Pasajeros ebrios: un problema cada vez mayor en los aviones que no tiene una solución clara
Por Lilit Marcus, CNN
La escritora Amelia Mularz tomó un vuelo nocturno de Chicago a Los Ángeles a comienzos de este año cuando un pasajero muy ebrio cayó literalmente en el asiento junto al suyo.
Mientras el avión retrocedía de la puerta de embarque, el hombre corrió al baño y, según ella, vomitó tanto que tuvo que entrar un equipo de limpieza desde la terminal. El pasajero fue retirado del vuelo y el avión despegó con una hora de retraso.
Pero Mularz dista mucho de ser la única pasajera que ha presenciado de primera mano un comportamiento de este tipo a bordo.
Cuando Lynne M. Vieraitis, profesora de criminología de la Universidad de Texas en Dallas, analizó años de reportes de incidentes con pasajeros, encontró un tema común.
“Alcohol. Alcohol. Alcohol”.
Vieraitis y su colega Sheryl Skaggs revisaron 1.600 quejas presentadas ante el Sistema de Reportes de Seguridad en la Aviación, y clasificaron los incidentes en categorías como abuso verbal, violencia física y acoso sexual.
“Personas peleando, discutiendo, negándose a guardar el equipaje, a seguir instrucciones: alcohol. Agresión y acoso sexual: alcohol. Lo abrumador en casi todas los casos era el alcohol”.
Esa conclusión quizá no sorprenda a quienes han visto de cerca a un pasajero comportarse mal. Según un informe del Institute of Alcohol Studies, el 60 % de los adultos en el Reino Unido afirma haber lidiado con pasajeros ebrios en aviones, y el 51 % cree que existe un “problema serio” con viajeros intoxicados durante los vuelos.
Sobran historias sobre pasajeros borrachos. Está el hombre que intentó abrir la salida de emergencia a mitad del vuelo y lo inmovilizaron con cinta, o el piloto fuera de servicio que causó caos en un vuelo de Alaska Airlines el año pasado. Y hay muchas más.
Muchas personas coinciden en que los pasajeros ebrios provocan problemas a bordo —desde simples molestias hasta agresiones a otros pasajeros y tripulantes—. Lo que nadie logra definir es de quién es la responsabilidad de solucionarlo.
Los reportes que Vieraitis encontró en el ASRS fueron presentados por empleados de aerolíneas —pilotos, agentes de puerta o asistentes de vuelo—. La participación es voluntaria, pero funciona como un lugar donde los empleados pueden desahogarse sobre sus compañías.
“En encuestas a asistentes de vuelo, ellos dicen que pueden reportar las situaciones, pero sienten que no se hace nada, que la aerolínea no los respalda”, explica.
Y los desafíos únicos de ser asistente de vuelo agravan el problema, porque su lugar de trabajo es un tubo metálico a 30.000 pies de altura. “No puedes echar a alguien del bar”, dice Vieraitis.
Aunque algunos reciben capacitación especializada para tratar con pasajeros ebrios, violentos o abusivos, no siempre es suficiente cuando deben manejar a un pasajero agresivo mientras sirven alimentos y realizan controles de seguridad.
“Los asistentes de vuelo son profesionales altamente capacitados en seguridad, equipados con técnicas de desescalada para manejar pasajeros disruptivos y proteger a todos a bordo”, dijo a CNN un vocero del sindicato Association of Professional Flight Attendants.
“Las alteraciones de pasajeros nunca han sido —ni serán— toleradas”.
Hay muchas razones por las que los pasajeros beben. Algunos afirman que el alcohol les ayuda a calmar los nervios si les da miedo volar; otros dicen que uno o dos tragos los ayudan a dormir. Algunos admiten que bebieron más de lo planeado debido a un retraso, o que no se dieron cuenta de que estaban intoxicados hasta estar a bordo, donde la deshidratación y la presión de cabina intensifican los efectos.
