El hallazgo de una recién nacida que fue enterrada viva expone la cruda realidad de las mujeres en la India
Por Aishwarya S. Iyer, Rhea Mogul y Deepak Rao, CNN
Lo primero que vio Shyam Babu fue su brazo, pequeño y frágil, sobresaliendo del barro como una muñeca abandonada. Pero no era una muñeca. Cubierta de hormigas y sangrando por lo que los médicos sospecharían más tarde eran mordeduras de animales. Un criador de cerdos acababa de descubrir algo aterrador cerca de un río en esta aldea del norte de la India.
Envuelta en una toalla, apenas moviéndose, pero respirando levemente, había una recién nacida enterrada bajo un pie (unos 30 centímetros) de tierra.
“Me acerqué y vi que los dedos de la niña se movían. Me acerqué aún más y pude percibir un latido del corazón”, recordó Babu mientras volvía sobre sus pasos que llevaron al horrible descubrimiento el mes pasado en los campos de caña de azúcar y arrozales del distrito rural de Shahjahanpur en el estado de Uttar Pradesh.
“Me di cuenta de que la niña estaba viva… Alguien había enterrado a un bebé con vida”.
Aterrorizado, corrió a dar la voz de alarma. Pronto, una multitud estaba en el lugar.
En un rescate frenético pero delicado, capturado en imágenes y video revisados por CNN, un policía apartó la tierra compactada. La niña, que después se estimó tenía unos 15 días de vida, estaba completamente cubierta de barro. Jadeando por aire, con la boca y las fosas nasales tapadas de tierra. Cuando fue levantada del suelo, dejó escapar un llanto débil y doloroso.
Llevada de urgencia al Colegio Médico de Shahjahanpur, se descubrió que tenía una infección grave, dificultad respiratoria, lesiones y sepsis. La Policía local comenzó a buscar a los padres de la niña y un motivo.
Gourav Tyagi, un funcionario local que investiga el caso, dijo a CNN que tenían tres teorías. Sus padres podrían haber creído que su hija enferma había muerto y la enterraron según las costumbres locales. La recién nacida tenía sindactilia, una condición en la que dos o más dedos de las manos o los pies están unidos, y podría haber sido abandonada debido al estigma que rodea las discapacidades en algunas partes de la India.
Y había otro ángulo: que fue abandonada por su género, otra víctima del infanticidio femenino en la nación más poblada del mundo, donde una profunda preferencia por los hijos varones puede llevar a que las niñas sean abandonadas o a matarlas.
El Dr. Rajesh Kumar, pediatra en Shahjahanpur durante dos décadas, dijo a CNN que ha visto cuatro o cinco casos así antes.
Pero señaló: “Nunca he visto a un niño en tal situación… dejado solo y abandonado”.
En el silencioso sosiego de la unidad de cuidados intensivos neonatales del Colegio Médico de Shahjahanpur, el único sonido constante era el monótono zumbido del monitor cardíaco, cuyo suave murmullo vigilaba a la bebé que dormía dentro de la incubadora estéril.
Cuando llegó allí por primera vez, se aferraba a la vida. Su rostro estaba azul por la falta de oxígeno, su temperatura corporal peligrosamente baja, y su presión arterial tan débil que no podía registrarse. Contra todo pronóstico, los médicos al principio vieron un destello de esperanza.
“Los milagros ocurren”, dijo el Dr. Kumar a CNN en ese momento, mientras el equipo médico trabajaba para mantener con vida a la pequeña niña.
“El personal de nuestro hospital la está cuidando como a familia. Nuestro personal de enfermería, las niñeras de sala y los médicos la están cuidando como si fuera nuestra hija”.
Pronto le pusieron un nombre: Pari, la palabra en hindi para “ángel”.
El distrito de Shahjahanpur, donde se encontró a Pari, se encuentra en las fértiles y pobladas llanuras del norte de la India. Es abrumadoramente rural, con la mayoría de sus tres millones de habitantes trabajando en la agricultura. Los arrozales y campos de trigo bordean los sinuosos caminos entre las aldeas. El sagrado río Ganges bordea la frontera sur del distrito.
Bajo la superficie de esta vida agraria, los roles de género tradicionales ejercen una fuerza poderosa. Y es esta cultura la que paralizó de miedo a Babu, de 25 años, después de encontrar a Pari.
“No tuve el valor de sacar a la menor yo mismo. Temía que la gente me viera, pensara mal de mí y me culpara a mí en su lugar”, dijo Babu, antes de correr a buscar a su madre.
Según el último censo nacional en la India, realizado en 2011, Shahjahanpur tenía alrededor de 872 mujeres por cada 1.000 hombres, una brecha mayor que el promedio nacional, que ya es desequilibrado.
Ese desequilibrio, según activistas y residentes locales, se debe en parte a un sistema profundamente arraigado de prejuicios culturales, económicos y sociales que devalúan sistemáticamente a las niñas y la conveniencia de criarlas.
