Así fueron los 8 años de Gobierno de Lula da Silva en Brasil
Germán Padinger
(CNN Español) — Lula da Silva quiere volver al Gobierno: el expresidente de Brasil entre 2003 y 2010 competirá este domingo en la primera vuelta de las elecciones de su país, en las que se enfrentará al actual presidente Jair Bolsonaro, que busca la reelección.
A los 76 años, Lula ha dedicado la mayor parte de su vida a buscar la presidencia. Compitió por primera vez por el Partido de los Trabajadores (PT) en 1989, cuando tenía 45 años, y perdió en segunda vuelta con Fernando Collor de Mello. Volvió a intentarlo en 1994 y 1998, y perdió en ambas ocasiones, y en primera vuelta, con Fernando Henrique Cardoso.
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Y en 2002, finalmente, tuvo su oportunidad: ganó las elecciones y se convirtió en presidente de Brasil, obteniendo la reelección en 2006.
Cuando dejó la presidencia en 2010, y fue sucedido por su protegida Dilma Rousseff —también del PT— tenía un nivel de aprobación del 90%. Pero en los años siguientes el PT entró en crisis: Rousseff fue destituida en 2016 por el Senador de Brasil, y Lula fue investigado, imputado y condenado por corrupción en el marco de la Operación Lava Jato, lo cual le impidió competir en las elecciones de 2018, que Bolsonaro ganó.
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Ahora que Lula vuelve a competir, luego de que la Corte Suprema anulara su condena en 2021, toda la campaña intenta abrevar precisamente en los ocho años en los que fue presidente.
¿Qué pasó en ese período?
Contexto anterior
Al final de la segunda presidencia de Fernando Henrique Cardoso (1998-2002), Brasil, como otros países de Sudamérica, estaba transitando una crisis económica: tras llegar a un pico en 1997 de US$ 883.000 millones, el Producto Interno Bruto nominal a precios corrientes se había desplomado hasta los US$ 510.000 millones en 2002.
Al mismo tiempo el real se había devaluado a niveles históricos, había temores de que el país entraría en cesación de pagos —conocida como default—, como acababa de hacer Argentina, por su deuda de US$ 250.000 millones, y en agosto de ese año el Fondo Monetario Internacional ofreció un préstamo de US$ 30.000 millones para hacer frente a la crisis, uno de los rescates más grandes ofrecidos en la historia de la institución.
Henrique Cardoso había logrado contener la inflación con su Plan Real, pero al dejar el Gobierno el desempleo, la pobreza y la desigualdad seguían en auge.
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Crecimiento económico
Meses antes de las elecciones de 2002, Lula da Silva, que lideraba en las encuestas, se comprometió a “impedir que nuestra deuda interna aumente y destruya la confianza en la capacidad del Gobierno para cumplir sus compromisos” si resultaba electo. “Somos conscientes de la gravedad de la crisis económica. Para resolverla, el PT está dispuesto a negociar con todos los segmentos de la sociedad y con el gobierno”, dijo.
Lula ganó las elecciones en segunda vuelta con el 61,27% de los votos, superando al protegido de Henrique Cardoso, José Serra, que logró el 38,72%, y asumió la presidencia el 1 de enero de 2003. En 2006 ganó la reelección también en segunda vuelta, con el 60,83%.
Durante la primera presidencia de Lula, Brasil, un país rico en recursos naturales y tierras agrícolas, que se encuentra además en proceso de industrialización, se benefició de los altos precios de las materias primas y el gobierno no sólo evitó el default de su deuda sino que administró un crecimiento sin precedentes del PIB, de la mano del apreciamiento del real y el aumento del empleo.
La política económica de Lula para acompañar este crecimiento de las exportaciones fue celebrada en ese momento por los mercados: reducir el gasto, pagar la deuda, achicar la burocracia y favorecer a los emprendedores.
El presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva habla durante una conferencia de prensa conjunta con el presidente estadounidense George W. Bush el de marzo de 2007 en Sao Paulo, Brasil. (Crédito: JIM WATSON/AFP via Getty Images)
Con estos medidas Lula buscó hacer crecer el empleo y los ingresos tributarios, al tiempo que aumentaba el gasto social en educación y salud. Así, los 189 millones de brasileños en ese momento (la cifra asciende a 214 millones en la actualidad) contribuirían al crecimiento con su consumo ampliado.
