La inquietante maniobra de Trump para reclutar generales y almirantes a su causa política
Análisis de Aaron Blake
Cuando un juez federal reprendió el uso de las Fuerzas Armadas por parte de la administración de Trump en Los Ángeles a principios de este mes, incluyó una nota al pie poco observada pero impactante.
Después de que el general de división de la Guardia Nacional Scott Sherman objetara en privado la demostración de fuerza planeada por el Gobierno en el MacArthur Park de la ciudad, la nota al pie señalaba que el alto funcionario del Departamento de Seguridad Nacional, Gregory Bovino, comenzó a “cuestionar la lealtad de Sherman al país”.
Sherman es un veterano de Iraq con 30 años de servicio, y aquí estaba un funcionario político sugiriendo que era desleal por cuestionar los planes de la administración.
La escena ejemplificó la presión política que enfrentan los líderes militares mientras Trump avanza con el despliegue de las Fuerzas Armadas en suelo estadounidense e incluso declara que las ciudades estadounidenses podrían ser utilizadas como “campo de entrenamiento” para los soldados, como lo hizo el martes. Su notable discurso ante generales y almirantes militares en Quantico, Virginia, llevó las cosas a otro nivel.
¿Aceptan sin cuestionamientos los líderes militares una táctica extraordinaria que los críticos –incluidos altos exfuncionarios militares del primer mandato de Trump– han temido que pueda resultar en una militarización constitucionalmente corrosiva del país?
Incluso muchos estadounidenses parecen tener reservas sobre esa posibilidad. Una encuesta del New York Times-Siena College publicada el martes mostró que más votantes registrados temían que Trump utilizara los soldados para intimidar a sus oponentes políticos que los que temían que el crimen se descontrolara sin el uso de la guardia.
Esto nos lleva a la escena del martes en Quantico. Hubo muchas preguntas sobre la inusualmente extraordinaria convocatoria del secretario de Defensa Hegseth a generales y almirantes de todo el mundo para una presentación.
Para Trump, al menos, la ocasión parecía tratarse de sumarlos a su programa político.
En un discurso extenso y a menudo divagante ante los funcionarios militares, Trump pronunció una serie de frases que habrían sido mucho más apropiadas para un mitin de campaña –pronunciándolas incluso mientras los funcionarios permanecían sentados en silencio, como dicta el protocolo. Hizo referencias al autopen y profundizó en sus afirmaciones, a menudo exageradas, de haber terminado más de media docena de guerras y sus esperanzas de recibir un Premio Nobel de la Paz. El presidente enalteció sus propios logros y atacó repetidamente a los demócratas. Nada de eso encajaba con la ocasión al dirigirse a una audiencia que se supone apolítica.
Pero lo más llamativo y significativo fue que Trump pareció intentar reclutar a los generales y almirantes para su represión interna.
Él y Hegseth intentaron enfrentarlos a los demócratas, la academia, supuestos radicales de izquierda y los medios de comunicación.
Trump sugirió que los generales y almirantes serían cruciales en su lucha contra el “enemigo interno” y podrían usar el país como “campo de entrenamiento”.
“Estamos bajo invasión desde adentro”, dijo Trump. “No es diferente a un enemigo extranjero, pero más difícil en muchos sentidos porque no llevan uniforme”.
Agregó: “En nuestras ciudades, de las que vamos a hablar porque ahora son una gran parte de la guerra. Es una gran parte de la guerra”.
En otro momento afirmó: “Le dije a Pete, deberíamos usar algunas de estas ciudades peligrosas como campos de entrenamiento para nuestras Fuerzas Armadas –la Guardia Nacional-. Porque vamos a entrar a Chicago muy pronto”.
“San Francisco, Chicago, Nueva York, Los Ángeles. Son lugares muy inseguros. Y los vamos a arreglar uno por uno. Esto va a ser una parte importante para algunas de las personas en esta sala. También es una guerra. Es una guerra interna”, agregó.
Trump, quien a menudo se alimenta de la energía de la multitud y la interacción con ella, intentó repetidamente involucrar más a los generales y almirantes –pareciendo ansiar la afirmación, o al menos algo que pudiera presentar como tal.
En un momento, les preguntó si estaban de acuerdo con su postura de “ellos escupen, nosotros golpeamos” hacia los manifestantes.
En otro momento, les pidió que levantaran la mano si pensaban que el presidente del Estado Mayor Conjunto, Dan Caine, “no servía”. Cuando, como era de esperarse, no levantaron la mano, Trump lo tomó como un respaldo a su elección.
Los comentarios de Trump llegaron después de un discurso de Hegseth que al menos estuvo más enfocado en su filosofía militar. Usó su tiempo para resaltar la importancia de endurecer a los “combatientes” y elevar los estándares de condición física y apariencia personal en el Departamento de Defensa.
Pero la presentación de Hegseth también fue altamente política. Además de ridiculizar repetidamente la supuesta actitud “woke” de las fuerzas armadas y atacar a las personas transgénero (“tipos con vestidos”, según Hegseth), buscó dividir a los líderes militares y a lo que describió como instituciones de tendencia progresista.
“Verán, los salones de profesores de la Ivy League nunca nos entenderán, y está bien porque nunca podrían hacer lo que ustedes hacen”, dijo Hegseth. “Los medios nos tergiversarán, y está bien porque, en el fondo, saben que la razón por la que pueden hacer lo que hacen son ustedes”.
De manera similar, Trump buscó enfrentar a los generales y almirantes con los demócratas.
“No los trataron con respeto”, dijo Trump. “Son demócratas. Nunca lo hacen”.
El mensaje: Nosotros somos sus verdaderos aliados políticos. Estamos de su lado, y ellos no.
Fue una degradación notable de las líneas entre las fuerzas armadas y la política, y un caso ominoso para quienes temen los intentos de Trump de politizar al ejército y lo que eso podría significar.
Los estadounidenses no parecen estar de acuerdo con Trump en esto, a juzgar no solo por la encuesta de Times-Siena, sino también por otros sondeos. En general, a los estadounidenses no les gusta la idea de la Guardia Nacional en sus propias calles ni en las de otros.
Pero Trump sigue adelante. Y el martes pareció tratarse de asegurarse de que no haya más generales divisivos como Sherman.
“Si quieren aplaudir, aplaudan”, dijo Trump al inicio del discurso, señalando lo silenciosos que estaban los generales y almirantes.
Luego añadió en tono de broma: “Si no les gusta lo que digo, pueden salir de la sala. Por supuesto, ahí se va su rango. Ahí se va su futuro”.
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