“Es simplemente el horror”: así es la vida en las calles de Jersón, la ciudad fantasma del frente ucraniano
Por Clarissa Ward, Brent Swails, Scott McWhinnie, Kosta Gak y Rachel Clarke, CNN
Jersón está inquietantemente tranquila. La plaza principal de esta ciudad portuaria está casi por completo vacía. El tráfico apenas supone un peligro para el ciclista solitario o la anciana que pasa con su bastón mientras camina lo más deprisa que puede hacia la tienda de comestibles.
Es una ciudad en el frente de la guerra entre Rusia y Ucrania. Las tropas rusas están al otro lado del río Dnipro, a menos de cinco kilómetros de las fuerzas ucranianas y de la asediada población que deben defender.
En la tienda de comestibles, grandes barreras protegen la entrada y la madera cubre las puertas de cristal. Los residentes, en su mayoría mujeres y hombres mayores, entran rápidamente para ver qué hay en los estantes y comprar lo necesario para el día antes de regresar al refugio y a casa.
Jersón fue la primera gran ciudad en caer en manos de las fuerzas rusas que invadieron Ucrania. Cuando fue liberada ocho meses más tarde, multitudes llenas de júbilo ataviadas con banderas ucranianas, azules y amarillas, salieron a las calles, abrazando y besando a los soldados, y cantando mientras sonaban las bocinas de los automóviles.
Las banderas siguen ondeando: una grande en lo alto de un banco del centro, otras más pequeñas en las calles e incluso pintadas en las farolas. Pero el ruido y la alegría desaparecieron.
Ahora que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el mandatario de Rusia, Vladimir Putin, se disponen a discutir el fin de la guerra en Ucrania, el destino de esta ciudad y de sus habitantes pende de un hilo. La anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia, en 2014, dio a Putin una franja de tierra en el mar Negro al sur de Jersón, pero la invasión a gran escala que comenzó en 2022 vio cómo las fuerzas de Moscú se apoderaban de más y más territorio.
Muchos de los edificios muestran las cicatrices de los años de conflicto: ventanas reventadas y tapiadas, trozos de escombros esparcidos por los impactos de proyectiles contra el concreto.
Los proyectiles siguen volando por encima de las cabezas, produciendo ruidos ensordecedores y destructivos cuando caen.
Pero es el zumbido de los drones lo que aterroriza a la gente estos días.
“Es imposible explicar lo aterrador que es”, dice Olena Vassilievna Shigareva. “Vuela, zumba, no lo ves. Y cuando lo ves, se para y empieza a seguirte vayas donde vayas”.
Shigareva afirma que ella y otra mujer paseaban juntas cuando fueron blanco de los drones, en lo que algunos residentes en Jersón denominan un “safari” sobre ellos. Decenas de videos ambientados con música en el canal de redes sociales Telegram parecen mostrar el fenómeno de drones armados con cámaras que persiguen a civiles y lanzan explosivos,
“Podían ver que éramos mujeres, no soldados”, afirma Shigareva. “No les hicimos nada. Es simplemente el horror”.
Shigareva habla desde la cama del hospital, donde está siendo tratada por una rodilla dañada y metralla en la pierna.
El hospital es uno de los pocos lugares que vemos donde hay ruido y movimiento, con médicos corriendo por los pasillos para tratar a los heridos de guerra (la mayoría, civiles alcanzados por ataques de drones).
Las camas se amontonan en las habitaciones disponibles, cada una con un paciente. Una anciana tiene el tobillo inmovilizado; un adolescente llamado Boris dice que iba en un autobús cuando fue alcanzado; y un hombre mira donde tenía las piernas: se las amputaron en la parte alta de ambos muslos.
Roman Mrochko, alcalde de Jersón, trabaja en un sótano, bajo tierra, lejos del peligro de los drones. Dice que cada día pueden volar hacia su ciudad hasta 100 drones. “Un gran número son suprimidos por nuestros inhibidores, pero por supuesto hay drones… que alcanzan el objetivo y golpean a nuestra gente”, explica a CNN. “Lo llamamos caza de civiles. Los rusos envían nuevas unidades de drones a Jersón, y se entrenan atacando a civiles con drones”, señala.
Dirigir intencionadamente ataques contra infraestructuras civiles y contra civiles que no participan directamente en las hostilidades se considera un crimen de guerra según el derecho internacional.
Kyiv, sus aliados occidentales, la Corte Penal Internacional y la Organización de las Naciones Unidas han acusado repetidamente a Rusia de atacar a civiles ucranianos. A lo largo de la guerra, Rusia ha negado repetidamente las acusaciones, a pesar de las pruebas sustanciales que demuestran lo contrario.
La mayor parte de los ataques con drones se producen en la periferia oriental de la ciudad, donde sus habitantes están inmovilizados. A primera hora de la mañana es el momento más seguro para estar en la calle, así que es cuando los voluntarios salen a repartir cajas de ayuda alimentaria desde la parte trasera de un camión.
Las mujeres salen nerviosas de sus casas, abrigadas contra el frío. Las cajas de cartón se colocan en brazos agradecidos y luego regresan rápidamente al interior. Nadie quiere pararse a hablar.
Y con razón. Al cabo de unos minutos, llega la noticia de que se lanzaron drones desde la orilla rusa del río. En esta ciudad fantasma, es demasiado peligroso estar afuera. Los trabajadores humanitarios aseguran las cajas no entregadas y regresan a su depósito. Las demás familias de su ruta pueden pasar hambre este día o tener que arriesgarse a salir.
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Este reportaje fue realizado en Jersón por la corresponsal jefa de CNN, Clarissa Ward; el productor sénior, Brent Swails; el fotoperiodista Scott McWhinnie y el periodista Kosta Gak. Fue escrito por Ward, Swails y Rachel Clarke.