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Las claves del rotundo triunfo de Milei: la ayuda de Trump, el miedo de los argentinos ¿y un desafío imposible?

Análisis por Inés Capdevila, CNN en Español

Ni el propio Gobierno de Javier Milei suponía que festejaría tanto en la noche del domingo. La victoria en las elecciones legislativas en casi todas las provincias argentinas, incluida la determinante Buenos Aires, y el avance de su partido, La Libertad Avanza (LLA), en el Congreso fueron contundentes… mucho más de lo que el presidente de Argentina imaginaba hace menos de dos semanas, cuando visitó a Donald Trump, su mayor aliado ideológico y económico, en la Casa Blanca.

Ese día el Gobierno argentino tuvo que hacer control de daño luego de que el presidente Trump dijera: “Si Milei no gana, no seremos tan generosos”. La ayuda prometida por la administración Trump- un swap de US$ 20.000 millones, líneas de crédito e intervención en el mercado cambiario- estaba sujeta a la victoria en las elecciones. ¿Pero cuáles?

Muchos y el propio Trump apuntaron a las de medio término, pero Milei y sus asesores insitían en que eran las elecciones presidenciales de 2027. ¿Por qué? Porque ni el propio Gobierno argentino creía que estos comicios serían positivos, luego de que el 7 de septiembre pasado su partido perdiera por 14 puntos las elecciones locales de la provincial de Buenos Aires, el distrito que concentra un tercio de los votos del país, ante el peronismo.

A esa derrota y al malestar económico que la propició, el oficialismo le sumó un escándalo que llevó a su principal candidato a diputado a renunciar por supuestos vínculo con un narco luego extraditado a Estados Unidos y la volatilidad del peso, de los bonos y de las acciones ante los nervios de los inversores. Pocos imaginaban hasta hace unos días que Milei obtendría el 40,75% de los votos, contra el 31,64% de la peronista Fuerza Patria para Diputados. ¿Cómo se explica, entonces, ese cambio poco previsto en los votantes argentinos? Estas son las claves.

“El gobierno llegó con la lengua afuera a las elecciones, pero ganó por miedo al desbande y por la falta de alternativa”, dice Carlos Fara, analista y presidente de la Asociación de Consultores Políticos.

El miedo al desbande no era el miedo a perder la ayuda de Estados Unidos, como condicionó Trump. El temor al descontrol es otro y tiene antecedentes en algunos recientes lunes poselectorales en Argentina.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2023 y en las primarias presidenciales abiertas y obligatorias de 2019 vencieron candidatos del partido Peronista cercanos a la expresidenta Cristina Kirchner. En los días siguientes, la aprehensión de los mercados hizo que el peso se devaluara con fuerza y que los argentinos vieran cómo sus ingresos se deterioraban en apenas horas. El miedo no era solo a la devaluación del peso, era también al Gobierno de signo peronista.

En estas elecciones , ese miedo se hizo escuchar, más después de que el peronismo triunfara con tanta comodidad en la provincia de Buenos Aires, en septiembre pasado. Después de todo, la alternativa más potente al partido de Milei es hoy el peronismo, que tiene como líderes al gobernador Axel Kicillof y a Kirchner, hoy en prisión domiciliaria por una condena firme por administración fraudulenta en perjuicio del Estado.

Por eso Milei y su entorno decidieron transformar, en las últimas semanas, la campana en una batalla bipolar de “ellos o nosotros”. Y los argentinos se sintieron atraídos por esa polarización: el 72,4% de los votantes se inclinó o por Milei o por el peronismo, al menos en la elección de diputados. La única alternativa al Gobierno libertario es hoy el peronismo, pero para muchos argentinos, ese regreso a administraciones que dejaron una estela de estancamiento y corrupción no es una opción.

“Trump en sí no suma ni resta votos. Pero lo que el presidente norteamericano hizo es darle un pulmotor que le permitió a Milei afrontar la realidad y llegar a las elecciones. Si no recibía el rescate, no llegaba a las elecciones porque tenía que devaluar”, dice Federico Zapata, analista politico y director de la consultora Escenarios.

En cualquier país, una devaluación de la moneda local es una decision traumática, pero nunca tanto como en Argentina. La pérdida o súbita o gradual pero consistente del peso es, para los argentinos, un sinónimo asegurado de inflación. Décadas y décadas de subas de precios dejaron una huella de profundo estrés económico y de pobreza.