“Hay presión para dar a luz a un niño”, dijo Nanhe Singh, de 60 años, de la aldea Paina Bujurg en Shahjahanpur, cerca de donde encontraron a Pari.
“Una mujer enfrenta muchas dificultades. No quieren niñas, así que la mujer va a templos y hace rituales para tener un niño”.
La preferencia por los hijos varones está arraigada en una estructura patriarcal donde se espera que los niños continúen el linaje familiar, hereden la propiedad y realicen los ritos funerarios esenciales para sus padres.
Las hijas, en cambio, suelen ser consideradas una carga financiera significativa.
“Uno de los mayores problemas de tener una niña es la tradición de la dote” – el dinero o propiedad que a menudo es exigido por la familia del novio en una boda, dijo Achal Kumar Gautam, un vendedor de verduras de 32 años, a CNN.
A pesar de estar prohibida por la ley, esta es una “tradición que lleva generaciones y hay que seguir”, dijo. “Esto se convierte en una carga con el tiempo para nosotros. Tenemos que pagar la dote, no hay otra manera de evitarlo. Es un gasto extra que no tendríamos que hacer si fuera un niño”.
Con tanta presión para dar a luz a un hijo varón, algunas mujeres recurren a procedimientos médicos para averiguar si están esperando un niño o una niña, dijo otra habitante de Paina Bujurg, Sapna Singh.
“Si descubren que es un niño, entonces está bien. Si es una niña, entonces la hacen abortar. Esto sucede aquí”, dijo la joven de 28 años. “La gente hace esto dentro de sus casas, y nadie se entera afuera”.
Para combatir el feticidio femenino, la India promulgó en 1994 una ley que prohíbe el uso de tecnologías médicas para determinar el sexo de un feto. Sin embargo, en estas laberínticas callejuelas de la India rural, prospera un peligroso y ilegal comercio de abortos.
El superintendente de policía de Shahjahanpur, Rajesh Dwivedi, dijo a CNN que las pruebas de determinación de sexo “han disminuido drásticamente con el tiempo”, aunque reconoció que siguen ocurriendo “a escondidas”.
“No podemos cambiar todo, pero han ocurrido cambios inmensos”, dijo.
Según la activista Sunita Aralikar, la determinación ilegal del sexo “es algo que ocurre en hogares de todas las clases”.
Aralikar, quien sobrevivió a ser enterrada viva cuando era bebé hace 70 años, ha dedicado su carrera a empoderar a las mujeres y luchar contra los prejuicios culturales profundamente arraigados que desvalorizan a las niñas.
Ella ve esta última tragedia como prueba de lo poco que ha cambiado.
“Esta asociación de la gloria y el éxito con un hijo varón, y del fracaso y la carga con una hija mujer es algo que atraviesa todo el país”, dijo ella.
Un informe del Estado de la Población Mundial de las Naciones Unidas estimó que en la India había 45,8 millones de “mujeres desaparecidas” hasta 2020, una cifra asombrosa impulsada por una combinación de abortos selectivos por sexo antes del nacimiento y mayores tasas de mortalidad entre niñas debido al infanticidio después del nacimiento.
Kamaljeet Kaur, quien ha pasado 18 años como voluntaria de salud en las aldeas de Shahjahanpur, describió la discriminación de género y el infanticidio femenino como un “problema sistémico”.
“Aquí sucede de manera desenfrenada”, le dijo a CNN.
Las consecuencias para las mujeres que tienen varias hijas pueden ser devastadoras, dijo Kaur. “Si una mujer tiene hijas, especialmente una segunda o una tercera, su vida se convierte en un infierno”, dijo. “Los hombres siguen practicando viejas tradiciones y costumbres. Ella es abusada, le dicen que no tiene cerebro… su posición en la familia depende de si tiene un hijo o una hija”.
Este abuso constante, señaló Kaur, despoja a las mujeres de su voz, convirtiéndolas en “una espectadora muda de todo lo que le sucede”. Y el silencio es brutalmente impuesto por la propia comunidad.
“La gente no alza la voz contra esto porque no quiere hacer enemigos”, dijo Kaur. “Si alzas la voz, el dueño de la tienda local no te dará leche, los vecinos no te ayudarán… básicamente estás aislado”.
Informes de medios locales de todo Uttar Pradesh pintan un panorama igualmente sombrío.
En noviembre del año pasado, un bebé descubierto al borde de una carretera en Gorakhpur fue atendido por médicos y sobrevivió. Ese mismo mes, residentes de Bareilly encontraron a una niña de 20 días abandonada en un campo. En diciembre, una bebé de 10 días fue hallada muerta en un basurero en la ciudad de Baghpat.
Esta sombría realidad evoca un sentimiento de tristeza e impotencia entre las mujeres de Paina Bujurg. Nanhe Singh dijo que estaba al tanto del caso de Pari.
