxima no tiene aplicación, elegimos para que se nos escuche, punto.
Puerto Rico, Estados Unidos: Ricardo Rosselló cayó de lo más alto
Puerto Rico, geográficamente una isla en el corazón del Caribe pero políticamente unida a la nación más poderosa del planeta, fue el escenario de una de las “revoluciones” – si se le puede llamar así– más bellas que el mundo ha visto en mucho tiempo. Ricardo Rosselló subestimó “la capacidad de aguante” de los boricuas y de manera burlona, en un chat filtrado al público, tocó fibras sensibles de su gente. Los puertorriqueños no se lo dejaron pasar, salieron a las calles y nunca más regresaron a sus casas. Lo más bello de este hecho de 2019: Rosselló cayó sin que se disparara una sola bala. Ejemplo para el mundo y, sobre todo, ¡pasó en Estados Unidos!
Venezuela: El surgimiento de un Juan Guaidó que se desvanece y un Maduro que se vuelve inmune a las protestas
Resiliencia política es la habilidad política de Nicolás Maduro que compensa las otras mil de las que carece. Toda la incertidumbre que cubrió su ascenso al poder en 2013, más las protestas que ha tenido que sobrevivir en cada año de su régimen, han convertido a Maduro en un experto en la ciencia del “aferro al poder”.
La esperanza para los venezolanos resurgió en enero de 2019 cuando en un hecho sin precedentes, Juan Guaidó se autoproclamó presidente encargado de Venezuela, contando con el apoyo de la comunidad internacional, incluyendo EE.UU. Como siempre, como cuando compraba tiempo con aquellos famosos diálogos, Maduro se las ha arreglado para que el poder de Guaidó continúe siendo algo simbólico y no algo concreto. El efecto de la percepción –que Maduro maneja bien– ha obrado y todavía Venezuela tiene un gobierno con un poder real y otro imaginario. Por ejemplo, en Bolivia, su aliado Evo Morales no pudo “madurar” esta habilidad porque su aferro al poder dependió de elecciones que le favorecían hasta que la última fue tan grotesca y descarada que no se pudo sostener por sí sola.
Menciones especiales nos merecen Perú y Ecuador. En el primero, la ciudadanía se manifestó en apoyo Martín Vizcarra y su disolución de un Congreso que no funcionaba apegado a su propia naturaleza orgánica de ponerse del lado del pueblo y no de sus propios juegos partidistas de poder, mientras que en Ecuador a Lenín Moreno no le quedó otra opción que anular un decreto que proponía medidas económicas.
No podemos predecir el futuro político que nos trae 2020, pero sin recurrir a una bola de cristal podemos aprender del pasado. El año 2019 nos dice que en 2020 tendremos ciudadanías más participativas y empoderadas, con gobiernos más abiertos y políticos más cautos para no ofender a sus pueblos, ni siquiera ofender la inteligencia de sus pueblos.