Una historia de cocina y migración: chef oaxaqueño vivió décadas en EE.UU. y decidió volver a México para “vivir en paz”
Por Uriel Blanco, CNN en Español
Al chef Mario Carrera, de 54 años, la cocina lo ha acompañado en todo momento: desde que era un niño en su natal Oaxaca —estado en el sur de México— hasta sus últimos momentos mientras vivía en Estados Unidos, donde pasó más de la mitad de su vida y al que pudo llamar “hogar”.
A finales de agosto, regresó a su pueblo de nacimiento, Miahuatlán de Porfirio Díaz, municipio oaxaqueño de poco más de 50.000 habitantes. Estuvo alrededor de 30 años en EE.UU. (en dos periodos separados entre la década de 1990 y 2025), y los últimos 10 trabajó como cocinero en un restaurante italiano en Miami-Dade, el condado de Florida con la mayor población latina en el estado.
Ambas ocasiones que logró ingresar a Estados Unidos fue como inmigrante indocumentado. Mario, en entrevista con CNN, explica que, para el primer periodo (en 1990), pudo entrar caminando y no tuvo inconvenientes; sin embargo, para el segundo (en 2006), tuvo dificultades, lo intentó por meses e incluso lo detuvieron agentes migratorios estadounidenses en tres ocasiones, le tomaron fotos y huellas, y lo devolvieron a México. Indica que logró entrar al país escondido en un vehículo. Debido a eso, abogados en EE.UU. le recomendaron no tratar de regularizar su estatus migratorio, pues le dijeron que iba a ser muy complicado que tuviera éxito.
A pesar de cómo había llegado, Mario disfrutaba su trabajo en Estados Unidos, dejaba su corazón en la cocina, forjó múltiples amistades y fue en ese país que conoció a su esposa María Martínez (originaria de Buenos Aires, Argentina), cuenta.
Pero la ofensiva migratoria del actual Gobierno de Donald Trump hizo que se planteara su regreso a México. Junto con María, el temor fue creciendo cuando en las noticias no dejaban de circular hechos relacionados con las redadas migratorias y las manifestaciones a favor de los inmigrantes en Los Ángeles, California.
“Recuerdo que la situación estaba bien difícil, veíamos cómo en Los Ángeles estaban deteniendo a las personas, las tiraban al piso, les pegaban, las insultaban, las pateaban, las lastimaban (…) Parece que estaban agarrando delincuentes. Eso nunca se había visto hasta ahora”, dice.
“Cuando (María) me dice ‘vámonos’, yo sentí que el mundo se me cerró. Porque qué voy a hacer allá, decía yo, cómo la voy a mantener, de qué vamos a vivir, no tenemos hijos, tenemos un perrito y un gatito”, relata Mario con un nudo en la garganta.
Bastó un susto más —de aquellos que ya había recibido en años pasados tras ser parado por la Policía en varias ocasiones y por tener la licencia expirada, que pudo tramitar durante su primer periodo en EE.UU. pero en el segundo ya no tenía vigencia y no pudo renovar por estar fichado— para que tomaran su decisión final:
La ansiedad se desbordó. A inicios de agosto decidieron salir de Estados Unidos y, dos semanas después, ya tenían todo listo para su regreso a territorio mexicano. Incluso contrataron abogados en México para sacar la residencia temporal de María.
A pesar de dejar gran parte de su vida tras de sí, Mario tiene la certeza de que fue la mejor decisión, de que es mejor “vivir en paz”.
“Mi esposa no quería ir a Argentina, quería venir para México porque le encanta, disfruta México, la comida, la gente es muy amable, es muy hospitalaria (…) Me siento contento, me siento feliz y más que nada me siento en paz. Tengo la libertad de poder ir a cualquier lugar, sacar mi licencia y poder pasearme por todo el bello país que es nuestro México querido (…) No hay como estar acá, vivir en paz, tranquilo”, dice.
La historia de Mario Carrera —o “Marito”, como le dicen de cariño— en Estados Unidos comienza muchos años atrás, en 1990. Y, en cierta forma, es la de miles de personas originarias de Oaxaca, cuya población migrante internacional es la tercera más grande de México y el principal destino es EE.UU. (8 de cada 10 migrantes oaxaqueños viven en ese país), según un análisis de datos realizado por CNN de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica 2023 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En 1990, con 19 años, Marito se fue a EE.UU. por primera vez luego de vivir un lapso relativamente corto (tres años) en Ciudad de México, donde inició su trayectoria laboral en restaurantes, primero como lavaplatos y luego en la cocina.
Decidió irse a Estados Unidos por la misma razón por la que salió de Miahuatlán a los 16 años rumbo a la capital mexicana: conseguir un mejor futuro, darle una mejor vida a su familia, sobre todo a su madre y a su padre, quienes, contándolo a él, tuvieron ocho hijos e hijas.
Mario viene de una familia humilde, según recuerda. Todos dormían en una misma cama.
“Mi mamá pues no tenía estufa, no tenía licuadora, no había tele, no había nada”, cuenta. Se volvió chef por oficio y experiencia propia, no de carrera, ya que únicamente pudo estudiar hasta segundo de secundaria.