Milei fue elegido presidente, en 2023, con la promesa de que derrotaría la inflación para siempre; los argentinos le creyeron, aun cuando él no tenía mucha experiencia prática como economista. El presidente cumplió en parte: de 25% en diciembre de 2023, cuando asumió Milei, la inflación gira hoy en torno al 2% mensual. Pero ese logro comenzó a ser amenzado en los últimos meses cuando el riesgo de fuerte devaluación se cernía sobre el peso, ante la desconfianza de los mercados en la capacidad del Gobierno de mantener sus equilibrios macroeconómicos en plena desaceleración.

Para sostener el peso, la administración Milei apeló a sus reservas de dólares, que en los últimos tres meses fueron achicándose sin remedio y con peligro. Hasta que Trump y su secretario del Tesoro, Scott Bessent, entraron en acción para salvar a las reservas argentinas, al peso y a Milei.

La primera intervención de EE.UU. -el anuncio de un swap de US$ 20.000 millones- apenas sirvió para detener la devaluación del peso o bajar el riesgo país. Días después, el Tesoro estadounidense directamente comenzó a comprar pesos para sostener su valor. Esa medida sí fue útil, pero tampoco tanto. Cuando Washington anunció su rescate, a fines de septiembre, un dolar representaba 1360 pesos; hoy son 1515 pesos, es decir que la moneda argentina tuvo una devaluación mayor al 10%.

Si, incluso con todo el poder de fuego financiero de Estados Unidos, las finanzas argentinas se mostraron agónicas en las ultimas semanas, ¿qué habría sucedido sin la intervención de Trump y Bessent con el peso y la inflación, principal bandera de Milei?

La economía y las finanzas argentinas lejos están de haberse salvado con el rescate. El daño de una economía que no crea empleo privados desde hace 15 años es demasiado profundo como para haberse curado en unas semanas.

La actividad económica repuntó el año pasado e hizo ilusionar a los argentinos con una era de mucho crecimiento y poca inflación, un escenario con el que el país no convive desde hace décadas. Pero, lo que a principio de año era un pronóstico de crecimiento sostenido, ya no lo es. El Estimador de Actividad Económica (EMAE) de agosto pasado, publicado la semana pasada, fue de 2,4% interanual; por sí solo indica crecimiento, pero en perspectiva señala desaceleración: es el menor número para lo que va del año.

La clase media argentina -base del voto- resume ese desgaste económico con una frase dolorosa y cada vez más escuchada: “No llego a fin de mes”.

En las últimas semanas, Milei les pidió el voto a los argentinos para aprobar reformas de libre mercado y hacer despegar la economía argentina de una vez y para siempre. En estas elecciones logró esos sufragios. ¿Podrá entonces alcanzar la gobernabilidad que le era esquiva y que necesitar para pasar esas reformas?

El oficialismo alcanzó muchos más diputados y senadores de los que tenía y de los que pensaba que recibiría. Con las bancas ganadas, pasará de tener 37 diputados a 80 sobre un total de 257. Es un avance notable, que lo deja a Milei cerca de poder blindar su poder de veto, solo necesita negociar seis votos más con sus aliados para hacerlo. Sin embargo, incluso con el apoyo de sus socios politicos, no podrá alcanzar el quorum exigido para habilitar debates (129). Es decir que necesitará negociar sí o sí con sus rivales para sacar reformas. Y eso no será fácil, sobre todo por el propio Milei.

Inclinado a los arrebatos verbales y a los insultos a aliados y enemigos por igual, Mieli no se mostró, en sus primeros dos años de gobierno, muy efectivo en gestar acuerdos ni en mantenerlos. Esa falta de éxito se manifestó, sobre todo, en el Congreso, donde su propió bloque libertario sufre periódicos quiebres y donde hasta sus mayores socios politicos votaron en contra de sus vetos a leyes críticas.

“Más allá de la victoria, Milei va a tener que resetear integralmente su metodología de gobierno. Pero ese es un interrogante que tiene que ver con su personalidad. ¿Es esa personalidad compatible con un dispositivo politico destinado a generar acuerdos?”, dice Zapata y habla de las “frecuentes autozancadillas” del presidente.

En su acto de victoria, como si fuera consciente del daño de las “autozancadillas”, Mile dejó las agresiones y dijo que “la Argentina grande es para todos”, incluidos los que no lo votaron. Milei ya se puso en otras ocasiones el traje del consenso, pero no le funcionó. ¿Será este Milei victorioso capaz de superar el desafío de su propia personalidad para gantizar su propia gobernabilidad? Todavía es temprano para saberlo.

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