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Llegan más visitantes a España, pero se desacelera el crecimiento: ¿se agota su modelo de turismo?

Por Pau Mosquera, CNN en Español

Son más de las siete de la tarde. Como ya parecen haber terminado los rigores del verano, las multitudes toman confiadas las diferentes calles y plazas adoquinadas del centro de Madrid. En el caso de la Plaza Mayor, la muchedumbre se arremolina en los laterales, sentados o esperando turno en las terrazas de los locales que anuncian sin discreción los autóctonos bocadillos de calamares y en las que saciarán su sed con refrescos o los famosos tintos de verano. Ahora bien, si afinamos el oído, la mayoría de las conversaciones discurren en inglés, francés u otros idiomas extranjeros.

“Pero, ¿quién vive en esta plaza?”. La pregunta, escuchada furtivamente, la formula con razón una chica que cruza este turístico lugar junto a sus amigas. Y seguramente no sea la única que se la ha planteado: ante el auge de visitantes que ha experimentado Madrid en los últimos años, se entiende que hay a quien se le antoje extraño vivir en un lugar tomado por el turismo.

Pero Madrid es sólo un ejemplo de un fenómeno que se extiende a otras ciudades de España. En 2024 llegaron al país 94 millones de turistas frente a los 71,6 millones de 2022. Un ejemplo que demuestra que las cifras no han hecho otra cosa que crecer, poniendo de relieve la robustez de un sector representa alrededor del 13% del Producto Interior Bruto y la capacidad de un país para atraer a viajeros gracias al encanto de sus costas, su gastronomía y su cultura.

Aunque este crecimiento también ha tenido otra cara, la de las protestas vecinales. En ciudades como Barcelona, Málaga o Palma de Mallorca, miles de personas han protagonizado protestas contra el turismo de masas para reclamar a las autoridades medidas efectivas para combatir los efectos de la turistificación. Esto es, que se priorice a los vecinos frente a los visitantes para facilitar, entre otros, el acceso a la vivienda.

Sea como fuere, tal es la buena marcha del sector en estos últimos años que desde el Gobierno esperan cerrar este 2025 con 100 millones de visitantes, disputando el puesto de país más visitado del mundo a Francia, que recibió 102 millones de turistas en 2024, según datos de la Organización Mundial del Turismo.

Pero ese objetivo podría no llegar a cumplirse. Los últimos datos compartidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) reflejan una situación paradójica: si bien este pasado mes de julio el país marcó un hito histórico al recibir más de 11 millones de turistas, el crecimiento mensual ha mostrado cierta desaceleración.

Puesto en cifras, los dos primeros meses de la temporada alta por excelencia muestran cierta distensión frente al vigor de años anteriores. En términos de variación anual, este pasado mes de julio se registró un auge de visitantes del 1,6% frente al crecimiento del 7,3% en julio de 2024. Una situación que también se dio en junio, dado que el incremento fue de un 1,9%, frente al 12,1% en junio de 2024.

Un estancamiento que se debe, entre otros, a la ralentización del llamado “turismo de revancha”; esto es, aquel que se produjo tras la pandemia de Covid-19, cuando millones de viajeros deseaban recuperar el tiempo perdido, según cuenta a CNN Pablo Díaz, investigador del grupo NOUTUR de la Universitat Oberta de Catalunya.

Pero a eso se le une el encarecimiento de los precios de la hostelería y otros productos vinculados, añade Díaz. Un encarecimiento que demuestran los propios datos del INE, siendo que el precio de una habitación de hotel costaba este julio un 42% más que en julio de 2019. Esto es, 146,49 euros de tarifa media diaria frente a los 103,14 euros de 2019.

Un incremento que se demuestra superior al del Índice de Precios al Consumo (IPC) entre esas dos mismas fechas, que acumula un alza del 26,8% en la categoría de “Hoteles, cafés y restaurantes”.

Algo que se explica por la presión de la demanda y la explosión del turismo post-pandemia, nos cuenta Díaz. Aunque a eso también se le suma los costes de la propia hostelería. Esto es, los gastos inherentes de la actividad que han ido al alza y la crecida de un 31% del salario medio interprofesional a lo largo de estos seis últimos años, entre otros.

Así las cosas, la desaceleración de este mes de julio viene protagonizada por la caída de visitantes procedentes de dos de los principales mercados emisores: Francia y Alemania. El número de alemanes que visitó España en este mes estival fue un 4,8% menor al de julio de 2024, mientras que el total de franceses que llegaron a España cayó un 3,1%.

Algo que también ha propiciado la reducción del gasto turístico: un 5,3% en el caso de los alemanes, y un 2,1% en el caso de los franceses.

Esto se explicaría, según Díaz, porque franceses y alemanes “están mirando hacia otros destinos que, posiblemente por precio, empiezan a ser más competitivos: Grecia, los Balcanes, e incluso el norte de África”.

“Quizás, estas dos bajadas sean los primeros síntomas serios de algo mayor que esté por venir, a medio plazo, una posible bajada generalizada del turismo receptor”, medita Eduardo Macías, responsable de turismo receptivo en Viajes Insular —agencia de turismo con presencia en la mayoría de las Islas Canarias.

