La muerte del mensajero
Nota del editor: David Bittan es abogado. Analista de temas políticos e internacionales. Columnista del diario el Universal de Venezuela. Ha participado en el Congreso Judío Mundial. Es miembro del American Jewish Committee y de la Federación de Comunidades Judías de España. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.
(CNN Español) — El coronavirus se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza que va dejando un número importante de víctimas en el camino, pero también indicios que señalan al gobierno de China de haber podido evitar su propagación y no hacerlo, lo cual lo haría responsable directo de las muertes y de los grandes daños colaterales que el virus está causando.
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Resulta que Li Wenliang, un médico chino, que a finales de diciembre de 2019 disparó las alarmas sobre el coronavirus, falleció por contagio de un paciente. La historia es muy cruel, pues Li, cuando hizo público el asunto, fue interrogado por la policía, y se le hizo firmar una carta de reprimenda donde se le acusaba de “[…] difundir rumores en línea” y “[…] perturbar gravemente el orden social”. Por su parte, el gobierno chino, que controla toda la información y también desinforma, quiere generar terror en la población al proponerse investigar los numerosos homenajes de cariño en memoria del médico.
De este lado del mundo, el presidente Donald Trump aparece de pronto en las redes sociales defendiendo al presidente de China, Xi Jinping, destacando “sus esfuerzos para controlar el coronavirus”. Definitivamente, el mundo se mueve solo por intereses.
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Me pregunto: ¿Qué habría pasado si no se tratara de China y si Li Wenliang hubiese sido un médico de cualquier país tercermundista, por ejemplo? Seguramente ya se habrían producido las condenas y sanciones de la ONU y de la comunidad internacional. ¡Qué pena!
El coronavirus deja al descubierto lo indefensa que se encuentra la humanidad ante situaciones como estas, que no pueden ser evitadas con baterías antiaéreas, ni frenadas con tanques, por lo cual una de las reflexiones es la evidente necesidad de poner en marcha un protocolo para combatir estos riesgos y obviamente, trabajar con la ciencia para buscar soluciones inmediatas al detectarse estos fenómenos.
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Ojalá no sea tarde para que la humanidad invierta más en “la guerra contra las enfermedades” y evitar una posible inoculación y propagación del virus que pueda conducir a las llamadas guerras asimétricas.
¡Basta ya de “matar a los mensajeros”! Li Wenliang es un mártir; un héroe que actuó correctamente. Que su sacrificio sirva para revelar lo que ocurre también en China. Esto es inaceptable.