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ANÁLISIS | Por qué revivir los horrores del 6 de enero puede no afectar a las elecciones

Julia Hernández

(CNN) — El intento de Donald Trump de deshacer la democracia estadounidense para mantenerse en el poder hace cuatro años vuelve a estar de repente en el epicentro de otra elección, semanas antes de que el expresidente pudiera lograr un asombroso regreso a la Casa Blanca.

El fiscal especial Jack Smith y la exrepresentante republicana Liz Cheney han puesto el tema de las falsas afirmaciones de fraude electoral de 2020 del candidato del Partido Republicano en el tramo final del enfrentamiento cabeza a cabeza de Trump con la candidata demócrata Kamala Harris, mientras reviven recuerdos de un día que manchará la historia de Estados Unidos.

En una presentación con Harris en Wisconsin este jueves, Cheney se presentó como parte de un movimiento bipartidista para bloquear a Trump de la Casa Blanca. Pero cuatro años después, el asalto de la turba de partidarios de Trump al Capitolio estadounidense, el intento del expresidente de subvertir una votación libre y justa, y sus incesantes esfuerzos por fracturar la confianza en el sistema democrático estadounidense pueden no impedir su regreso al poder.

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Esta es una realidad que refleja tanto el estado dividido de la nación como la voluntad del Partido Republicano de dar prioridad al poder. Pero, sobre todo, es un testimonio del magnetismo, a menudo malévolo, que ha hecho de Trump una figura política histórica y duradera.

Cheney, una conservadora de línea dura, apareció con la vicepresidenta en el campo de batalla para instar a los independientes y a los republicanos recelosos de Trump a votar por el demócrata a pesar de sus marcadas diferencias en política.

“El más conservador de los valores conservadores es la fidelidad a nuestra Constitución”, dijo Cheney en Ripon, Wisconsin. “Mientras nos reunimos hoy aquí, nuestra república se enfrenta a una amenaza como ninguna otra a la que nos hayamos enfrentado antes”. Y añadió: “En estas elecciones, anteponer el patriotismo al partidismo no es una aspiración: es nuestro deber”.

La exrepresentante Liz Cheney habla en un evento de campaña para la vicepresidenta Kamala Harris en Ripon College en Ripon, Wisconsin, el jueves 3 de octubre de 2024. (Crédito: Mark Schiefelbein/AP)

“Lo que el 6 de enero nos muestra es que no hay ni un gramo, ni una pizca de compasión en Donald Trump. Es mezquino, vengativo y cruel, y Donald Trump no es apto para liderar esta buena y gran nación”.

Fue una escena extraordinaria, que solo fue posible gracias al terremoto político desatado por la conducta de Trump hace cuatro años. Una muestra de lo mucho que han cambiado las cosas en la política estadounidense: el padre de Cheney, el exvicepresidente Dick Cheney –vilipendiado por los demócratas, especialmente por la guerra de Iraq– también apoyó a Harris. Su hija declaró: “Nunca he votado a un demócrata, pero este año deposito con orgullo mi voto en la vicepresidenta Kamala Harris”.

La excongresista de Wyoming perdió su posición de liderazgo en el GOP de la Cámara y, finalmente, su escaño de forma aplastante frente a un contrincante en las primarias, después de plantar cara al intento de Trump de desafiar la voluntad de los votantes en 2020. Y mientras aún estaba en la Cámara, ayudó a liderar un comité especial bipartidista que recomendó cargos penales para el expresidente dos veces imputado por los disturbios del 6 de enero de 2021. En Wisconsin, un estado que podría decidirse por estrechos márgenes el próximo mes, Cheney podría tener un gran impacto si es capaz de mover incluso unos pocos cientos de votos.

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La próxima semana, Cheney y las exasesoras de Trump en la Casa Blanca, Alyssa Farah Griffin, Cassidy Hutchinson y Sarah Matthews, expondrán sus argumentos contra Trump en una charla informal en el condado de Montgomery, Pensilvania, según ha podido saber en exclusiva CNN.

