Kast vs. Jara: candidatos extremos y votantes pragmáticos, el modelo electoral de la región que también prevaleció en Chile
Por Gonzalo Zegarra, CNN en Español
La primera vuelta en Chile, más allá de sorpresas como la baja votación de la candidata oficialista, Jeannette Jara, o el alto apoyo recibido por el populista Franco Parisi, vuelve a dejar al país sudamericano en un escenario que repite en varias elecciones de la región: un balotaje entre dos alternativas antagónicas y cercanas a los extremos del arco político.
La exministra Jara, militante del Partido Comunista, enfrentará al ultraderechista José Antonio Kast el 14 de diciembre, en una competencia donde la salud, las pensiones y el costo de vida, históricas demandas sociales en Chile que no fueron resueltas en gran medida por el Gobierno del presidente Gabriel Boric, se ven sobrepasadas por los reclamos coyunturales, principalmente relacionados a la seguridad y la inmigración.
“La gente está muy molesta con las élites y con el statu quo”, indicó a CNN el politólogo Patricio Navia, docente de la Universidad de Nueva York (NYU). Sin embargo, considera que la ciudadanía no apuesta por un giro brusco. “No buscan cambios radicales. La gente quiere un cambio, pero después se decepciona de lo que ofrecen los candidatos. Quiere que la economía funcione mejor para ellos, no solo para los grandes empresarios”, añadió.
La sucesión de decepciones encadena en Chile cuatro elecciones, en las que el oficialismo no cumple las expectativas y no logra una victoria de su candidato. Con Kast como gran favorito, sería la quinta alternancia de partido consecutiva en el país.
“Al principio (la alternancia) se veía raro. Tiene que ver con una búsqueda de alternativa que resulte. Las decepciones son cada vez más grandes, y cada vez más rápidas. Como no hay ideología, no tienes que casarte con ningún proyecto a largo plazo”, dijo a CNN la politóloga Andrea Gartenlaub, profesora de la Universidad de Las Américas.
La investigadora describió cómo la política se ha ido corriendo hacia los extremos para llegar a un escenario que, si hace un par de décadas parecía muy improbable, ahora es cada vez más frecuente.
La elección reflejó una tendencia regional marcada por la caída de la competitividad de los movimientos tradicionales, un desgaste que, para Gartenlaub, en Chile se acentuó con el estallido social de 2019 y la pandemia. “No es que hayan desaparecido las demandas del estallido, pero las personas perdieron ese voto ideológico, no hay una fidelidad. Las personas ya no votan por partidos, sino con cierto pragmatismo. Ya no importa la filiación partidaria, y los partidos tradicionales quedaron a punto de desaparecer”, señaló.
Los deseos de transformaciones llevaron a que 3 de cada 5 votantes apoyaran ya sea a la candidata comunista (que arrasó en junio en las primarias de la coalición oficialista) o a uno de los dos contendientes de la ultraderecha. Una opción más moderada como la de Parisi rozó el 20 %, pero fue insuficiente para dar un batacazo, a cuatro puntos de Kast, y la derecha tradicional de Evelyn Matthei solo llegó al 12,5 %, por debajo de la derecha radical de Johannes Kaiser. Para el politólogo Navia, el voto de Parisi “refleja el descontento con las elites”, al ser un crítico del establishment político y empresarial, con el que “consiguió parte del voto de izquierda para castigar al Gobierno de Boric”.
La idea recurrente de inicios de siglo de procesos electorales aburridos en Chile quedó en el pasado, con un país ya subido a una tendencia de propuestas más extremas. “Chile es un ejemplo de esta polarización que estamos viendo a nivel mundial entre la desilusión del modelo democrático, liberal, de mercado, que no ha resuelto nada, luego el arribo de gobiernos más de izquierda, con promesas, incluso con líderes un tanto mesiánicos que tampoco han resuelto”, dijo a CNN Luz Araceli González, profesora de Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey.
Es un escenario que hace eco de lo ocurrido en Colombia en 2022, cuando el izquierdista Gustavo Petro enfrentó en segunda vuelta al candidato de derecha Rodolfo Hernández, y también de lo sucedido ese mismo año en Brasil, con la victoria del progresista Luiz Inácio Lula da Silva sobre el entonces mandatario ultraderechista Jair Bolsonaro. Un año antes, en Perú, el izquierdista Pedro Castillo había derrotado por un margen estrecho a la conservadora Keiko Fujimori.
Gartenlaub también considera que se trata de una tendencia internacional. “Tiene que ver con cosas que pasan en todo el mundo: es más atractivo ser disruptivo que ser conciliador. Es un discurso muy bien representado por los españoles cuando hablan de ‘la derechita cobarde’. Todos se acusan, todos son cobardes cuando le dan un pase a la oposición de turno, traicionar tu discurso te hace sentir débil, cuando eso es la política”, comentó.
Bajo ese enfoque, para ganar protagonismo Kaiser se alejó del Partido Republicano de Kast, quien a su vez se separó años atrás de la Unión Demócrata Independiente. También Boric hizo su carrera política por fuera de los partidos tradicionales de la centroizquierda. “Todas son escisiones de partidos que no les dieron su espacio y ahora se preguntan por qué no los dejaron pasar”, dijo Gartenlaub.
La estridencia de Kaiser, hábil conocedor de las redes sociales, no fue suficiente para superar a Kast, un defensor de la dictadura de Augusto Pinochet e hijo de un militante nazi. El líder republicano intentó moderar en los últimos años su discurso de oposición al derecho al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo y declaraciones transfóbicas, y su programa de gobierno, llamado Plan Implacable, tiene la seguridad como eje central y propone un fuerte recorte fiscal.
“El discurso tiene que ver con las redes sociales y figuras como la de (Donald) Trump, que son más espectaculares. Es lo que da rédito. La inflexibilidad y el autoritarismo les parece atractivo a los votantes”, agregó Gartenlaub.
Para la investigadora, lo que se perdió en las elecciones de los últimos años es un proyecto de país, tanto para la izquierda como para la derecha. “No hay algo que vaya más allá de mí como partido, como dirigente o como votante. Es un individualismo para todos. Si no me sirve, lo cambio rápido. Comprar y botar, comprar y botar. Antes los partidos duraban décadas, ahora duran muy poco”, consideró.
Sostuvo además que ese encuadre no tiene que ver con una inestabilidad o la coyuntura del país. “Es una lógica más de marketing que de política”, aseguró.
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Con información de Mauricio Torres