Aunque las posibilidades y los destinos son múltiples, las ciudades que más visitantes atraen son dos: Madrid y Barcelona. En el caso de la capital española, recibió a cerca de 10,4 millones de visitantes en 2024, mientras que la Ciudad Condal acogió alrededor de 8,4 millones, según datos de la Encuesta de ocupación Hotelera del INE.

Ahora bien, ser las favoritas no las ha librado de sentir el efecto de este estancamiento estival.

“No quiero pronunciar la palabra crisis, porque me da pánico, pero sí noto cierto enfriamiento”, comenta a CNN Juan Carlos Henche, socio de ocho locales de restauración localizados en el centro de Madrid.

En sus restaurantes y tabernas brilla la cocina de mercado. Entre las mesas altas y estanterías repletas de Riojas y Albariños, es habitual ver desfilar tanto tablas de embutidos loncheados de la mayor calidad como tapas con productos de temporada. Reclamos de la cocina española que acostumbran a atraer a locales y a visitantes.

Estos locales de restauración, como otros de la capital, han sentido la caída de turistas internacionales de este pasado mes de julio. Un descenso que en el caso de la Comunidad de Madrid ha alcanzado el 3,1%, mientras que en Cataluña ha sido de un 1,2%.

“Yo esperaba un crecimiento, fíjate, porque hasta el mes de junio había ido todo in crescendo. De hecho, incrementé plantillas”, reconoce. En total, sus ocho negocios acumulan actualmente 92 empleados.

Sin embargo, “al llegar junio noté un enfriamiento”, añade. “Vivo en el centro, en la Puerta del Sol y lo he notado perfectamente. No había público, había una bajada respecto al año anterior”, señala.

Tal es la situación, cuenta, que tras una primera mitad de año al alza, actualmente se ha visto obligado a hacer un ajuste de plantilla de entre el 10% y el 12%.

Y aunque no sabe a ciencia cierta qué ocurrirá en lo que queda de año, vaticina una moderación del consumo en la restauración. “Saldremos adelante —perdón por la arrogancia, si lo parece— los que estamos todo el día ahí, picando piedra, haciendo las cosas bien. Pero auguro el cierre de muchos negocios”, confiesa con inquietud.

Estos datos, cuando menos llamativos, han sido recibidos en el sector como una invitación a la reflexión.

“Hay destinos masificados, saturados. Destinos urbanos no prediseñados para ello [turismo de masas] y que han tocado techo, frente a otros destinos no tan saturados y bien diseñados para la recepción de turistas”, argumenta Díaz.

Palabras que encuentran eco en el sentimiento de muchos habitantes de algunas de las ciudades más visitadas que han tomado las calles en los últimos meses para protestar contra la turistificación de sus localidades.

A pesar de que muchos medios se hicieron eco de esas protestas, especialmente en el Reino Unido —primer país emisor de turistas hacia España—, Díaz asegura que eso no ha tenido un impacto notable sobre esta desaceleración.

“Sí que he tenido turistas que me preguntaban: ‘Oye, ¿me van a decir algo?, ¿me van a llamar la atención?’”, detalla Alba Cruells, propietaria de la agencia de viajes Spain Insights, en la provincia de Huesca. Pero afirma que, en ningún caso, eso ha llevado a ninguno de sus clientes a tomar la decisión de cancelar un viaje.

“Los destinos pasan por etapas y estamos en una en que estamos tocando techo”, reflexiona Díaz. No obstante, asegura que este es un sector dinámico y con facilidad de adaptarse a las circunstancias, con lo que vislumbra dos posibilidades: “Se puede renacer y seguir creciendo, o tener un estancamiento”.

Para favorecer el crecimiento, Díaz apuesta por dar visibilidad a mercados turísticos que no están saturados, como los radicados en la Costa Cantábrica y la Atlántica.

Pero recentrando los objetivos del sector para este año, la duda sigue siendo la misma: ¿alcanzará España los 100 millones de visitantes este 2025? Díaz no lo tiene claro. Asegura que no va a haber una caída drástica de visitantes, dado que todavía quedan varios meses hasta cerrar el año y el período vacacional se termina extendiendo a meses como septiembre.

“El sector es muy dinámico y probablemente ajustará precios, hará un último esfuerzo”, comenta. Por eso, más allá de confirmar si se cumplirá el objetivo, su previsión es que el año culmine con “números positivos”.

En cualquier caso, llegar a los ocho ceros no solo sería un hito, sino que también una responsabilidad.

“A nivel medioambiental, España no puede sostener 100 millones de turistas y todos concentrados en zonas masificadas”, afirma Cruells. “Nosotros apostamos por reducir el número de visitantes y aumentar el gasto medio, mejorar el perfil de la gente que viene”, agrega.

Como clave para hacer sostenible la acogida de tantos visitantes, Cruells propone favorecer la llegada de turistas fuera de las épocas consideradas temporada alta. Esto es, desestacionalizarlos. “Nos daría mucho margen de maniobra al sector turístico español”, destaca.

Un hecho que a su vez contribuiría a combatir la temporalidad de las contrataciones en la hostelería y la restauración, afirma Cruells, ya que “permitiría que los empleos se alargaran, que muchos trabajadores no fueran fijos-discontinuos”.

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