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Trump honra a Juan Guaidó en el Congreso

Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continuada en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Sociales, así como estudios superiores pos universitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Actualmente Dávila Miguel es columnista del Nuevo Herald, en la cadena McClatchy y analista político y columnista en CNN en Español. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor

(CNN) — El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le ha declarado la guerra a Venezuela por enésima vez. Esta vez, lo hizo ante el pleno del Congreso en Washington. Fue durante el discurso anual sobre el Estado de la Unión del martes por la noche, al cual invitó al líder opositor Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional venezolana. Todo el mundo lo aplaudió.

Dicen que Guaidó es un hombre muy valiente, que quiere mucho a Venezuela y que nada más hay que mirar lo que ha hecho “ese muchacho, solito”. Eso me lo dice un firme partidario de los que aún le quedan a Guaidó desde que nos prometió, hace un año, que a estas alturas Maduro ya habría huido como una rata o lo habrían apresado, juzgado, fusilado, o tirado una soberana trompetilla, qué se yo.

No dudo de que Guaidó sea un hombre muy valiente y que quiera lo mejor para su país, pero sí del hecho de que todavía sea un “muchacho”, como me asegura ese cubano paternal que lleva bordado el nombre completo del líder opositor sobre una gorra tricolor como la bandera venezolana.

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De lo que sí estoy seguro es de que toda la estrategia para el derrocamiento de Nicolás Maduro y la toma del poder por Juan Guaidó no la concibió él solito, ni la organizó “ese muchacho” ––como piensa emocionado el hombre de la gorra–. Porque lo más probable es que la brillante estrategia haya salido de las oficinas de la CIA, del Departamento de Estado de Mike Pompeo y de la brillante presidencia de la OEA, bajo la gallarda capitanía de Luis Almagro. Porque si me equivoco, ¿alguien me podría explicar en qué otro lugar del mundo pudo inventarse algo tan torpe?

A finales de enero de 2019 se dio a conocer la autoproclamación presidencial de Juan Guaidó, y desde todos los rincones de la prensa aparecía la insinuación, y casi la certeza, de que la invasión a Venezuela era inminente. Tuvimos los 5.000 marines de John Bolton en su nota amarilla y aquello de que “todas las opciones están sobre la mesa”, del presidente Trump. También, el montaje en la frontera del presidente de Colombia, Iván Duque, y aquellos dos militares bonitos y paraditos uno al lado del otro en Cúcuta, gringo y colombiano, saludando marcialmente y esperando órdenes, casi diciendo “comandante en jefe, ordene”. En realidad, todo aquello no era más que un bluf, producto de la perspectiva que el “American Exceptionalism” tiene de sí mismo, y de la cetrina ignorancia que dicha visión tiene sobre los países “inferiores”.

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Y así, lamentablemente Guaidó quedó atrapado en el medio de aquel bluf, que todavía se alimenta de la visita del presidente de la Asamblea Nacional al Congreso y también a la Casa Blanca —fría y protocolar— que apenas oculta el menosprecio que el mismo Trump parecer sentir por Guaidó. Aquel bluf dañó terriblemente a la legítima oposición venezolana. La despojó de credibilidad, porque la animaron a emplear toda su fuerza contra Nicolás Maduro de manera prematura, basada en lo que nos repetimos unos a otros diariamente en las emisoras de Miami, esa cámara de eco monumental. Pero, aunque las cámaras de eco no diseñan estrategias, la oposición entera, contentísima con que el gringo resolviera, cayó como una paloma en lo que Washington decía: que ese era el momento y el método oportunos. Guaidó aceptó el plan de Washington sin chistar.

No creo que Juan Guaidó tenga vocación de títere. Creo que es un hombre valiente y con carisma. Sí creo que es víctima de las bisagras, cerrojos, ilusiones y mentiras con las que le montaron un teatro al exilio venezolano en Miami, para que cometieran los mismos errores que comete desde hace 60 años el exilio radical cubano. Porque fueron los líderes políticos cubanoestadounidenses —claro que con la ayuda de los Bolton, los Almagro y los Pompeo– los que le vendieron el teatro de los acontecimientos a la oposición venezolana.

Pero entonces, ¿por qué Trump llevó a Guaidó al pleno del Congreso, lo saludó y lo honró? ¿Por qué lo llevó al día siguiente a la Casa Blanca? Muy sencillo. Las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina. Y qué le importa otro bluf más a Donald Trump.

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