Estas situaciones siguen siendo comunes en Oaxaca en la actualidad. En el ámbito económico, el salario promedio mensual en este estado es de poco más de 4.000 pesos (casi US$220); una cuarta parte de este salario se puede ir en una canasta básica de 24 productos, que alcanza un precio de más de 1.000 pesos (US$ 54). En tanto, en el plano educativo, la mayoría de la gente mayor a 15 años en Miahuatlán solo termina la educación primaria, de acuerdo con datos del Inegi.
Al momento de irse a Estados Unidos, uno de los hermanos de Mario ya estaba allá, así que tenía un lugar al cual llegar.
“La primera vez que pasamos, estuvimos caminando cinco días, se me ampollaron los pies”, dice.
Pudo cruzar a EE.UU. sin ser detenido y ahí comenzó el primer sueño americano, que en esta etapa duraría 10 años.
Durante esa década, una buena parte de la familia de Mario ya se había establecido en Estados Unidos, en el estado de Florida. Tres de sus hermanas, un hermano, un tío y dos sobrinas se encontraban allá.
Para apoyarse mutuamente, sobre todo en el pago de la renta, Mario vivía con sus hermanas. Así, en conjunto, también mandaban dólares a México para apoyar a su mamá y a su papá en Oaxaca.
El envío de dinero desde el extranjero a personas que viven en sus países de origen, conocido como remesas, es uno de los fenómenos más importantes de la migración y uno de los mayores soportes económicos de las familias en México. En el segundo trimestre de 2025, Miahuatlán de Porfirio Díaz recibió unos US$ 42 millones en remesas, según datos del Banco de México.
“Nos fuimos para allá y nosotros empezamos a trabajar y empezamos a comprarle su casita a mi mamá, a construirle”, relata Mario.
Pero Mario y sus familiares no solo enviaban dinero para la casa y para el sustento en general. En ese primer lapso en Estados Unidos, Gloria, la madre de Mario, enfermó de cáncer, así que los dólares que llegaban a su hogar en Miahuatlán también se utilizaban para su tratamiento y medicinas.
Gloria es uno de los pilares más importantes para Mario y toda la familia. El chef recuerda que en su infancia, a pesar de la situación económica, ella se las ingeniaba para conseguir y preparar comida, con el apoyo de su esposo, quien realizaba trabajos de albañilería y construcción de la mano de sus hijos, que le ayudaban cuando acababan la tarea tras salir de la escuela.
Todos los lunes, comenta Mario, su mamá se iba con su canasto lleno de tortillas, ella las hacía a mano para poderlas intercambiar por otros productos en el mercado, como tomates, jitomates, cebollas, ajos, verduras, fruta, “todo lo que podía… ella hacía el trueque”.
Cuando Marito y sus hermanos llegaban de la escuela, su mamá estaba ocupada lavando o cuidando a los bebés, pero la comida ya estaba servida. Tortillas, frijoles, salsa, queso, verduras, café. Era una cocina pequeña, llena de humo porque se cocinaba con leña, pero nada faltaba.
“Hacíamos nuestros taquitos de frijol, le poníamos cebolla, chile, salsa, queso, y a comer se ha dicho (…) Mi mamá no nos servía, pero decía ‘mis hijos no van a morir de hambre’”, cuenta entre risas y nostalgia. “Así fue como nació el amor por la cocina”.
En cierto momento de la enfermedad, cuando los doctores le daban poco tiempo de vida a Gloria, Mario —que ya llevaba 10 años en territorio estadounidense— y los demás familiares que vivían en Estados Unidos deciden regresar a México en el 2000 para estar con ella.
Gloria, más allá de decaer, se revitalizó por la llegada de sus hijos, dice Mario. Algunos regresan a EE.UU., pero él se queda para cuidarla durante seis años. En esos momentos, la cocina los volvió a unir.
“Me acuerdo que le hacía su comidita. Le decía: ‘Mamá, ¿qué se te antoja?’. ‘Se me antoja un chichilito’, un chichilo es una comida tradicional aquí del pueblo. ‘¿Y qué lleva, mamá?’. Ponle estos chiles, ponle aguacate, ponle esto, ponle otro, y yo se lo hacía. Y cuando se lo preparaba con mucho cariño le decía: ‘Mamá, ¿qué tal está?’. ‘Muy rico’, me dice, ‘muy bueno, muy sabroso’”.
Una madrugada, ya con mucho dolor sobre ella, Mario le tomó su mano y le leyó una oración de la Biblia.
“Cuando fui terminando la oración, mi mamá se fue con Dios”.
Poco después, Mario decidió regresar a Estados Unidos para un segundo periodo, su último y más largo en ese país.
El chef Mario llega por segunda vez a Estados Unidos en 2006, nuevamente como inmigrante indocumentado. Pero, a diferencia de la primera ocasión, recuerda que cruzar fue sumamente complicado, una tarea que le llevó tres meses.