Harris elogió este jueves el coraje de Cheney y prometió: “Cualquiera que haya pedido, cito, la terminación de la Constitución de Estados Unidos, como Donald Trump, nunca más debe pararse, nunca más debe pararse detrás del sello del presidente de Estados Unidos”.

La comparecencia de Cheney se produjo después de que Smith volviera a ser el centro de atención el miércoles, con una presentación judicial no sellada que ofrecía la visión más detallada hasta ahora de su caso federal de interferencia electoral contra Trump, que ha frustrado los intentos de llevarlo a juicio antes de las elecciones.

El fiscal especial alegó que Trump dijo a miembros de su familia: “No importa si ganaste o perdiste las elecciones. Todavía tienes que luchar como el infierno”. La presentación representa un intento de Smith de salvar un caso gravemente dañado por la mayoría conservadora de la Corte Suprema de Justicia, que concedió a Trump y a otros expresidentes amplia inmunidad por actos en el cargo.

Manifestantes leales al presidente Donald Trump se concentran en el Capitolio de EE.UU., en Washington, el 6 de enero de 2021. (Crédito: José Luis Magana/AP)

Inciertas consecuencias políticas del nuevo foco sobre el 6 de enero

El nuevo enfoque en la negativa de Trump a aceptar el resultado de las últimas elecciones y el ataque del 6 de enero en el Capitolio podría parecer un desastre político para el expresidente. Pero es una marca del éxito de Trump en reescribir la historia para que esto no sea necesariamente un asunto que defina las elecciones.

Cuando Trump abandonó Washington en enero de 2021, sin asistir a la toma de posesión de Joe Biden y con la ciudad dividida por férreas vallas de seguridad, habría sido absurdo pensar que podría tener muchas posibilidades de volver al poder en un segundo mandato no consecutivo.

Sus perspectivas para el mes que viene demuestran que, aunque horroriza a muchos estadounidenses, su conducta tras las últimas elecciones no es vista como descalificadora por millones de otros. Trump ha rebatido las afirmaciones de sus oponentes de que representa un grave peligro para la Constitución argumentando que Biden y Harris son la verdadera amenaza y ha culpado a su retórica de dos intentos de magnicidio contra él. “Probablemente recibí un balazo en la cabeza por las cosas que dicen de mí”, dijo Trump en su debate con Harris el mes pasado. “Hablan de democracia. Yo soy una amenaza para la democracia. Ellos son la amenaza para la democracia”.

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El dominio de Trump sobre las bases republicanas también le ha permitido intimidar a la mayoría de los líderes del partido para que le apoyen y se unan a su esfuerzo por blanquear su conducta tras las últimas elecciones. También está volviendo a plantear dudas sobre la integridad del sistema electoral en el inicio de la votación anticipada de este año para protegerse de otra posible derrota.

El éxito de Trump a la hora de convencer a los republicanos de que era víctima de una persecución política le ayudó a superar las primarias republicanas. Y la perspectiva de otro presidente demócrata está incluso empapelando algunas de las cicatrices republicanas más profundas que quedan de 2020. Este viernes, por ejemplo, el expresidente tiene previsto aparecer con el gobernador Brian Kemp, de Georgia, un estado indeciso, para una sesión informativa sobre el huracán Helene. Trump lleva años vilipendiando a Kemp por no sumarse a su intento de anular la victoria de Biden allí.

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La posibilidad de que Trump vuelva al poder es especialmente ominosa para muchos estadounidenses porque ha prometido emprender un segundo mandato de “retribución” y amenaza con encarcelar a sus oponentes políticos.

Sin embargo, los instintos de hombre fuerte de Trump son exactamente lo que le hace atractivo para muchos votantes republicanos a los que ha convencido de que el Gobierno de Biden ha armado la justicia contra él. No hay pruebas que respalden las afirmaciones de Trump, aunque algunos de los fiscales de varios de sus casos penales y civiles, sobre todo en Georgia y Nueva York, eran figuras políticas que anteriormente habían criticado al expresidente.