Vieraitis cree que puede existir un vínculo entre el mal servicio al cliente y los pasajeros conflictivos. El espacio promedio entre asientos disminuyó de 31–35 pulgadas a 30–31, y la reducción del espacio en los compartimentos superiores implica que más viajeros terminen pagando para registrar maletas.
Pasajeros frustrados + alcohol puede ser una combinación peligrosa.
Mularz, la escritora que vio cómo su compañero de asiento ebrio vomitaba su comida, dice que la tripulación manejó muy bien la situación.
Sin embargo, añade que hubo tensiones internas.
“Los asistentes de vuelo dijeron que estaban molestos con el agente de puerta por no detectar que el pasajero estaba ebrio”, cuenta. “Por un segundo incluso pensé si yo debía reportar que estaba borracho, pero luego me di cuenta de lo extraño que sería acusar a otro adulto”.
El relato de Mularz muestra cómo los desacuerdos sobre responsabilidades pueden complicar el manejo de pasajeros abusivos. La tripulación puede culpar al personal en tierra, como en su caso. Pero las aerolíneas pueden decir que la culpa es de los bares y restaurantes de los aeropuertos por permitir que la gente se emborrache antes de volar.
La aerolínea de bajo costo Ryanair, la más ocupada de Europa, ha pedido repetidamente que los bares y restaurantes de los aeropuertos impongan límites de consumo, citando incidentes recurrentes con pasajeros intoxicados.
“Es completamente injusto que los aeropuertos se beneficien con la venta ilimitada de alcohol y dejen a las aerolíneas lidiar con las consecuencias de seguridad”, dijo Kenny Jacobs, entonces director de marketing de Ryanair, en un comunicado de 2017. “En nuestros vuelos se vende muy poco alcohol porque son trayectos cortos; así que corresponde a los aeropuertos introducir medidas preventivas para frenar el consumo excesivo, en lugar de permitir que los pasajeros beban en exceso antes de volar.”
El mensaje de Ryanair no ha cambiado. El CEO Michael O’Leary dijo que existe una relación directa entre consumo de sustancias y estallidos violentos.
“Antes, quien bebía demasiado eventualmente se caía o se dormía”, afirmó en una entrevista el año pasado. “Pero ahora esos pasajeros también consumen pastillas y polvo. Es la mezcla. Se produce un comportamiento mucho más agresivo, muy difícil de manejar”.
O’Leary ha pedido un máximo de dos tragos en los aeropuertos y asegura que los tripulantes en rutas hacia “destinos de fiesta” como Ibiza han advertido a la gerencia sobre problemas crónicos con viajeros intoxicados.
CNN contactó a United, Delta y American Airlines, que declinaron comentar sobre sus políticas de alcohol a bordo o su capacitación para manejar pasajeros ebrios.
En vuelos dentro de Estados Unidos, la autoridad para manejar mala conducta recae en la FAA.
En 2022, la FAA impuso su mayor multa individual: US$ 81.950 a una mujer que “escupió, dio cabezazos, mordió e intentó patear a la tripulación y a otros pasajeros”, y tuvo que ser inmovilizada con bridas después de tratar de abrir una puerta del avión a mitad del vuelo.
Las aerolíneas también pueden prohibir que ciertas personas vuelvan a volar, como el hombre vetado permanentemente por Spirit Airlines después de que lo sorprendieron vapeando en el baño del avión.
Pero hay una razón clave por la que la industria se resiste a restringir el alcohol: el dinero. Según analistas del sector, el alcohol es uno de los mayores generadores de ingresos tanto para aerolíneas como para aeropuertos. Los asientos de primera clase y clase ejecutiva suelen incluir alcohol ilimitado.
Más de una docena de aeropuertos —desde Sídney hasta Londres Heathrow— declinaron informar cuánto ganan por ventas de alcohol.
Pero el número de personas que apoyan límites o restricciones parece crecer. El informe del Institute of Alcohol Studies sobre mal comportamiento a bordo mostró que el 67% de los encuestados está a favor de limitar el consumo en aeropuertos, y el 64% ve con buenos ojos usar alcoholímetros antes de permitir el embarque.
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