“Esta vez fue por la barda, por el muro, pero la verdad no pude pasar. Me costó mucho trabajo. Estuve como tres meses intentando pasar, una vez, dos veces, tres veces, no podía pasar. Me regresaba, fue algo bien tremendo, yo pensaba que ya no iba a pasar”, relata.
Mario dice que esas tres veces que intentó cruzar fue detenido por agentes migratorios de Estados Unidos, le tomaron fotos y huellas, y lo devolvieron a México.
Pero se empeñó en entrar a Estados Unidos. Se unió a un grupo de migrantes para cruzar ilegalmente y lo lograron, escondidos en una furgoneta. Entraron alrededor de las 5 a.m., dice. El conductor del vehículo estaba nervioso, tosiendo, pero al lograr pasar a EE.UU. decía, según Mario, “¿por qué no metí a más?”.
Su primer destino fue San Diego, California, pero no pudo encontrar trabajo ahí, así que se fue para Miami-Dade, Florida, que fue su hogar durante prácticamente todo su segundo periodo en Estados Unidos.
Ya tenía experiencia laboral en la agricultura, en la construcción y en la cocina. Comenzó a trabajar en el restaurante donde uno de sus hermanos era chef, que era de comida italiana. Ahí trabajó unos años, pero el lugar cerró.
Después pasó por tres restaurantes más (uno italiano, otro árabe y también uno judío), hasta que llegó a otro más de comida italiana, donde trabajó por 10 años, sus últimos en EE.UU.
En ese restaurante, el chef Mario se ganó el cariño de todos sus compañeros, que con el tiempo se volvieron amigos. Y Miami-Dade se volvió su hogar a lado de su esposa María. Se conocieron en un bloque de apartamentos en South Miami en 2009, cuando Mario vivía con una de sus hermanas. Él se encontraba lavando ropa y ella paseaba a la perrita de nombre Chloe. Entonces conectaron y comenzaron una amistad que culminaría en matrimonio en 2021.
“Uno se acostumbra a vivir allá y es como nuestro hogar, era mi hogar. Ahí conocí a mi esposa, ahí nos casamos. La verdad que no me arrepiento de haber estado en Estados Unidos, fue una gran bendición, conocí gente muy hermosa, muy linda, de diferentes países, gente trabajadora, gente latina que le pone empeño a su trabajo, le pone amor, le pone corazón. Y no todas las personas son malas, como dicen. Hay personas buenas, honestas, humildes y de buen corazón”, recalca.
Mientras cocina tlayudas (un platillo típico de la gastronomía oaxaqueña) y platica con CNN, Mario repite varias veces la frase “al sabor del chef”, que se volvió un emblema para él y con la que la gente lo reconoce.
A finales de agosto, sus compañeros de trabajo y amigos le prepararon una despedida en el restaurante, con tacos incluidos al sabor del chef y con sentimientos encontrados, pero también entre aplausos y sonrisas.
Ese último día, le regalaron una camisa de chef, que Mario portó con orgullo y agradecimiento para la entrevista.
“Recuerdo que había mucha nostalgia”, comenta con la voz entrecortada. “Esta chaqueta que usted me ve aquí me la regalaron y todo mundo firmó. Y aquí hay un texto: ‘Marito, te queremos mucho. Que Dios te bendiga’. Bueno, está lleno completamente, por eso hoy me la quise poner como agradecimiento con todo mi corazón a esas personas tan lindas, desde el jefe hasta todas las personas. La verdad que me trataron superlindo. Aprendí mucho de ellos, personas muy lindas, muy bonitas, de diferentes países. Pude también conocer acerca de sus culturas, de sus comidas”.
Si bien no hay arrepentimiento en su decisión de volver a México, a Marito le gustaría seguir apoyando a las personas que tanto le ayudaron en el restaurante.
“Quisiera seguir ayudando, aportando más al restaurante, porque me encanta, lo disfrutaba. Yo enseñaba a la gente, cortaba la cebolla, el ajo, qué sé yo. Le decía a los muchachos ‘mira la cámara’, los muchachos se quedaban viendo, y entonces buscaban la cámara. Cuando ellos se daban cuenta que estaba bromeando, se echaban a reír. Quería que esas personas tuvieran confianza de poder sonreír, para que no estuvieran tensos y poder aprender”.
A pesar de la incertidumbre, Mario dice que está preparado para vender fruta o poner una cocina en su pueblo, además de que tiene planeado iniciar un proyecto de ofrecer comida a la gente más necesitada de su comunidad.
“Vengo preparado. Lo que yo sé hacer, lo voy a explotar y lo voy a hacer aquí”, en Miahuatlán de Porfirio Díaz, su pueblo natal.
Dice que no cree volver a Estados Unidos, sino que quiere disfrutar de su país.
“Ya tengo 54 años, quiero disfrutar. Allá se vive mucho estrés, mucho trabajo, mucha presión. Estoy acostumbrado a eso, pero yo siento que ya a estas alturas es tiempo de estar aquí en paz, tranquilo, relajado”.
El sabor del chef Mario, dice, continuará en Oaxaca.
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