El resultado del auge de las materias primas impactó en las exportaciones: en 2003 Brasil vendía a China bienes por US$ 4.000 millones, y la cifra trepó a US$ 46.000 millones en 2013, según datos del FMI.
Esto, sumado a la política económica del gobierno de Lula, dio resultados notables: el PIB nominal a precios corrientes trepó de US$ 510.000 millones en 2002 a US$ 2.210.000 millones en 2010, de acuerdo con datos del Banco Mundial.
Mientras que el índice GINI, que mide la desigualdad (donde 0 indica igualdad y 1 desigualdad), se encontraba en 0,58 en 2002 y en 0,53 en 2009, y el desempleo había caído de 10,6% en 2002 a 9,4% en 2009.
Los logros económicos, sin embargo, no pudieron mantenerse durante el gobierno de su sucesora Dilma Rouseff a partir de 2011, y Brasil entró en recesión en 2015.
Lucha contra la pobreza
Los dos gobiernos de Lula da Silva son también recordados por las medidas para reducir la pobreza, que, sumadas al crecimiento económico del período, tuvieron también buenos resultados.
Su programa más recordado es Hambre Cero (Fome Zero), por el cual se hicieron transferencias de dinero y alimentos para asegurar tres comidas diarias a la población más vulnerable.
Así, la pobreza medida por el umbral de ingreso diarios de hasta US$ 2,15 (línea internacional de la pobreza) pasó de 11,7% a 6,1% en 2009. Medida según el umbral de US$ 3,65 (línea de pobreza para economías de ingresos medios-bajos), la caída fue de 25% a 15%.
El rol de Brasil en el mundo
El Brasil de Henrique Cardoso ya había iniciado un período de mayor asertividad global de Brasil, que Lula expandió durante su presidencia, cuando el país pasó a ser brevemente la sexta economía de mundo en 2011.
La relación con Mercosur, una asociación política y económica entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, estuvo entre sus pilares, pero también cultivó el grupo de economías emergentes conocido como BRICS, compuesto por Brasil, Russia, India, China y Sudáfrica.
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Lula mantuvo buenas relaciones con otros presidentes de partidos de izquierda o centroizquierda en la región, a veces agrupados bajo el rótulo de Socialismo del siglo XXI, especialmente con Fidel Castro en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina.
De esta forma, Lula también se mostró crítico del orden internacional: fue un promotor de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, y reaccionó a la crisis financiera global de 2008 y 2009 diciendo que “no podemos convertirnos en víctimas del casino erigido por la economía estadounidense”.
Escándalos de corrupción
Los buenos resultados económicos del gobierno de Lula da Silva y la mayor asertividad de Brasil en el mundo contrastaron con las crecientes acusaciones de corrupción en contra de numerosos políticos del PT y otros partidos en la coalición y la oposición, que eventualmente llevarían a una crisis política en el país.
El primer escándalo de presunta corrupción atribuido al gobierno de Lula fue el llamado “Mensalão” (Mensualidades), por el cual decenas de políticos en la coalición de gobierno fueron acusados de pagar a partir de 2005 sobornos mensuales a legisladores —utilizando fondos públicos— para asegurarse su apoyo.
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El juicio por el “Mensalão” comenzó en 2012 tras varios años de investigación, y llevó a varias condenas, entre ellas la de José Dirceu, ex jefe de gabinete de Lula.
Pero el mayor golpe al legado de Lula estuvo relacionado a su propia imputación y condena en el marco de la Operación Lava Jato, una investigación sobre el pago de sobornos que involucraba a la petrolera estatal Petrobras y la constructora Odebrecht.
Lula da Silva fue imputado en 2016 por corrupción y blanqueo de capitales, entre otros cargos, y declarado culpable en 2017. Tras una serie de apelaciones, fue enviado a prisión en 2018 para cumplir una condena de 12 años por corrupción. Pero 19 meses después fue liberado, y en 2021 el Tribunal Supremo anuló sus condenas por defectos procesales y ordenó reabrir los juicios.
Lula dijo en su momento que las acusaciones en su contra eran “ficción”, y sus abogados señalaron en un comunicado que el caso tenía una motivación política.
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