Donald, el acosado
Nota del editor: Camilo Egaña es el conductor de Camilo. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN Español) — Donald Trump, el hombre más poderoso del mundo, se siente acosado por una mujer. Nancy Pelosi.
Estalló tras la mesura con la que, al parecer, asumió el reciente ataque iraní.
Los que le conocen, auguraban que luego de la tensión de los últimos días, era cuestión de horas, que se produjera el estallido del caballero.
Trump ha publicado en Twitter a las 7:30 de la mañana del 9 de enero , y con unas letras estridentes, esta frase: “¡Acoso presidencial!“. Y nada más.
Nueve minutos antes, en otro micromensaje, arremetió contra la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, porque “no quiere entregar los cargos del juicio político”.
Supongo que después de desahogarse en Twitter, todavía en albornoz y rodeado de televisores, Trump habrá podido desayunar al fin.
Quizás huevos con tocino. Que el Big Mac, las papas fritas y el kétchup, siempre quedan bien para el almuerzo.
Pero, en qué quedamos: ¿está o no está preocupado el presidente de Estados Unidos por ese proceso que le están montando los legisladores demócratas?
Hasta ahora parecía dar por sentado que el apoyo republicano en el Senado lo alejaría del juicio.
Y la verdad es que parece poco probable que los demócratas consigan los votos necesarios para destituir del modo más deshonroso a Trump, por mucho empeño que le ponga la señora Pelosi.
¿Por qué, entonces, Trump se ha despertado la mañana del jueves 9 de enero rodeado de todas las furias posibles?
Este cuento de alcoba es para demostrar que cada quien tiene su corazoncito.
Y que existen los pequeños milagros cotidianos, incluso en la Casa Blanca.
Y para dejar claro que las certezas inamovibles, no conducen a nada útil. Porque a pesar de todo lo que Trump ha dicho —en público y en privado— en contra de la dignidad de las mujeres, se siente acosado por una de ellas.
Él y su presidencia, que no es poco.
A ver si lo aceptan de una vez y por todas, que la compasión no le hace daño a nadie. Y hacer el de la vista gorda, tampoco.