En el hospital de Shahjahanpur, las primeras 24 horas después de que se encontró a Pari dieron al personal médico motivos para tener esperanza. Pero luego su condición se deterioró rápidamente.
La necrosis —la muerte del tejido corporal— avanzó hasta su rostro y cuero cabelludo. Su respiración se volvió cada vez más dificultosa y los médicos tuvieron que colocarla en soporte de oxígeno. Requirió una transfusión de sangre para mantenerla con vida.
A las dos semanas de edad, Pari estaba gravemente desnutrida y pesaba menos de 1,7 kilogramos (3,7 libras), lo que dificultaba que su cuerpo pudiera combatir cualquier infección.
Después de que un equipo de CNN abandonara la zona el mes pasado, el oficial de policía Gourav Tyagi confirmó que Pari murió. La policía aún no había logrado localizar a sus padres y estaba ampliando la búsqueda, dijo a CNN.
“No tuve palabras cuando ella falleció. Fue difícil desconectar todos los monitores y dejar ir a la bebé”, dijo Sarita Singh, la enfermera encargada de la unidad de recién nacidos en el hospital. “Éramos su familia”.
El personal no quería que su vida fuera definida por la tragedia.
“Cuando llegó aquí, estaba preciosa”, dijo Singh. “Por eso la llamamos Pari”.
En 2015, el Gobierno del primer ministro Narendra Modi lanzó su campaña “Beti Bachao, Beti Padhao” o “Salva a la niña, educa a la niña” para abordar la desproporción de niños en la India y promover el empoderamiento de las mujeres.
El Gobierno dice que el programa ha traído mayor atención a la discriminación de género y ha tenido cierto éxito. La proporción nacional de sexo al nacer en el país aumentó de 918 niñas por cada 1.000 niños en 2014-15 a 934 en 2019-20, según datos publicados por el Gobierno.
La tasa bruta de matriculación de niñas en la educación secundaria aumentó del 77 % al 81 % en el mismo período, según los mismos datos.
Sin embargo, el programa también ha enfrentado algunas críticas. Un comité parlamentario en 2021 señaló que un porcentaje desproporcionadamente grande de los fondos del plan –casi el 79 % entre 2016 y 2019– se gastó en promoción mediática en lugar de en iniciativas concretas de salud y educación para las niñas.
Las vallas publicitarias y las emisiones que promueven la campaña para proteger y educar a las niñas de la India son ahora omnipresentes en las ciudades, los pueblos y las ondas radiofónicas.
Pero el silencio tras la muerte de Pari fue ensordecedor. Su historia fue en gran medida pasada por alto por los canales nacionales de noticias y no logró despertar una indignación sostenida.
Para algunos, el impacto de la campaña también se siente superficial. “La gente dice el eslogan… pero en realidad, nadie lo sigue,” dijo Singh, la enfermera del hospital. “Solo se ha convertido en una frase hecha”.
CNN ha contactado al Gobierno de Uttar Pradesh para obtener una respuesta.
La activista Aralikar cree que crear oportunidades para el éxito femenino es la clave para cambiar las percepciones. “No digo que la educación y las oportunidades vayan a borrar el problema de la noche a la mañana, pero al menos igualarán el terreno de juego… Solo cuando se empieza a ver a las niñas prosperar se cree que vale la pena invertir en ellas”.
Mientras tanto, la investigación policial y la búsqueda de los padres de Pari continúan.
“Existe un pensamiento profundamente regresivo acerca de las niñas que persiste hasta hoy,” dijo la enfermera Singh. “Algunas personas ahogan a la niña… algunas la entierran bajo tierra. Muchas personas simplemente entregan a la niña en los hospitales. Ni siquiera se la llevan a casa”.
Para Babu, el hombre que encontró a Pari, el encuentro con ella se sintió como un acto del destino. Normalmente lleva a sus cerdos por un camino diferente, más cerca del río, le dijo a CNN.
“Pero porque el destino quiso que tuviera que salvarle la vida, terminé aquí”, dijo, señalando el área cerca de la carretera.
“Mi esposa estaba muy preocupada. Seguía diciendo que debía llevar a la bebé a casa para que pudiéramos cuidarla… Yo trabajaría más duro como jornalero y la criaría. Nunca le haríamos daño a nuestros hijos”.
El padre de dos niñas se aferró a ese sentido de propósito toda la semana, viendo las noticias y esperando actualizaciones sobre la niña que creía haber salvado. Ya había comenzado a imaginar un futuro para ella, esperando que tuviera “una vida larga y brillante”.
La noticia de su muerte destrozó esa esperanza. “Tengo la piel de gallina”, dijo al enterarse de su fallecimiento. “Esto está mal”.
“Quería conocerla en el futuro. Fuerte, creciendo, sana”, dijo, con la voz cargada de emoción. “La saqué de la tierra pero ha regresado a ella”.
Esha Mitra, de CNN, contribuyó con este informe.
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