El candidato presidencial republicano, el expresidente de EE.UU. Donald Trump, durante un mitin de campaña en el almacén de Mosack Group el 25 de septiembre de 2024 en Mint Hill, Carolina del Norte. (Crédito: Brandon Bell/Getty Images)

Aun así, todos los cargos penales de Trump surgieron de jurados investigadores o de auténticos procesos judiciales. Y fue juzgado por un jurado de sus iguales, como cualquier otro ciudadano, cuando fue condenado en un juicio en Manhattan derivado de un pago de dinero por silencio a una actriz de cine para adultos.

Además del caso de las elecciones federales, el expresidente se enfrenta a otro similar en Georgia basado en estatutos de crimen organizado. Un juez nombrado por Trump desestimó otra acusación de Smith –sobre el manejo de documentos clasificados por parte de Trump en su club de Florida–, aunque el fiscal especial está apelando su decisión.

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En su última presentación ante un tribunal de distrito en Washington, Smith acusó al expresidente de tratar de anular los resultados electorales legítimos en siete estados que perdió. El expresidente, que se ha declarado inocente en esta y en todas las causas penales abiertas contra él, tiene derecho a la presunción de inocencia.

En un entorno político tan tóxico, el fiscal especial tenía que enfrentarse a acusaciones de partidismo, ya que, a pesar de su independencia nominal, trabaja bajo los auspicios del fiscal general Merrick Garland, de Biden. Pero no procesar al expresidente, que escapó a la responsabilidad política cuando los senadores republicanos se negaron a condenarlo en su segundo juicio de destitución, habría creado un precedente que podría convencer a un futuro presidente de intentar ignorar una derrota electoral.

Aunque Smith aún debe convencer a un jurado de que Trump infringió la ley, los hechos históricos no se discuten.

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El expresidente se negó a aceptar el resultado de las elecciones que perdió en 2020. Sus casos alegando fraude –a menudo carentes de pruebas– fueron desestimados por múltiples jueces e incluso por la Corte Suprema de Justicia. Convocó a una multitud en Washington e incitó a sus partidarios, que irrumpieron en el Capitolio y golpearon a agentes de Policía. El expresidente calificó de héroes a quienes intentaron bloquear la certificación electoral y ha prometido indultarlos si vuelve al poder. Sus acciones no solo representaron una amenaza para el sagrado principio estadounidense de transferencias pacíficas de poder entre presidentes. Destrozaron la confianza de millones de estadounidenses en el sistema legal y electoral.

Biden hizo de la amenaza de Trump a la democracia el eje central de su ahora archivada candidatura a la presidencia, advirtiendo de que su predecesor representa una amenaza sin precedentes para el alma de Estados Unidos. Pero Harris, aunque advierte de los peligros de Trump, ha tratado de centrarse principalmente en el cambio generacional que ofrece.

Sus tácticas son un reconocimiento de que hay muchas otras cuestiones –incluidos los altos precios de los comestibles, el coste de la vivienda y el precio de las guarderías– que ocupan la mente de los votantes tanto como las advertencias algo intangibles de una democracia al borde del abismo.

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En una encuesta de CNN/SSRS realizada en septiembre, aproximadamente 4 de cada 10 votantes declararon que la economía era la cuestión más importante a la hora de elegir candidato. La protección de la democracia ocupaba el segundo lugar con un 21%, la inmigración con un 12% y el aborto con un 11%. Los votantes de Harris eran más propensos que los demás a elegir la protección de la democracia como lo más importante (37%) por encima de la economía (21%).

Por tanto, aunque las escenas del 6 de enero de 2021 fueron espeluznantes, cuatro años después no son el tema dominante.

Pero si Trump gana, los historiadores del futuro podrían preguntarse por qué un expresidente que intentó quemar la democracia para mantenerse en el poder fue capaz de utilizar el mismo sistema para recuperar la Casa Blanca.

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